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Iglesias Riopedre, ayer, antes de firmar en el juzgado. MARIO ROJAS
El exconsejero, dispuesto a llegar «hasta Estrasburgo» para defenderse

El exconsejero, dispuesto a llegar «hasta Estrasburgo» para defenderse

El veterano político cumplió ayer con el trámite de firma en el juzgado de guardia visiblemente abatido tras conocerse el veredicto

R. MUÑIZ

OVIEDO.

Sábado, 2 de septiembre 2017, 01:09

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A las 12.25 horas de ayer José Luis Iglesias Riopedre era un hombre abatido que cumplía con su deber. Con la mirada perdida, el que fuera consejero de Educación durante siete años arrastraba los pies para firmar en el juzgado de guardia. Lleva haciéndolo todos los días 1 y 15 de cada mes desde que saliera de cárcel, un 8 de marzo de 2011, gracias a la ayuda de sus amigos. Ellos fueron los que aportaron los 100.000 euros de fianza que le permitieron dejar atrás la prisión provisional y disfrutar de una libertad condicionada. Reunir el dinero le costó a sus afines menos tiempo que convencerle para que aceptara la ayuda. La fama de espartano resultaba legendaria en este religioso antes que comunista y comunista antes que socialista.

Son 155 las veces que el exconsejero ha firmado en el juzgado para demostrar que sigue ahí, no se ha fugado. Y ayer le tocó hacerlo minutos después de que el fallo que temía saltara a los medios de comunicación. Las radios y periódicos digitales que antes informaban de sus debates parlamentarios y los colegios en los que había decidido invertir, divulgaban que para la Audiencia Provincial, toda aquella gestión estuvo marcada por la comisión de cuatro delitos.

A Iglesias Riopedre se le condena a seis años de prisión por un delito continuado de prevaricación, vinculado a otros de falsedad en documento mercantil, fraude a la administración y cohecho. Son precisamente los mismos que le reprochaba la Fiscalía y, siguiendo el criterio del Ministerio Público, los que en el juicio también le afeó la letrada de un Gobierno del Principado que le confió la gestión de cientos de millones de euros. Solo existe una diferencia. Estas acusaciones proponían castigarle con cuatro años y seis meses más. La Audiencia, coincidiendo en los delitos, les quita unos grados de gravedad.

Conocer con detalle qué ha condenado a Iglesias Riopedre exige esperar a la sentencia del jueves, pero todo apunta a que los magistrados encuentran convincente el relato de hechos planteado por la fiscal, Carmen Rodríguez. Según esta, Otero amañaba contratos falsos para Igrafo y APSA, «confabulándose» con los empresarios y su jefe. A cambio el exconsejero lograba que las adjudicatarias dieran trabajo y materiales rebajados de precio a la sociedad de sondeos que tenían a medias su mujer y su único hijo.

Entre otras trampas, para impulsar esta mecánica, Iglesias Riopedre y su 'número 2', María Jesús Otero, «decidieron fragmentar» unos 221.213 euros «en tres contratos menores, para lo que elaboraron expedientes ficticios para obras inexistentes». Las adjudicaciones fueron firmadas el mismo día por el consejero, «a sabiendas de su ilegalidad».

Al exconsejero le habrían perdido así su afán por ayudar a su hijo y el poder que tenía en una consejería donde la mayor parte de los sobornos fueron a parar sin embargo a los bolsillos de María Jesús Otero. En palabras del inspector jefe del Cuerpo Nacional de Policía que lo investigó, Iglesias Riopedre «no recibió ni un euro ilícito, pero como preocupado padre de un hijo al que no le iban bien las cosas, se aprovechaba para que las empresas dieran trabajo a su hijo».

Quienes le han tratado en los últimos tiempos aseguran que el ya expolítico daba por hecho la condena, pero que confía en las opciones pueden tener los recursos que ahora planteará. «Iré hasta Estrasburgo si hace falta», se le ha oído decir.

La dureza de la política, con una oposición, unos medios de comunicación y unos ciudadanos prestos al reproche, acostumbran a terminar anestesiando la capacidad autocrítica de quienes pasan por ella. Eso explica la frustración que Iglesias Riopedre comparte con sus amistades sobre el funcionamiento de una justicia que cree que, en tanto a su pasado como luchador por la democracia en su juventud, ayudó a construir.

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