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MARCOS GUTIÉRREZ
EL BERRÓN.
Jueves, 1 de marzo 2018, 05:06
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«Aurelia no pensó más que en salvar todas las vidas posibles». Así describió Manuel Roces Quirós el último sacrificio de su vecina Aurelia Díaz, de 83 años, que trató de avisar a todos los residentes del edificio donde vivía en El Berrón de que se había declarado un incendio. «Fue bajando las escaleras llamando a todos los vecinos, intentando alertar a los más posibles» comentó.
El funeral en memoria de esta mujer, segunda víctima mortal del incendio, tuvo lugar ayer en la iglesia parroquial de San Martín de La Carrera. Sus familiares, amigos y conocidos coincidieron en resaltar su bondad y desprendimiento. Santiago Corral, hijo de uno de los vecinos que fueron hospitalizados tras el suceso, comentó que sus padres «fueron a vivir ahí cuando se hizo el edificio». «Yo conocí a Aurelia de crío y para mí era como si fuese mi abuela; la recuerdo muy activa y, sobre todo, muy humana», apuntó. «El consuelo, dentro de la pena, es que ahora la nena de Rubén quede bien, que ya hubo bastante desgracia. Todos rezamos por eso», concluyó. Carla, la pequeña de cinco años hija del otro fallecido, sigue ingresada en la Unidad de Quemados del Hospital La Paz, en Madrid.
La iglesia parroquial de San Martín de La Carrera está ubicada a apenas dos manzanas de la calle Río Magostales. Ayer se abarrotó de vecinos, amigos y familiares que quisieron despedir a esta mujer, cuya muerte dejó a todos los residentes en El Berrón «traspuestos», como indicó el párroco de la localidad, Alejandro Díaz Noval. El fallecimiento de esta vecina «no ofrece muchas respuestas», indicó. El sacerdote comentó que desde que tiene «uso de razón» no recordaba «a Aurelia andando despacio», ya que «siempre estaba trabajando y de un sitio para otro». En este sentido, el cura insistió en que esta querida mujer de El Berrón «supo hacer de su vida una preocupación por los demás».
Por otro lado, los vecinos del edificio siniestrado siguen sin poder regresar a sus viviendas, ya que no hay luz ni agua caliente. Solo uno de los residentes permanece en su piso para cuidar de sus animales. La congoja entre los afectados aún es muy profunda. «Mi hijo no quiere volver porque quedó traumatizado», explicó ayer una de las vecinas del inmueble.
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