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Noelia Naves, ante un maniquí.
«Vivo en un avión, pero me encanta»

«Vivo en un avión, pero me encanta»

La gijonesa Noelia Naves representa a firmas de moda española en todo el mundo | «Si quiero unes botellines de sidra, solo tengo que llamar a una empresa de distribución de comida»

A. VILLACORTA

Sábado, 12 de mayo 2018, 03:35

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En apenas dos años, la vida de Noelia Naves, que nació en Oviedo hace 34 años «solo porque lo pone el DNI», pero que se considera gijonesa hasta la médula, dio «un giro de 180 grados». Fue entonces cuando esta periodista que ya se fue de casa para estudiar la carrera y que, después, recaló en Madrid para trabajar en varios medios y agencias de comunicación, consiguió empleo en una multinacional que se dedicaba al turismo y las compras de lujo. Hasta que chocó con el techo de cristal y ella, que es un torbellino, se lo llevó por delante.

«Resulta que todos eran hombres y, cuando les propuse que me nombrasen jefa de mi departamento porque estaba lo suficientemente preparada, me dieron una palmadita en la espalda y me dijeron que era muy joven, así que me fui», relata sobre el comienzo de su nueva existencia, decidida a ser su propia jefa.

Ese fue el empujón que necesitaba para crear su propia empresa (Noe Naves), aprovechando que la moda le apasiona y que había hecho muchos contactos con diseñadores de la Fashion Week y de la 080 Barcelona, porque a lo que se dedica es a representar a firmas de creadores españoles por todo el mundo. Fundamentalmente, en Asia, «un continente que odias o amas. No hay término medio. Tienes que ser 'open mind'». Y ella lo ama apasionadamente.

Pero es que, poco antes de dar el salto en el terreno empresarial, conoció al que poco más tarde se convertiría en su marido, un catalán llamado Javi, director de exportación de una empresa de medias que vende en 42 países.

«Me contrató para hacerle un desfile, a las tres semanas nos volvimos a ver y surgió el amor», cuenta Noelia, que recibió una propuesta: «Me dijo que si me iba con él a Japón». Y ella aceptó. Así que se pasaron ocho meses en el país nipón para trasladarse luego a Hong Kong, donde la pareja -que también tiene casa a las afueras de Barcelona- ha fijado su residencia y ha abierto una tienda, aunque viajan de acá para allá, de México a Vietnam, de Dubái a Rusia, pasando por Sudáfrica, después de casarse por partida doble: «La primera vez nos casamos en Hong Kong, vestidos con los trajes chinos típicos, y la segunda, en Gijón, con gaiteros y todo».

Y, cuando le preguntan que dónde vive, la respuesta está clara: «Vivo en los aviones, pero me encanta. Me tomo unas pastillas de melatonina para el 'jet lag', que me suele durar dos días, y listo», confiesa Noelia, que en total representa a dieciséis firmas españolas de ropa y complementos. Entre ellas, la de su amigo Miguel Marinero, que «es como de la familia» y que asistió a su boda. Y lo cierto es que en Hong Kong se siente especialmente cómoda, porque allí todo va muy rápido. Como ella.

Noelia lo llama 'Hong Kong Style' y pone un ejemplo: «Imagínate que tengo una reunión para presentar una colección a una gran superficie o a una boutique de lujo multimarca en la planta sesenta de un edificio. Pues bien: cuando llego abajo en el ascensor, ya tengo un 'mail' de la persona con la que me he reunido resumiéndome los contenidos del encuentro y hablándome de los proyectos que vamos a emprender. Eso es Hong Kong. O te metes en la rueda o no aguantas. Se cena a las cinco y se aprovecha el día desde bien temprano».

Lo cuenta tan veloz como dispara una metralleta, por lo que no es de extrañar que se haya adaptado como un guante a una región donde «no quieren saber nada de los chinos» y donde, «al igual que en Emiratos Árabes, son muy marquistas, pero, sin embargo, aprecian mucho la calidad y el precio de la moda española».

«Estoy muy a gusto, porque, aunque es una ciudad muy cara, se vive muy bien». Y porque, además, ha comprobado que el mundo está lleno de asturianos para hacer piña y alguna que otra barbacoa cuando cuadra. «Mi marido dice que los asturianos somos una mafia y no me queda más remedio que darle la razón», bromea esta mujer dueña de un vestidor en el que habitan desde Ion Fiz hasta Moschino pasando por Agatha Ruiz de la Prada y su amigo Marinero y que, en doce horas, «que no son nada», se planta en Madrid o Barcelona. Y, si le entra la morriña, siempre puede invitar a algún cliente a comer en un restaurante español, «que son buenísimos pero están por las nubes», o pedir «unes botellines de sidra llamando a cualquier empresa de distribución de comida internacional».

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