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Un hombre bueno

Luis Felipe Fernández

Viernes, 5 de enero 2018, 03:04

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Me resulta difícil escribir estas líneas que me pide EL COMERCIO sobre Aurelio Menéndez. Me resulta difícil hacerme a la idea de que se ha ido de entre nosotros y que ya no podré volver a escuchar su voz a través de las llamadas telefónicas que periódicamente me hacía o que ya no me será posible volver a comer con él en el restaurante La Casita del Parque, en Gijón, como hacíamos todos los veranos después de dar un tranquilo paseo desde su casa, en la avenida de Torcuato Fernández-Miranda, cogido de mi brazo. Cuánto voy a echar de menos esos momentos y cuánto voy a echar de menos sus palabras de aliento y apoyo, sus consejos, sus reflexiones sobre tantos y tantos temas y especialmente cuánto notaré la falta nuestras largas disertaciones sobre Ibias y sobre el proyecto educativo del colegio que lleva su nombre, del que tan orgulloso se sentía.

Y es que mi profunda amistad con Aurelio Menéndez se inició hace ya treinta años con mi nombramiento como director del centro educativo de San Antolín de Ibias. Desde ese primer momento tuve claro, y así se lo hice saber, que uno de nuestros principales objetivos era vincularle profundamente a la tierra en la que habían nacido sus mayores y al colegio que llevaba su nombre.

Por eso, vienen a mi memoria en estos instantes tan significativos todas y cada una de las intensas jornadas vividas en Ibias con Aurelio Menéndez durante las casi dos décadas que tuve el gran honor de dirigir a esa comunidad educativa. Cómo no recordar la visita que conmemoraba el décimo aniversario del colegio en el año 1991 o el nombramiento de Hijo Predilecto de Ibias por parte del Ayuntamiento, a propuesta del Consejo Escolar, en el año 1994. Cómo no hacer mención a la histórica jornada vivida con el ministro de Educación Gustavo Suárez Pertierra en el año 1995, o con la visita del príncipe Felipe en el año 1999 con motivo de la entrega del Premio al Pueblo Ejemplar de Asturias. Y, como colofón, el nombramiento de una calle en San Antolín con su nombre y la inauguración del busto dedicado a él, a la entrada del colegio, en el año 2000, o el imborrable encuentro de más de cincuenta miembros de la familia Menéndez en junio del año 2004; así como la inauguración del Aula Museo de la Escuela Rural de Ibias y el salón de actos del centro educativo en diciembre de ese mismo año, coincidiendo con el final de mi etapa como director de la institución educativa.

Cuántas emociones vividas en las innumerables visitas a los diferentes pueblos del concejo y en las inolvidables reuniones con los vecinos. Cuánta añoranza al recordar las comidas en Casa Brancal en Santiso o las visitas de carácter histórico a los pueblos de Sena, Valdeferreiros, Uría, Seroiro, Dou, Andeo, Pradias, Villardecendias, San Esteban, El Bao… En fin, cómo no emocionarse al volver a recordar ahora todas estas vivencias compartidas con él tan intensamente.

Y, cómo no, los encuentros con los niños y niñas del colegio cada vez que lo visitaba. Unos niños y jóvenes que lo recibían a él y a su inseparable mujer, Mercedes, con gran admiración y cariño; que lo rodeaban; que lo querían…

Además de su inigualable trayectoria académica e intelectual y de servicio a Asturias y a España, que todo el mundo reconoce, no puedo dejar de resaltar el lado humano de Aurelio Menéndez: un hombre humilde, sencillo, generoso, con una gran capacidad para entender al otro, para el diálogo y el acuerdo.

La labor desarrollada por Aurelio Menéndez durante toda su vida es un reflejo de lo que el ser humano es capaz de conseguir a través del esfuerzo y el trabajo, porque, en realidad, Aurelio Menéndez no solo transmitía lo que sabía, sino que transmitía lo que realmente era: un hombre bueno.

Porque la gran obra de Aurelio Menéndez representa en realidad la gran labor de un maestro. Quienes amamos con pasión la libertad y la dignidad del hombre sabemos lo que representa un maestro. Qué bien tan escaso y qué inmenso capital para los pueblos y los discípulos que tienen la suerte de disfrutarlo.

Es verdad que Aurelio Menéndez se ha ido físicamente de entre nosotros; pero en nuestra mente, en nuestras retinas y, sobre todo, en nuestros corazones, su recuerdo, su ejemplo y su trayectoria permanecerán para siempre indelebles. Y esa habrá sido su mejor siembra.

Gracias por todo con el corazón y el alma, querido don Aurelio.

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