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A. FUENTE
Lunes, 23 de enero 2017, 17:12
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Las diferencias son claras: «Se pueden encontrar ya en el mismo corte, en su textura y, sobre todo, en su sabor». Marcelino Lorenzo sabe de lo que habla, de carne de buey. De hecho, tiene una carnicería en Figaredo, en Mieres, con productos «de la más alta calidad». Lo dice muy seguro de ello porque él mismo tiene una ganadería junto a su mujer, Estefanía Suárez, para vender su propia producción. Y allí habla de la que es su especialidad, el buey, ya que es el único criador de estos machos bovinos castrados en la cuenca del Caudal. «Lo hacemos desde hace diez años y el resultado es una materia prima más que excepcional, inigualable en todos los sentidos», mantiene.
Se trata de una carne, afirma, que es difícil de encontrar en las carnicerías de la comarca del Caudal y del Nalón. «La ofrecen en muy pocos sitios»; pero en este punto, el criador señala un riesgo, «ya que son muchos los establecimientos que están ofertando carne de buey cuando lo que realmente comercializan es vaca vieja, un producto también muy bueno y apreciado, pero la diferencia entre ambos es abismal», afirma.
¿Y cómo se puede detectar un posible engaño? «En un aspecto fundamental, en el precio, ya que no se puede vender carne de buey a doce euros el kilo, es imposible», defiende. Lorenzo lo comercializa a un precio que ronda los treinta euros el kilo y lo considera ya ajustado. En los restaurantes puede superar los sesenta euros el kilo de un buen chuletón de este producto.
Los bueyes de Lorenzo y Suárez pastan a sus anchas en un terreno de La Frecha, cerca de la población lenense de Campomanes. Son ejemplares que pueden llegar a pesar más de una tonelada y media, aunque su aprovechamiento para consumo se quedaría en unos 700 kilos por animal. «Se trata de un producto muy apreciado y por eso también tratamos de promocionarlo con jornadas y eventos». En su carnicería, concreta, vende a clientes de la localidad «que tienen una confianza total en lo que les ofrezco».
Pero la fama ha llegado a más lugares, «y sí, me vienen de Oviedo o de Gijón exclusivamente a por la carne de buey, cuando la tengo, que no es siempre. También de Madrid y otras ciudades».
Es el único criador de bueyes de las Cuencas y uno de los pocos de la región, en donde apenas se contabilizan cuatro ganaderías. Pero, ¿si es un producto tan cotizado, por qué no se cría más? «Porque es muy costoso. Nosotros castramos los animales a los seis meses y los cebamos solamente con productos naturales, sin piensos, durante un periodo largo, entre cinco y siete años. Es un tiempo en el que hay que cuidarlos y alimentarlos, y eso tiene su coste». Por eso, incide, el precio de comercialización de la carne, a pesar de ser el doble que la de vaca, sigue siendo bastante bajo.
Un sector «castigado»
Lorenzo se mantiene al frente de la cría de bueyes porque, dice, le gusta. «Ya es casi como una manía». Su cuadra cuenta con una treintena de estos machos castrados y con un centenar de reses de vida, para la recría. Él se mantiene, señala, porque ofrece productos específicos con un sello de calidad propia, pero asegura que se trata de un sector muy «castigado». «El principales problema es que el ganado da mucho trabajo y los beneficios son escasos», se queja. Otro de los obstáculos que señala el ganadero es la comercialización «de lo mejor de nuestra producción en Asturias hacia fuera de España, sobre todo de terneros». Considera que el sector debería de cuidar este aspecto para mantener una cuadra de la más alta calidad, «pero al final siempre nos quedamos con lo peor, que no quiere decir que sea malo».
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