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Detrás, de izquierda a derecha, Pelayo Martínez, Álvaro Álvarez, Lola Escudero, Pedro Vega, Eduardo Murias, Montserrat Delgado, Faustino Arias y Santiago Dacosta.Delante, Antonio García, José Torrecillas, Emilia Cortes, Chelo Gutiérrez, Victoria Prego, Ángeles Rouco, Carmen Jáñez y Rosalía Tenorio. Son algunos de los profesionales que intervienen en el código ictus del HUCA.
«El ictus podría haberme dejado pajarito»

«El ictus podría haberme dejado pajarito»

Victoria Prego fue uno de los 400 enfermos tratados en el Hospital Central con una técnica pionera

Laura Fonseca

Sábado, 28 de noviembre 2015, 00:29

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«Estoy encantada de estar hoy aquí, porque el ictus podría haberme dejado pajarito y, sin embargo, aquí me tenéis. Sin ninguna secuela». Victoria Prego compareció ayer en el HUCA, «un hospital al que le debo la vida», confesó, para hablar públicamente, y por vez primera, del ictus que sufrió en agosto de 2013 mientras disfrutaba de sus vacaciones en Lamuño (Cudillero). La conocida periodista abandonó por unos minutos su faceta más profesional (bueno, no pudo evitar hacer ella misma alguna pregunta a los facultativos) para protagonizar una rueda de prensa en La Cadellada, en la que médicos y paciente hablaron de los resultados de una novedosa técnica para el abordaje de los conocidos también como infartos cerebrales. Se trata de un procedimiento que el HUCA inició de forma pionera en 2012 y del que ya se han beneficiados 400 enfermos, Victoria Prego entre ellos.

La técnica se llama trombectomía mecánica, un nombre «complicado» que ni la propia periodista se animó a pronunciar pero de la que sí aseguró que «el éxito y el resultado es evidente, ¿no? Aquí me tenéis. Sigo hablando mucho, y no mal», bromeó. La trombectomía mecánica, explicaron seguidamente los neurorradiólogos intervencionistas Pedro Vega y Eduardo Murias, consiste en introducir un catéter en el paciente para llegar hasta la zona afectada del cerebro. Una vez allí, se coge el trombo y se retira. De esta manera se consigue liberar la arteria afectada y devolver el riego sanguíneo a todo el tejido cerebral. Todo esto hay que hacerlo en un tiempo máximo de seis horas. Pasado ese plazo, el daño cerebral que provoca la obstrucción arterial es ya irreversible. No hay vuelta atrás. Es cuando el ictus deja sus peores secuelas porque «tiempo es vida», señalaban ayer insistentemente varios de los profesionales del HUCA que participan en este proceso asistencial.

Trombo de 4 milímetros

En el caso de Victoria Prego, el trombo, de entre 3 y 4 milímetros, se había alojado «en el lado izquierdo del cerebro. Le afectaba a la movilidad del lado derecho del cuerpo y al área del lenguaje», detalló Eduardo Murias, uno de los profesionales que la atendió aquel 5 de agosto de 2013, «el mismo día en que estaba naciendo su hijo, me acabo de enterar ahora mismo», apostilló, sonriente, Prego. La periodista estaba de vacaciones en Asturias cuando, de repente, «sufrí un desmayo». Dice que tuvo mucha suerte, «porque me trajeron al HUCA, donde hay una unidad de ictus, pero también porque en el momento en que me ocurrió aquello, estaba acompañada».

Fueron sus hijos y su marido los que se pusieron en marcha «y me trajeron al entonces viejo hospital», relató. Enseguida, el HUCA activó el código ictus y se preparó para iniciar el protocolo marcado para una trombectomía mecánica. «Lo primero es someter al paciente a un escáner para ver cuál es la zona dañada», indicó Pedro Vega. A continuación, «se practica el cateterismo». Al cerebro del paciente se accede a través de la ingle. Desde ahí se va por dentro hasta el cuello, «donde se introducen unos catéteres más finos que van a la arteria cerebral en la que está el trombo. En ese catéter se mete una especie de stent que se abre en el seno del trombo, para atraparlo y retirarlo», detallaron ambos especialistas.

Más unidades

Por su parte, Victoria Prego aprovechó la comparecencia ante los medios para exigir «al Estado la creación de más unidades de ictus. Debería haber una o dos por provincia», dijo. La técnica de la que dispone el HUCA para lo que se consideran «los ictus más graves y con grandes trombos» no está en todos los hospitales del país. En Asturias, solo se implantó en La Cadellada. Para su puesta en marcha se requiere de equipos de neurorradiología intervencionista pero también es necesario desarrollar un sistema de guardias de 24 horas durante los 365 días del año, algo similar a lo que ocurre, por ejemplo, con los trasplantes de órganos.

De los 400 pacientes tratados en Asturias con este procedimiento, un 60% quedó sin secuelas. «Vivo exactamente igual de mal que vivía antes y sigo trabajando en los mismos términos. Solo tomo una pastilla de Adiro al día», confesaba feliz y satisfecha Victoria Prego. Pese a haber transcurrido dos años y medio de aquel trance y no haber necesitado rehabilitación, «salvo un poco de paciencia para hacerme otra vez con el teclado del ordenador», la periodista sigue «asombrada casi todos los días cuando pienso que podría haber quedado inútil o muerta. Si no me hubieran aplicado esta técnica no estaría aquí hablando porque, insisto, podría estar muerta o destrozada. Podría haber perdido toda mi capacidad de ... -hace un alto en el relato para respirar-, en fin, toda mi capacidad».

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