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José Manuel Alonso, en el apiario de Deva (Gijón), donde tiene que estar pendiente de las abejas ya que no han cesado en su actividad en todo el invierno.
La naturaleza se vuelve loca

La naturaleza se vuelve loca

Muchas especies vegetales han vuelto a florecer, al tiempo que algunas aves y mamíferos tratan de adelantar sus épocas de celo

MARCO MENÉNDEZ

Domingo, 24 de enero 2016, 01:23

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Pocos se atreven a afirmar que se debe al cambio climático, pero lo que es un hecho es que las temperaturas en Asturias son últimamente mucho más elevadas que en años anteriores. Incluso, la Nasa ha llegado a decir que 2015 fue el año con la temperatura media más alta desde hace unos 140 años. Esa situación global también se deja sentir en la geografía asturiana, con más calor y menos lluvias que lo que marcan las estadísticas. Si es incómodo para los humanos, también se siente afectada la naturaleza.

Animales que deberían estar prácticamente inactivos, como osos, abejas, tortugas de Florida o pequeños reptiles, campan a sus anchas por montes y praderas. Al mismo tiempo, especies vegetales comienzan a rebrotar -o incluso a florecer, dependiendo de los lugares-, como cerezos, castaños, rosales, hortensias, buganvillas, eucaliptos y un largo etcétera. Pero también las hortalizas amplían notablemente su periodo de cosecha. Y no se sabe hasta cuándo seguirá así.

Luis Laria, responsable del Parque de la Vida, en Valdés, conoce bien lo que está ocurriendo: «Por ejemplo, las tortugas de Florida, que tienen muy poca actividad en invierno o, incluso, hibernan, aún las tenemos saliendo a tomar el sol. Es algo que no ocurría en años anteriores». También ha observado otro tipo de cambios, como en las simples praderas, «llenas de margaritas. Además, hay una cantidad de hierba similar a si estuviéramos en pleno septiembre», apunta.

Laria explica que estos cambios aún no se han visto en la fauna marina debido a que «la térmica marina tiene una variación mucho más lenta que en tierra. Ocurre lo mismo que en las aguas de los ríos, donde es mucho más difícil encontrar las alteraciones que tenemos en tierra».

Este experto apunta que, en muchas zonas de Asturias, tanto en el haya como en el roble «observamos que no han caído todas las hojas e, incluso, antes de que caigan ya empiezan a brotar las nuevas». Es algo que no solo ocurre con estos árboles. Roberto Hartasánchez, presidente del Fapas, también comprobó cómo «aparecieron los primeros cerezos en flor en la zona de Teverga. Que en enero florezcan especies frutales es del todo anormal y, por ejemplo, a mil metros de altura están floreciendo los jazmines al tiempo que los rosales ya tienen brotes».

Casimiro Sixto Muñiz, presidente de la Asociación en Defensa de la Abeja del Principado de Asturias, también advierte sobre la situación que están atravesando estos esquivos animales y explica que sufren «las alteraciones propias de estas temperaturas. Las abejas no han parado de trabajar y en la mayoría de los casos no expulsaron a los zánganos, siguen en las colmenas».

Lo que Sixto califica de «descontrol» supone que, si viene una época de demasiado frío, al haber muchas abejas en la colmena deberán comer todas sus reservas, con lo que al final se podría dar el caso de que murieran de hambre, perdiéndose todo el enjambre. Además, apunta que «en diciembre se ha estado recolectando miel de eucalipto, porque estos árboles todavía están en flor. Está claro que afecta el cambio climático. No sé si es algo cíclico, pero lo que está claro es que en Asturias nunca hubo un diciembre con hasta 22 grados de temperatura».

También ve con sorpresa la situación de las abejas José Manuel Alonso, presidente de la Asociación Gijonesa de Apicultura (AGA), quien asegura que «están disparadas». Tal es su actividad que han tenido que poner «alzas» a las colmenas para dar cabida a todos los animales, porque «todavía están metiendo miel».

También el campo está trastocado en sus quehaceres. Es muy habitual pasar por cualquier campiña y ver a campesinos segando sus praderas, que en pleno mes de enero están muy cargadas de hierba. Algo parecido está ocurriendo con la horticultura. Pablo Runza, de Viveros Runza, indicó a este periódico que estas elevadas temperaturas «engañan a las plantas, sobre todo a los frutales». Y como ejemplo pone la cosecha de pimientos que, si en condiciones normales dura hasta finales de octubre o principios de noviembre, «este año la hemos estirado hasta el 15 de enero».

De cualquier forma, con las hortalizas no hay gran problema, ya que su siembra, cosecha y recolección se adapta a las condiciones meteorológicas. Sí puede tener consecuencias con los frutales. Runza explica que «necesitan unas horas de frío para estimular la floración en su época y que el fruto coja todo el sol que pueda en primavera y verano para transformar los azúcares. Si hay una helada cuando está florecido, lo quemará y no te va a dar una segunda floración. Además, un árbol debe tener su estacionalidad todos los años».

Puede ocurrir que haya frutales que no se adapten y sea necesario en un futuro cercano «cambiar las variedades que tenemos plantadas, como ya están haciendo en zonas del Sur de España, y evitar así que se agrupe la producción para que no se sature el mercado», apunta Runza.

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