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Carmen Fernández, con la catedral de Berlín al fondo.
«En Alemania se valoran la innovación y la experiencia de otras culturas»

«En Alemania se valoran la innovación y la experiencia de otras culturas»

Esta gijonesa vive en Berlín desde enero de 2015: «Es una pasada de ciudad, abierta con el extranjero y muy acogedora» | Trabaja como consultora en temas medioambientales y de gestión del agua

M. F. ANTUÑA

Sábado, 16 de septiembre 2017

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Todo el día viajando. Entre lo personal y lo profesional, la vida de Carmen Fernández (Gijón, 1984) es un no parar de acá para allá. Y tan contenta, porque su base de operaciones está en Berlín, una ciudad tan grande en lo puramente geográfico como en todo lo demás. Llegó en enero de 2015, pero su periplo internacional había comenzado mucho antes. Licenciada en Biología por la Universidad de Oviedo con un Erasmus incluido, en 2009 se fue de Asturias rumbo a Suiza. Allí se doctoró en Microbiología, allí inició su carrera como consultora y cuando aún estaba allí le surgió la oportunidad de irse a Berlín. Hizo su primer proyecto en Costa Rica y desde entonces no ha parado de trabajar como consultora independiente.

«Estoy asociada a un par de empresas, cuando tienen más trabajo del que pueden hacer, me contratan a mí», relata. Su misión está vinculada básicamente con organizaciones no gubernamentales que recurren a ella para proyectos relacionados con el medio ambiente y en particular con el sector del agua y del saneamiento. De hecho, la razón de que esté en Berlín es que allí tiene su sede la organización Red de Integridad del Agua, con la que colabora frecuentemente en proyectos que luchan contra la corrupción en el sector del agua e intentan mejorar su gestión. «Trabajo fundamentalmente en países en vías de desarrollo, mucho en Latinoamérica», explica, y añade que «el acceso al agua potable y al saneamiento es un problema en todo el mundo». Es también un derecho del ser humano. Porque sin agua y sin aire no se puede vivir. Su tarea se mueve entre proyectos para dar a conocer a la ciudadanía estos problemas de mal manejo y corrupción y otros de índole más técnico, de recuperación de recursos para, por ejemplo, reutilizar aguas usadas o hacer compostaje con residuos orgánicos.

Claro que su vida no transcurre solo en Berlín. Hace dos o tres viajes largos y otros tres o cuatro más pequeños al año. Si a eso se une que su hermana vive en Suiza y que hasta hace poco tenía una relación en la distancia (ahora su novio mexicano ya vive en Berlín), el resultado es el que es: «Yo viajo mucho por trabajo y por mi vida personal».

Berlín le parece un centro de operaciones estupendo. «La ciudad es una pasada, abierta al extranjero y muy acogedora», apunta. Solo hay un par de cosas que no le convencen: es demasiado grande, cuatro millones de habitantes, y luego está el asunto del inglés. Y en este punto Carmen desmiente un mito: «Hay una leyenda urbana que dice que los alemanes hablan inglés y no es verdad. Si tú vas a una zona turística, sí, pero el fontanero o el dueño de la casa, no». Pero, pese a lo dicho, ella, que habla alemán a nivel de supervivencia, apunta que la gente hace por entender y entenderse. Y eso importa y mucho. También importa el clima, no tan acogedor como los berlineses.

No niega que los alemanes tienen ese punto cuadriculado que les atribuyen los tópicos, pero, al mismo tiempo, si tienen que abrir la puerta a las ideas de otro, lo hacen sin mayores trastornos: «Son muy perfeccionistas y a veces les cuesta salir de la caja, pero siempre valoran la experiencia de otras culturas, la innovación». Dicho de otra forma: si un español saca a relucir su gusto por la improvisación y propone un plan B inesperado, lo aceptan de buen grado. Porque, además, los españoles estamos muy bien considerados. «La formación en España es muy buena».

Aunque añore el clima, la familia, las montañas y el mar, Carmen de momento un par de años más se queda en Berlín. «Cuando has vivido fuera y has tenido muy buenas condiciones, no vuelves a cualquier precio, no es cuestión de que quiera que me traten como una reina, sino que valoren mi trabajo».

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