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Fran Gayo en una azotea de Buenos Aires.
«Buenos Aires es inmensa y furiosa»

«Buenos Aires es inmensa y furiosa»

Fran Gayo se marchó a Argentina en 2009 siguiendo los pasos de su mujer

Azahara Villacorta

Sábado, 9 de julio 2016, 12:10

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«¿Qué rayos hago aquí?» Esa pregunta le ronda, a veces, a Fran Gayo (Pumarín, Gijón, 1970) desde que se marchó a Argentina en 2009, tras los pasos de su mujer, que nació en el país de Evita ylos Kirchner. «Pero es una pregunta que se la hace también la gente que vive allí de siempre o que incluso nació en Buenos Aires. No es tan extraño, porque es una ciudad inmensa y furiosa, un país que parece ir a derrumbarse cada cinco meses, donde cada vez que llega diciembre todo el mundo espera algún tipo de debacle. Y,en cuanto a la soledad, está ahí, la llevo conmigo. Siempre he sido el típico agonías al que, si lo sientas en una mesa con más de cinco personas, tiende a quedarse callado en Argentina, en Buenos Aires o en Coaña», se define quien fue estudiante mediocre hasta que entró en Filología y pensó «que ir todos los días en ALSA a Oviedo tenía sentido».

Porque, además, según dice el programador de certámenes como el Festival Internacional de Cine de Gijón (FICX) y el de Cine Independiente de Buenos Aires, decidió irse sin un único motivo:«Sentía que, si quería seguir aprendiendo cosas, no quedaba más remedio que separarme por un tiempo del FICX, aunque fuese para pasarlo mal. Porque, generalmente, la sensación de perder suelo firme no suele ser muy simpática, pero es necesaria. Y mi mujer tenía que filmar en Argentina su película, así que las opciones eran quedarme en Xixón y no vernos durante un año o venirme yo a la Argentina. Hice lo segundo».

El cambio no lo oculta Gayo «fue complicado, muy duro por momentos, pero es adrenalina, a todos los niveles, profesional y humano», a lo que se sumó una nueva metamorfosis:se convirtió en padre de un niño que ahora tiene cinco años. «Mi hijo no es que sea argentino, es que es porteño hasta la médula, un crío de cinco años que empieza a hablar con muchos términos lunfardos y que se burla de mi acento», confiesa.

Así que la transformación lo puso a vivir en el Dragon Khan:«La vida aquí puede ser trepidante y mortalmente aburrida en la misma jornada. Hay horas del día en las que caminar por el centro es como ir de pie y sin ningún tipo de seguridad en un carrito de la montaña rusa y otras en las que te convences de ser privilegiado por estar en este lugar». Pero, en general, cuenta, tiene la impresión de que «la balanza se inclina hacia el lado positivo» y de que, «aunque la percepción que se tiene desde el exterior sea tremendista, incluso dentro del caos y del ruido la gente se levanta por las mañanas, va a trabajar, lleva a sus hijos al colegio...».

Y, mientras echa «muchísimo» de menos pasear por el Muro o tener un par de bares en los que sabe que va a encontrar gente conocida, «vaya a la hora que vaya», las amistades, la familia, y «poder hablar como se habla en Asturias», prepara ya su próximo reto:su nueva etapa como director artístico del Festival de Cine de Ourense. «Este 2016 será un año de transición. La edición de este año la haré a mitad de camino entre Galicia y Buenos Aires, yendo y viniendo, y, una vez pase el festival, en diciembre, todos veremos cuál es el planteamiento y las expectativas de cara a 2017. La aventura de atravesar el océano tienes que planteártela con mucho más cuidado cuanto tienes un crío».

Con la impresión de que está «donde quería» y viendo de lejos polémicas como las de Laboral Cineteca, «un sinsentido en el que se plantea una disyuntiva absurda entre el Festival de Cine y el nuevo proyecto». Porque, al final, tampoco somos tan distintos de los argentinos.

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