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ELENA RODRÍGUEZ
Martes, 28 de marzo 2017, 03:47
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«Se me vino el mundo encima». Daniel Losas, de 48 años, intenta aguantar el llanto, pero las lágrimas siguen asomándose en sus ojos al recordar el terrible momento que vivió el pasado domingo, a las 20 horas. Después de toda una tarde intentando contactar con su pareja, Marisol Blanco, de 39 años, y su hijo mayor, Alberto Menéndez, de 21, seguía sin saber nada de ellos. Se acercó hasta la vivienda, situada en la calle La Presa, en el barrio de Ambasaguas de Cangas del Narcea y, al comprobar de nuevo que no respondían, rompió una de las ventanas de la casa. Se los encontró muertos. Todo apunta a una intoxicación por monóxido de carbono de la cocina de carbón. Fue el peor momento de su vida. De inmediato, echó a correr hacia la vivienda de su hermano Pedro, solo unos pasos más abajo de la calle, desde donde llamaron al 112 y la Guardia Civil.
Daniel es «desde hace doce años» la pareja de Marisol y también el padre de su hijo pequeño, de ocho años, con quien estaba pasando la tarde de domingo. Ambos tenían una relación, asegura, pero vivían en casas separadas. Él, en el barrio de Santa Catalina. «Me acerqué a la de ella sobre las tres de la tarde. Piqué, pero no me contestaron. Pensé: 'Estarán durmiendo' y me fui con el chiquillo al Prau del Molín», donde ambos se encontraron con los hermanos de Daniel (la suya es una familia numerosa de trece hermanos) y otros niños de la familia. En ese intervalo de tiempo, entre las tres de la tarde y las ocho, intentó contactar con Marisol mediante whatsapp y mensajes en el buzón de voz. No había respuesta. Y, en las conversaciones con la familia, apareció el recuerdo de su hermano Javier, fallecido hace un mes por un fallo multiorgánico. Como un mal presagio, decidió no esperar más y se dirigió a la vivienda de Marisol, con un fatal desenlace.
Hasta el lugar del suceso -en el que también apareció muerto el gato de la familia, 'León'- se desplazaron el jefe de la zona suroccidental del Servicio de Emergencias de Asturias (Sepa) y siete efectivos del parque cangués, quienes procedieron a ventilar las ventanas y medir las concentraciones de monóxido de carbono. La operación se inició en la propia vivienda y continuó, por seguridad, en las de otras cinco que componen la manzana, después de desalojarlas. Inicialmente no se detectó nada, pero una segunda medición sí confirmó una pequeña concentración de monóxido de carbono provocada por la cocina de carbón. Los bomberos procedieron a retirar los rescoldos que había sobre ella y, aunque la familia indicaba a media tarde de ayer que aún no tenía el resultado de la autopsia, señalaban que la principal hipótesis que manejaba el forense era la intoxicación por mala combustión de la cocina de carbón. «La cocina tiraba mal. Marisol abría la tapa porque decía que así tiraba mejor. Yo intenté arreglársela. Había un hueco donde se echa el carbón y el humo se escapaba. Se lo tapé y, durante una temporada, funcionó bien». «Como tiraba mal -prosigue Daniel-, le dije que no la usara, pero tendrían frío y la encendieron». Las lágrimas vuelven a sus mejillas. Está sentado en la repisa de la ventana que se vio obligado a romper mientras un agente de la Guardia Civil cierra la vivienda tras haberle acompañado a recoger ropa del hijo pequeño. «El niño se ha pasado la noche acariciándome. No hay consuelo para esto».
El funeral, hoy a las cuatro
Marisol, ama de casa y vecina de Cangas desde niña, se encontraba en paro y, según las vecinas, era frecuente cruzársela de paseo con sus hijos. Había trabajado en los planes de empleo del Ayuntamiento y recibido ayudas sociales. Su hijo Alberto decidió quedarse el domingo en casa, donde residían de alquiler, para acompañarla. «Era muy buena nena, muy sociable». En los últimos días, varios vecinos les habían advertido del olor y del humo que salía de la vivienda. La casa tiene dos plantas y en la superior vive Manuel Fernández, de 79 años, que ayer no podía evitar emocionarse al recordarlos. Él fue uno de los últimos en avisarles el sábado a la hora de cenar. «Estaban con unos amigos y les dije que abrieran las ventanas». Marisol deja, además de pareja y un niño pequeño, un hermano (que venía ayer de Valencia) y madre.
Apesadumbrado por «las semanas tan complicadas» que vive el concejo (la semana pasada falleció una mujer de 46 años al caerle un árbol encima y otro vecino resultó herido grave cuando cortaba madera), el alcalde, el socialista José Víctor Rodríguez, señaló que «es un palo muy grande que nadie espera porque eran muy jóvenes. Lamento que esto ocurra en el siglo XXI por una cocina de carbón». El primer edil se trasladó el domingo al lugar del suceso para dar el pésame y apoyar a la familia. Ayer pidió extremar las precauciones: «Hay que limpiar una vez al año la chimenea y tener cuidado por la noche para que no se avive la llama de la cocina». El funeral por Marisol Blanco y Alberto Menéndez tendrá lugar hoy, a las 16 horas, en la Basílica parroquial de Cangas. Después, sus restos serán trasladados al cementerio parroquial de Trones.
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