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Andrés Suárez
Miércoles, 7 de septiembre 2016, 21:14
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La legislatura autonómica ha superado ya su primer año y el balance es, de momento, muy pobre. El Principado es una región sin presupuestos, con un Gobierno sustentado sobre una minoría parlamentaria de 14 diputados y sin alianzas claras, ahora que el acuerdo de investidura que el PSOE tiene con Izquierda Unida pasa por sus horas más bajas. Siendo preocupante el balance, más inquietante aún es que el futuro, al menos el más inmediato, pueda ir por los mismos derroteros. Esa es la impresión que dejó esta tarde el transcurrir del pleno institucional del Día de Asturias, que, lejos de servir como punto de partida de una nueva etapa de diálogo, negociación y entendimiento, escenificó una vez más la abierta división de las fuerzas de la izquierda PSOE, IU y Podemos y, ante la falta de alternativas claras, alimentó el riesgo de otro año perdido, el segundo consecutivo, para la comunidad.
El pleno institucional, inicio oficioso del curso en Asturias, se desarrolló en un clima extraño, de total desconfianza entre los grupos.
Hay una variable autonómica, la ausencia de una mayoría clara en la Junta y las dificultades para poder conseguirla, lo que convierte en real el peligro de una segunda prórroga presupuestaria, un golpe letal para la economía regional. Y un factor nacional, directamente conectado con lo anterior: el bloqueo político en Madrid, que puede desembocar en una tercera llamada a las urnas y que hace que en el Principado todo esté paralizado a expensas de ver cómo se soluciona el embrollo estatal.
Todo se mira en clave preelectoral y así es muy difícil que el diálogo se abra camino. La consecuencia de todo ello es que, a estas alturas, la palabra que más se repite en los pasillos del Parlamento es incertidumbre.
La sesión plenaria fue una buena muestra de esta mezcla de recelos, desconfianzas y falta de sintonía entre las partes. Apenas hubo coincidencia en el reproche general de la oposición, incluyendo a IU, a la falta de empuje y liderazgo del Gobierno, singularizada en su presidente, Javier Fernández. A partir de ahí, discordancias. La más sonora, la de Podemos, con su portavoz, Emilio León, dejando claro a los socialistas que su grupo político «no tragará con unos presupuestos escritos en una servilleta en el último momento», lo que anticipa que el voto favorable de la formación morada al proyecto de cuentas para 2017 costará al Ejecutivo socialista sangre, sudor y lágrimas. IU, por boca de Gaspar Llamazares, se movió entre el tirón de orejas al Ejecutivo y la insistencia en la necesidad de articular acuerdos por la izquierda. Y el PP vio la oportunidad de colarse por la brecha que dejan abierta sus adversarios y, a través de Luis Venta, jugó sus cartas: un discurso proclive al entendimiento, sí, pero dejando claro que los populares ya se ven como alternativa real al PSOE en los comicios regionales de 2019.
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