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Octavio Villa
Jueves, 29 de diciembre 2016, 16:16
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De aquel guerrillero de la Sierra Maestra que en 1956 aseguraba que luchaba contra Fulgencio Batista para recuperar la democracia para Cuba, al Fidel Castro que falleció el pasado 25 de noviembre media un universo político. Les distancia el triunfo de la revolución cubana, el endiosamiento progresivo del líder desde su entrada triunfal en La Habana el 8 de enero de 1959. La decisión de Castro de mantenerse en el poder hasta que la salud le obligó a cedérselo a Raúl Castro, aparcando desde el principio su promesa de volver a la democracia. La progresiva identificación con la URSS, y la crisis de los misiles de 1962, que llevaron al país a ser bloqueado por los Estados Unidos durante décadas, lo que por una parte dificultó su progreso, pero también fue la excusa perfecta para un discurso victimista del régimen revolucionario cubano. Cuando algo no salía bien, la culpa era del bloqueo. O, en el interior, de los contrarrevolucionarios.
Fidel Castro, convertido en leyenda global para los nostálgicos del comunismo marxista leninista, era en los últimos años una presencia fantasmal, que periódicamente reaparecía en fotos de visitas de líderes internacionales más o menos vinculados a su ideología.
Pero Cuba, aprovechando un moderado aperturismo por parte del Gobierno estadounidense con Barack Obama al frente, va buscando otros horizontes, ya perfilados por el propio Fidel en 2000, en un breve encuentro con el entonces presidente Bill Clinton. En marzo pasado, Obama visitó la isla, en una iniciativa cargada de simbolismo.
Cayeron los carteles contra el imperialismo yanqui en el Malecón de La Habana y Raúl Castro participó por primera vez en una conferencia de prensa dentro de Cuba, retransmitida en directo por la televisión nacional, en la que se enfrentó a preguntas incómodas. «¿Presos políticos? Dame la lista y si los hay, antes de que llegue la noche los suelto», prometió Raúl a la prensa en presencia de Obama. Pero también supo perfilar el horizonte: «Coincidimos en que nos queda mucho camino por recorrer, pero lo importante es que hemos comenzado a dar pasos para tener una relación como no ha existido nunca entre EE UU y Cuba», dijo Raúl Castro.
Muy simbólicamente, el padre de la Revolución se iba el mismo año en que comienza el deshielo entre Cuba y EE UU. Tras nueve días de luto nacional, las cenizas de Fidel fueron llevadas al cementerio de Santa Ifigenia, donde el hombre que defendía entre los riscos de la Sierra Maestra la vuelta a la democracia en Cuba y trajo una dictadura marxista descansará dentro de una gran roca.
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