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Azahara Villacorta
Sábado, 28 de noviembre 2015, 04:31
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Cualquiera que conozca bien a José Ramón Patterson sabe que presume de «gijonés de les 1.500» de Pumarín, que es algo que imprime carácter. Así que, si usted elige los informativos de Televisión Española para informarse sobre lo que está pasando en el corazón de la vieja Europa, se encontrará en su pantalla con este periodista de solvencia contrastada de las 1.500 que, desde hace cinco meses, ocupa la corresponsalía de la cadena pública en Bruselas, una de esas plazas calientes en las que se deciden buena parte de nuestros futuros.
Allí llegó después de toda una carrera que comenzó en Radio Gijón Cadena Ser y que, tras foguearse en distintos medios como los extintos Región o Radio Cadena, le llevó a ser el corresponsal diplomático de TVE, un puesto que ocupó durante siete años y que le permitió viajar por todo el planeta, «conocer países que, de otra forma, nunca hubiese conocido». De Islandia a Oriente Próximo pasando por Buenos Aires o «Estados Unidos apenas un mes después del 11-S». «Porque ya me dirás tú qué se me había perdido a mí, si no, en Estonia, Letonia o Lituania», pregunta al teléfono.
Fueron siete años cubriendo cumbres europeas o iberoamericanas con base en Madrid. Hasta que decidió regresar a Asturias, a la delegación regional de la tele, donde permaneció hasta el pasado junio, cuando volvió a hacer las maletas. Porque, con el recuerdo de la adrenalina todavía muy reciente, con ese mono que solo conocen los periodistas que llaman de raza, cuando lo comentó en casa, recibió la misma respuesta de su mujer y su hija, Pilar y Claudia, las que mejor conocen que nadie su pasión porque es compartida:«Tienes que aceptar».
«Me fui el 23 de junio y esperaba tener cinco días tranquilos para poder hacer la mudanza, instalarme en el piso que había alquilado». Una ilusión que se desvaneció de inmediato, porque «estalló la crisis de Grecia». Así que se pasó la siguiente semana «durmiendo en una colchoneta hinchable» que le habían prestado «y con los muebles de Ikea sin desembalar». «Lo de la colchoneta no me importó porque llegaba tan agotado que caía rendido. En total, con la crisis griega adelgacé cinco kilos». Yeso que todavía no sabía lo que le esperaba,porque después llegó el drama de los refugiados. «Me vino bien porque fue un baño de realidad. Yo que pensaba que la corresponsalía de Bruselas era tranquila. Ya ves». Y, ahora, los atentados de París y la capital belga en alerta roja, paralizada por el pánico y tomada por las fuerzas de seguridad. Un volumen de información que ha convertido su oficina en un campo de batalla en el que solo tiene una misión que le obliga a estar preparado:«Que la gente entienda lo que les estoy contando. No vale decir que se aprobó una moción subsiguiente a una interpelación. Se aprobó una propuesta. Punto».
Él, que lleva «16 días seguidos trabajando 12, 14, 15 horas diarias» y que confía «en que la cosa se tranquilice pronto», jura que no lo ha sentido «miedo en ningún momento». Lo que no se le quita es el vértigo de entrar cada día en miles de casas en directo.
«Lo que sí he aprendido es a no pensar que te está viendo un millón, dos o tres de personas, porque eso te paraliza», aconseja este profesional que, además de a Pilar y a Claudia, lo que más echa de menos son dos cosas, no necesariamente por este orden:su moto y su saxo, un amor reciente que todavía no se ha atrevido a trasladar a su nuevo destino. «Y eso que Adolphe Sax, el inventor del saxofón, es belga, pero habrá que preguntar a los vecinos qué opinan al respecto. No, la verdad es que no tengo tiempo».
José Ramón Patterson, Patter para los que lo conocen, sigue adelgazando a base de ensaladas y bocatas, algo que espera solucionar en Navidades:«Sueño con un buen filete con patatas en Asturias». Pero quizá ustedes no lo noten porque «la tele engorda y avejenta». Aunque, en realidad, se declara feliz con un símil futbolero:«Merece la pena porque ya jugué en la regional, en la preferente, en primera, en segunda y ahora, casi al final de mi carrera, juego en la liga de las estrellas». Así que, cuando usted ponga la tele para enterarse de lo que pasa en este mundo de locos, estará en buenas manos. De les 1.500 a Molenbeek.
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