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A la derecha, Luis Miguel Cuervo, junto a la fosa común del cementerio de Bañuges y la partida de defunción de Manuel Fernández. Abajo, María Fernández, una de las mujeres candasinas represaliadas.
Cuarenta personas y varios drones participarán el próximo fin de semana en la exhumación de dos fosas comunes en Agones y Bañugues

Cuarenta personas y varios drones participarán el próximo fin de semana en la exhumación de dos fosas comunes en Agones y Bañugues

Se buscan los restos de dos hermanos ‘paseados’ el 24 de diciembre de 1937 y de tres candasinas tiradas desde el Cabo Peñas

AZAHARA VILLACORTA

Jueves, 11 de mayo 2017, 03:19

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La Nochebuena de 1937, los hermanos Manuel, de 31 años, y Ángel Fernández, frisando los 20, se encontraban cenando en familia en Agones (Pravia) cuando llamaron a su puerta. Era, M. C., falangista local cuyo nombre aparece en varias denuncias cursadas por los vecinos de la zona y que, en muchos casos, acabaron en fusilamientos al margen de la ley. Un hombre acostumbrado a tomarse la justicia por su mano que aquella noche decidió irrumpir en la celebración navideña para proponer a Ángel y Manuel «ir a dar un paseo» siniestro, porque los dos hermanos eran asesinados poco después en un punto situado junto al cruce de La Canalona. El mismo donde M. C. obligó a enterrarlos a un vecino que pasaba por allí. La cuneta en la que, aún hoy, continúan sus restos y de la que su hijo y sobrino Ángel se propuso sacarlos hace una década, cuando empezó a reclamar su exhumación. Y ahora, ochenta años más tarde, ha llegado el momento, porque la Asociación para la Recuperación para la Memoria Histórica (ARMH) ha logrado reunir un equipo de cuarenta voluntarios que el próximo fin de semana exhumarán la fosa de La Canalona en busca de sus cuerpos. Un grupo que incluye a varios profesionales de la Sociedad de Ciencias Aranzadi del País Vasco, liderado por el forense Francisco Etxeberria, que ha trabajado en más de 500 fosas de la Guerra Civil y la represión franquista, de donde han salido restos de más 8.000 personas, y que llegará a Asturias auxiliado por varios drones.

Pero Etxeberria, conocido como el forense de la memoria porque su firma está también en la identificación de los restos de Lasa y Zabala y de Miguel de Cervantes, en la autopsia del cantautor chileno Víctor Jara y de Pablo Neruda o en el análisis de los restos de Salvador Allende que confirmó su suicidio tras el golpe de Estado de Pinochet, también trabajará en otra «herida abierta»: la fosa común de Las Candasas, únicamente señalizada por una cruz sin nombres en el cementerio parroquial de Bañugues, pero en la que «nunca faltan flores», cuenta Luis Miguel Cuervo, de la ARMH, que relata que el 10 de mayo de 1938 se desató «una terrible cacería». Fue después de que el Negociado de Orden Público del Ayuntamiento de Carreño elaborase un listado de 52 habitantes del concejo cuyos «crímenes y delitos» eran «haber formado parte de las diferentes directivas de los partidos de izquierdas afectos al Frente Popular». Una represión que se extendió a sus familias y en la que varios huidos, tras ser pasados a cuchillo, fueron arrojados al mar desde el Cabo Peñas. Entre ellos, tres mujeres hoy enterradas en el cementerio de la localidad gozoniega a la espera de que sus restos sean identificados por las pruebas de ADN a petición de sus nietas. «Mujeres buenas» como María Fernández, 'La Papona', que en el momento de su asesinato, tras ser terriblemente torturada, tenía 46 años y una hija de doce, que trabajaba como encargada de la fábrica de conservas Albo, donde formaba parte del comité de empresa, probablemente en representación de UGT, y que llevaba a diario comida a los presos del campo de concentración de Candás.

En la partida de defunción de Manuel Fernández figura que murió una Nochebuena «a consecuencia del Movimiento de las Fuerzas Nacionales». De María y sus compañeras únicamente se encontraron un saco de restos que alguien llevó al camposanto y un mandil con un número de trabajadora en la conservera bordado. Sus familias, «muy nerviosas y auxiliadas por psicólogos estos días», aguardan a «poder enterrarlas juntas, con dignidad».

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