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Urgente «Cuando llegué abajo y vi las llamas, se me vino el mundo encima»
La letrada Ana Muñiz acompaña a María Jesús Otero.
«Otero encargaba el viaje que quería y luego la factura iba a APSA e Igrafo»

«Otero encargaba el viaje que quería y luego la factura iba a APSA e Igrafo»

El vendedor de la agencia afirma que dos vuelos fueron para Riopedre. «Ella hacía siempre lo que decía el consejero», asegura un testigo

E. SUÁREZ / R. MUÑIZ

Viernes, 6 de mayo 2016, 03:18

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José Luis Iglesias Riopedre y María Jesús Otero están librando un pulso a través de sus representantes. El abogado del exconsejero se afana en que los testigos reconozcan que la 'número 2' de Educación era quien estaba al tanto de todo, fuera o no legal. Lo contrario persigue la letrada de Otero, recordando que a fin de cuentas el que más tenía que mandar allí era Riopedre.

El enfrentamiento recorre cada declaración. El inspector jefe de la Brigada de Delitos Económicos, por ejemplo, dijo que Otero acudía a una agencia de viajes, «encargaba el viaje que quería, y luego la oficina pasaba la factura a Igrafo y APSA». Rodrigo León, que era el responsable de la oficina en la que se cursaban esas excursiones, confirmó que el asunto «no me extrañaba» y reconoció que la mujer era «una buena cliente», capaz de cargar hasta 80.000 euros en un solo año. También matizó que en dos ocasiones el pedido era para que Iglesias Riopedre se desplazara con su esposa a Barcelona y Tenerife.

Declaró también Pablo Rodríguez Porrón, secretario general técnico de Educación entre 2006 y 2007, quien diseccionó las responsabilidades de uno y otro. Otero, dijo, era la que contactaba con los proveedores, la que estaba «detrás de las contrataciones». Al alto funcionario nunca le extrañó que los encargos cayeran mayoritariamente del lado de Igrafo y APSA. Eso sí, también precisó que los encargados de controlar el material que llegaba a los centros eran los directores de los centros o en su caso los jefes de sección; nunca la propia directora general.

Ante un agente de policía, la abogada de la ex directora general, Ana Muñiz, aprovechó para leerle a los magistrados un atestado según el cual su clienta «cumplía órdenes del consejero». En cuanto pudo darle la réplica, su colega Sergio Herrero blandió el mismo informe y matizó en nombre de Iglesias Riopedre que en efecto, esa conclusión figura en los papeles, tras una escucha en la que el consejero insta a «repartir siempre entre Igrafo y APSA», pero que aquello hace referencia a un caso puntual. Fue porque había que amueblar los centros de Arriondas que fueron víctimas de unas inundaciones. Se trata de un tipo de encargo de emergencia que, por ese motivo, debía adjudicar directamente el consejero.

Ana María Fernández Miguélez fue también secretaria general técnica, de 2003 a 2006, y recordó que en el resto de los casos, el departamento de Otero era el encargado de realizar las contrataciones. En las obras, diagnosticó, la supervisión era cosa de la oficina técnica.

El lenguaje más directo lo aportó Joaquín Arce, funcionario de carrera con destino en Educación en el año 2000 y de formación economista. Aseguró que en aquella época las peticiones de compra realizadas por los directores de los centros educativos iban a parar directamente a la mesa de Otero, que autorizaba gastos a la vez que mantenía reuniones a puerta cerrada con los gerentes de APSA e Igrafo. Este tipo de encuentros, admitió que no eran ilegales, pero sí que le resultaron «muy raros». Formalmente las cuentas de los colegios eran independientes de la consejería, pero el sistema resultaba «un desastre», motivo por el cual el propio funcionario procuraba cotejar los papeles con los directores de los centros cuando se le encomendaba dicha misión.

Cuestión de representación

María Jesús Otero «era la que lo controlaba todo». «Me parecía peligroso que una persona sola esté en contacto con empresas y de ella dependa un montón de gasto», valoró. El testigo, eso sí, manifestó que la directiva estaba lejos de trabajar por su cuenta. «Era la persona de la máxima confianza de Riopedre, siempre hacía todo lo que decía el consejero; le tenía mucha fidelidad», evocó.

Las explicaciones de Arce provocaron el disgusto de la propia Otero. La mujer acostumbra a atender las versiones de los testigos sin apenas inmutarse, pero ayer negaba ostensiblemente la cabeza durante varios pasajes de su antiguo compañero. El juicio tiene algo de representación, motivo por el cual el consejero está evitando sentarse al lado de su antigua colaboradora en todas las sesiones. A Iglesias Riopedre se le ha visto en el banquillo junto a Renedo, Víctor Muñiz o Alfonso Carlos Sánchez, pero nunca cerca de la que fue persona de máxima confianza. Cuando el juez permite que todos marchen y nadie se fija, los antiguos compañeros se acercan y cruzan alguna confidencia sobre la suerte que han tenido en la sesión.

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