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Cada vez son más frecuentes trampas como esta tabla con puntas, camuflada en el suelo.
Proliferan las trampas para ciclistas

Proliferan las trampas para ciclistas

En Asturias la mayoría de obstáculos son fruto de la «dejadez» de algunos ganaderos

LUCÍA RAMOS

Lunes, 17 de agosto 2015, 00:38

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Alambres, cuerdas, clavos, árboles, piedras... Cada vez son más los obstáculos, muchos de ellos intencionados, con que se encuentran los ciclistas de montaña en sus rutas. En ocasiones, estas trampas son mortales, como ocurrió el pasado 25 de julio, cuando uno de estos deportistas fallecía tras tropezar con un cable y caer de su bicicleta en Cantabria.

Hace algo más de un año fue un asturiano, Manuel Fernández, quien salvó la vida por unos pocos centímetros. Circulaba por un camino de senderismo situado en el concejo de Ribera de Arriba cuando se topó con unos alambres de espino que, colocados a la altura de la cabeza, le desgarraron completamente el labio superior. Si llegan a estar colocados unos centímetros más abajo, las consecuencias podrían haber sido funestas. Unos meses después, en septiembre de 2014, era un aficionado al ciclismo de montaña gallego quien sufría una lesión medular tras tropezar con una gran piedra colocada en medio del sendero por el que circulaba. Estas son sólo algunas de las consecuencias de una práctica que, desgraciadamente, parece estar poniéndose de moda y que pretende echar a los ciclistas de los montes.

Rubén Patricio Gómez, compañero de Manuel en el Club Asturcón y miembro también de BTT (bicicleta de montaña) Pelayo, explica que en las numerosas rutas que realiza con sus compañeros de afición se encontró obstáculos de todo tipo. Reconoce, no obstante, que por el momento parece que en Asturias predominan las 'trampas' fruto de «la dejadez» que las colocadas «a mala leche. Lo habitual es que los ganaderos cierren los praos para evitar que se les escapen los animales. El problema es que muchas veces cierran caminos sin darse cuenta o se olvidan de colocar plásticos o telas de colores para que los alambres se vean», señala. Incluso se dieron casos, indica, de animales que estaban amarrados a un árbol o un poste y que tensaron la cuerda justo cuando pasaban ciclistas por la zona. «Algo así es difícil de evitar», apunta el ciclista.

La gente que vivió toda la vida en el campo y en el monte, explica Rubén, está acostumbrada a utilizar senderos que hasta hace unos años nadie más usaba, y ahora se encuentran con que esos mismos caminos son utilizados por ciclistas, motoristas, quads, senderistas... «Los vehículos a motor quizás sí que pueden degradar el terreno y causar algún desperfecto, pero las bicis no generan absolutamente ningún impacto. De hecho, siempre que hacemos alguna ruta en la que vaya a participar un buen número de personas, realizamos el recorrido unos días antes provistos de una cámara y lo repetimos días después para demostrar que quedó intacto», indica.

Denunciar siempre

«Cuando encontramos algún pastor eléctrico o alambre cerrando un sendero público, lo que solemos hacer es retirarlo para que no haya accidentes», explica Urbano Magdalena, vicepresidente del Club Poco a Poco de Mieres. Por la zona en la que ellos suelen rodar, la cuenca del Caudal, no tienen conocimiento de que haya habido trampas puestas con la intención de hacer daño. No obstante, en caso de que alguien se tope con una «lo que hay que hacer siempre, sin excepción, es denunciarlo a la Guardia Civil o al Seprona», señala. Lo mismo recomiendan desde otros clubes ciclistas, así como desde las diferentes comandancias de la Guardia Civil en Asturias.

«Quien es capaz de hacer algo así es un auténtico salvaje y, si le pillan, debería ser juzgado por la vía penal, pues sabe perfectamente las consecuencias que sus acciones pueden acarrear y va a hacer daño. Tolerancia cero», manifiesta Carlos García, de la asociación Asturies ConBici. La solución, indica Urbano, pasa por una reeducación de quienes se sienten molestos con el paso de los ciclistas. «Tienen que entender que hay espacio para todos y que nosotros somos los primeros interesados en no molestar: siempre respetamos el medio ambiente y, si vemos un rebaño de animales, tratamos de pasar despacio para no asustarlos, por ejemplo», explica, mientras cruza los dedos para que esta peligrosa moda no se asiente en Asturias, como parece haberlo hecho en otras comunidades autónomas, como Galicia, Aragón, Andalucía o Castilla y León.

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