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Domingo, 4 de diciembre 2016, 01:17
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Macarena Fernández Monasterio (40 años) es maestra de Primaria y decidió cursar el título de Experto en Filología Asturiana de la Universidad de Oviedo para acceder a una de las plazas de Llingua, porque en su especialidad, Primaria, «estaba muy atrás en la lista de interinos». Con su experiencia previa en la escuela pública, accedió en 2011 a la bolsa de trabajo de Llingua, «con muchísimas medias jornadas, a menudo también itinerantes, y que nadie quiere», pero que el colectivo interino escoge para ir sumando experiencia. Sin embargo, un lustro después, el Ministerio de Educación sigue sin reconocer Asturiano como especialidad docente, por lo que la suya es una «bolsa estanco, en la que no se puede aportar una nota de oposición, ni méritos».
Que Llingua sea la opción elegida para poder trabajar «no es excusa para el trato que se le da a la propia lengua y a la situación laboral de quienes la enseñamos», indica Macarena, con media jornada este curso en un centro escolar del concejo de Llanes, «porque la consejería no deja unir dos medias jornadas».
Sobre la situación laboral, se refiere a los 45 minutos que, con la adaptación de la LOMCE, dura la clase de Asturiano frente a los 60 del resto de las asignaturas «para que cuadre todo el horario». Eso supone que, entre sesión y sesión, dispone de quince minutos «que no dan tiempo a nada y que, sumados, suponen que pase una hora más en el centro a la semana, algo que Inspección no tiene en cuenta». Su media jornada supone impartir doce horas lectivas a la semana (una hora y media por cada grupo) y estar otras tres en el centro, de las que reserva una para el claustro que tiene lugar una vez al mes. «Con esas horas, puedo vigilar dos recreos y medio. ¿Y qué hago con la otra mitad? ¿Dejo a los alumnos y a mis compañeros tirados? O si hay una reunión docente en la que se va a hablar de un niño de mi clase, ¿no voy porque no coincide con mi estancia en el centro? No, los profesores no hacemos eso, porque estamos comprometidos con nuestro trabajo y con la evolución del alumnado».
Sin embargo, con estos ejemplos, quiere poner de manifiesto que las medias jornadas (que suponen un 31% de las ofertadas este curso) «son una tomadura de pelo, porque, al final, hacemos más horas de las que nos corresponden», apunta Macarena, que alude también a otro de los problemas que afectan a los interinos, aunque eso sí, no en exclusividad (hay funcionarios de carrera con el mismo problema): las itinerancias. El curso pasado, también en el Oriente, tuvo que itinerar al estar en un centro rural agrupado y con los nuevos criterios de la consejería, que no comparte que el punto de llegada y de salida sea el centro al que está asignado el profesor, comenzaron a retrasarse los pagos y aún le adeudan «398 euros de 2015-2016».
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