Borrar
Fermín Rodríguez, a bordo del 'Creoula', en una de las últimas expediciones de la Universidad Itinerante de la Mar.
«Los chicos aprenden en el barco una forma de trabajar que es la que pide la empresa»

«Los chicos aprenden en el barco una forma de trabajar que es la que pide la empresa»

catedrático asturiano, Portugal le dará la Medalla Naval Vasco de Gama. El fundador de la Universidad Itinerante de la Mar dice que la creó para cultivar cualidades «que en el aula no das tanto como te gustaría»

RAMÓN MUÑIZ

Sábado, 25 de abril 2015, 00:52

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Se empeña en soñar contra viento y marea y embarca a los que le rodean. Su título define a Fermín Rodríguez (Mieres, 1959) como catedrático de Geografía en la Universidad de Oviedo omitiendo que en realidad, este profesor es un Quijote, un tipo que un día entendió que a sus alumnos les faltaba un pizca de aventura, trabajo en equipo y experiencia internacional. Para arreglarlo diseñó la Universidad Itinerante de la Mar (UIM), empeño que cada verano permite a jóvenes asturianos echarse a la mar, en un velero de cuatro mástiles, mezclados con una tripulación de militares y alumnos portugueses. Por los 17 cursos que lleva organizados han pasado 1.000 alumnos y profesores de distintos países, recorriendo 16.000 millas náuticas. La ocurrencia ha sido premiada por diversas instituciones, pero lo del próximo miércoles es especial. Portugal le distinguirá con la Medalla Naval Vasco de Gama, una distinción militar que reconoce a los uniformados o civiles que «muestran una competencia destacada, un rendimiento excepcional y cualidades relevantes contribuyendo significativamente a la eficiencia, prestigio y cumplimiento de la misión de la Armada portuguesa».

¿Cómo lo encaja?

Hay veces que es el premiado quien honra al premio y aquí es justo al revés. Para todo aficionado al mundo náutico, la Armada lusa es la 'Marinha', una institución con más de 500 años de navegación oceanográfica, enseñando al mundo cómo debe ser explorado.

¿Qué queda, en los marinos de hoy, de esa tradición?

La divisa de su Escuela Naval es 'Talant de bien faire', una forma de recordar ese saber que se nutre de hombres a los que la mar instruyó tanto a navegar como a saber estar en ella, que es una manera de saber estar en la vida. Un geógrafo, por definición, debe ser alguien que quiera explorar el territorio, dispuesto a aprenderlo y a la aventura. Por eso es doblemente satisfactorio esta medalla.

¿Por qué se la dan?

Lo sabré en la ceremonia de entrega, pero imagino que por haber impulsado los equipos que han hecho posible, con más voluntad que medios, mantener la UIM durante este tiempo y hacerla accesible a cualquier estudiante, con la ayuda de las entidades colaboradoras. EL COMERCIO forma parte de este grupo, poniendo a bordo a periodistas que enseñan a los chicos a hacer 'Alvorada', el primer periódico redactado en alta mar, en español y portugués.

Van 17 expediciones de la UIM. ¿Qué cosas han cambiado?

Al principio era una intuición. Nos dimos cuenta de que tras licenciarse los alumnos trabajan en equipos multidisciplinares, con gentes de otras carreras y culturas. Que deben adaptarse a condiciones cambiantes y ser intuitivos, sin perder espíritu de equipo. Lo piden todas las empresas y en el aula no lo trabajas tanto como quieres. El buque-escuela es un laboratorio perfecto para cultivar esto de forma intensa.

¿Y qué resultados ofrece?

Cambia a quienes pasan por él, potenciando cosas que ya tenían dentro. Recuerdo a Corsino, un chico al que sus amigos le reñían, diciéndole que no entendían que en vez de disfrutar del verano se fuera a un barco a trabajar y seguir estudiando. Los que embarcan casi nunca se conocen, pero tienen en común ese inconformismo y ganas de hacer algo más que trajo a Corsino.

¿Es una aventura personal?

Pocas cosas hay en la Universidad que dejen una huella como ésta en los alumnos, pero no es sólo una experiencia individual. El primer día en el navío se intenta hacer con todos una faena general, mover las velas, y van por cubierta como pollos sin cabeza. En la expedición a las Azores, que fue de 28 días, la última madrugada llovía y necesitábamos mover todo el velamen, cosa que resolvieron apenas diez alumnos en media hora.

La experiencia cambia a los alumnos... ¿y a usted?

Pues me ha convertido en portugués. Organizar esto con la Universidad de Oporto y la Armada portuguesa me ha hecho sentir y pensar como ellos, lo que me encanta. Somos dos países que vivimos de espaldas en lugar de descubrirnos en la civilización ibérica que nos une.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios