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El ganadero Manuel Remis, con una de sus cabras.
El lobo acaba con más de medio centenar de cabezas de ganado desde mayo en el monte Llosorio

El lobo acaba con más de medio centenar de cabezas de ganado desde mayo en el monte Llosorio

A. FUENTE

Martes, 28 de julio 2015, 00:27

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El lobo hace mella en el monte Llosorio de Mieres. Así lo denuncia la asociación de ganaderos afectados por el cánido, Agall. El colectivo asegura que desde el mes de mayo han acabado con un total de 56 cabezas, entre terneros, cabras o potros. Se estima que las pérdidas económicas por estos ataques ascienden a más de 30.000 euros.

Desde el colectivo de afectados se manifiesta que con estos constantes ataques en esta zona del concejo del Caudal «se demuestra que es un fracaso el plan de lobo, son responsables desde el PSOE, formación que lo hizo, y desde Izquierda Unida, que lo apoyó». Se recuerda que la normativa vigente contempla que se tomarán medidas cuando la situación sea excepcional; «pues de excepcionalidad es la situación en Llosorio, donde nos vamos a quedar sin ganado por la ambigüedad del gobierno que no se atreve a actuar», denuncia.

24, del mismo ganadero

Uno de los ganaderos más perjudicados por los ataques del lobo es Manuel Remis. No es la primera vez que tiene que denunciar su «extrema» situación. De esas 56 cabezas de ganado perdido, casi la mitad, 24, eran de él. «Van a por lo cabritos, no dejan nada de ellos», lamenta. «Parece que al lobo lo estoy manteniendo yo», dice ya con cierto grado de sarcasmo. «No se puede continuar con esta situación; está bien que haya de todo, no estoy en contra de estos animales salvajes, pero considero que tiene que haber un poco de control; los cachorros de ellos comen, pero mis hijos y mis nietos también quieren comer».

«El lobo está acabando con esta forma de vida y de entender el pastoreo», dice preocupado. Remis es el último eslabón de una larga cadena familiar que siempre ha vivido de criar cabras. «Sé que están por ahí». Aparecen y hacen estragos en el rebaño. «No se encuentran ni los restos. Tanto si son piezas pequeñas o grandes, desaparecen sin más. El terreno por aquí es muy accidentado y boscoso, lo que dificulta su localización», comenta.

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