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«Hay cien internos que deberían estar en la UTE y andan trapicheando por Villabona»

Familiares y Amigos de la Unidad Terapéutica denuncian «un deterioro muy grave de la convivencia» en la prisión asturiana

A. VILLACORTA

Miércoles, 24 de septiembre 2014, 00:20

En la cárcel de Villabona están ocurriendo «hechos muy graves». Episodios como que, el pasado 6 de junio, «una persona interna del Departamento de Aislamiento fue trasladada a otro centro penitenciario llevando consigo dos móviles y varios objetos punzantes», poniendo en peligro a varias personas de ambas prisiones. O que, al mes siguiente, los funcionarios localizaron en el recinto del Centro de Inserción Social (CSI) una pistola.

Así consta en el último informe de la Asociación de Familiares y Amigos de la Unidad Terapéutica y Educativa del centro penitenciario de Villabona, hecho público ayer y en el que la organización denuncia que la UTE ha llegado a un «estado de agonía» que se inició en 2012, «con la llegada de la nueva Administración Penitenciaria», cuando comenzó «por parte de la dirección» de la cárcel una dinámica de acoso y derribo de estas unidades y sus representantes» que está poniendo en riesgo la seguridad de trabajadores e internos de la prisión asturiana.

La denuncia no es nueva, pero sí los límites del deterioro a los que se está llegando en el penal, carga la asociación, que critica que, en los últimos tiempos, los módulos que se agrupan bajo el paraguas de la UTE han pasado «de una media de 500 internos a 380», lo que implica que más de «100 personas internas con importantes dificultades -sobre todo, de drogadicción- y que deberían estar en la Unidad, se encuentran en otros módulos consumiendo, trapicheando y, en muchos casos, generando problemas de orden público».

El resultado de esta política de tierra quemada es «un deterioro muy grave en la convivencia de la UTE», que se traduce en «violencia verbal y física, consumos y trapicheos de droga». O en «internos e internas que deciden salirse de la estructura de la unidad saltándose las normas establecidas» por estos módulos libres de drogas y que «han pedido la baja voluntaria, pero siguen permaneciendo» en ellos «porque así lo decide la dirección», explican, «llegando, en muchos casos, a desafiar públicamente a los profesionales cuando éstos les piden que respeten las normas». En suma: «Situaciones que nunca se habían visto» en la historia de la Unidad Terapéutica y Educativa asturiana.

Pero las cosas no terminan ahí, porque entre los profesionales está cundiendo el «miedo», explica la organización presidida por Rosa Fernández, que habla de que ese «temor», unido al «desánimo», está teniendo «un efecto muy negativo» que convierte a la cárcel asturiana en un polvorín.

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