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Rivero, ayer en el jardín de su vivienda, en Salinas .
«La persona que quiere tirar mi casa es jueza del tribunal que me juzga»

«La persona que quiere tirar mi casa es jueza del tribunal que me juzga»

«El marido de María José Margareto es quien ha interpuesto la demanda, desconozco por qué», manifiesta Rivero, ex portero del Sporting

J. F. GALÁN

Domingo, 29 de marzo 2015, 00:33

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Doce años guardameta del Sporting, José Aurelio Rivero intenta parar ahora la ejecución de las sentencias que, si se llevan a la práctica, le obligarían a demoler, si no toda, al menos sí una parte sustancial de su vivienda, un chalé ubicado en el número de 22 de la calle Alejandro Casona esquina Bernardo Álvarez Galán, en Salinas.

Los fallos se fundamentan en una norma urbanística municipal que limitaba a ocho años a contar tras la aprobación del Plan General de Ordenación Urbana el plazo para modificar y ampliar viviendas -él lo hizo una vez superado dicho período- y responde a una demanda interpuesta por sus vecinos, «Guillermo Estrada Sarmiento, abogado de Oviedo, y su esposa, María José Margareto García, magistrada del Tribunal Superior de Justicia de Asturias, el mismo ante el que tuve que interponer los dos recursos, ambos rechazados. Compuesto por tres jueces, lógicamente ella se apartó, y su sustituto fue el ponente del caso», según expone Rivero.

Dice sentir «cierta indefensión» y se muestra resuelto «a llegar hasta donde tenga que ir» para frenar una sentencia que califica de sinsentido. «En base a ella se tendrían que demoler todas las viviendas del concejo que hayan sido objeto de modificación desde 2009», año en que expiró el plazo. «Y no son pocas».

El caso es que Rivero contaba con las preceptivas licencias municipales para acometer las obras, afirmación que nadie en el Ayuntamiento pone en tela de juicio. El juez las declaró nulas y, tras conocer la sentencia, el Pleno modificó la norma que impedía ampliar o modificar viviendas una vez transcurridos los ochos años, suprimiendo dicho plazo con ánimo de evitar que puedan darse nuevos casos similares.

El demandante ha solicitado la nulidad de dicha modificación, es decir, que se vuelva a implantar el plazo de ocho años, alegando que el cambio se realizó «a efectos de pretender eludir el cumplimiento de las sentencias, de forma arbitraria y con evidente perjuicio para mí». También acusa a los técnicos municipales de «plegarse a intereses partidistas y particulares, dando lugar a las consecuencias jurídicas en cualquiera de los ordenes jurisdiccionales que brinda el Ordenamiento Jurídico».

El verdadero sinsentido de la sentencia radica, siempre según manifiesta el exguardameta rojiblanco, en que si finalmente tiene que derribar su casa «nada me impediría volver a construirla exactamente igual que está ahora, o incluso con mayor volumetría», afirmación que tampoco nadie ha cuestionado en el Ayuntamiento de Castrillón.

Rivero mide sus palabras con precisión. «Observo exceso de celo en la actuación judicial, un rigor extremo, bajo mi punto de vista». Como ejemplo cita que la Fiscalía «emitió cuatro escritos relativos al asunto en un mes de agosto, poco menos que inhábil en los Juzgados», apunta.

La sentencia le obliga a restituir las cosas a su estado anterior, es decir, a deshacer las modificaciones y ampliaciones que realizó en su chalé. Dada la envergadura, «significaría tirar la casa entera». Si finalmente se llega a este extremo, «presentaría una reclamación patrimonial por daños y perjuicios ante el Ayuntamiento, que me concedió una licencia y cuatro modificados para realizar la ampliación».

Hacia el otro lado

Se realizó «hacia el otro lado» de la división que separa su vivienda de la del demandante. «Hacia el suyo no se avanzó ni un centímetro», recalca Rivero, al tiempo que apunta que ningún otro vecino presentó denuncia ni le trasladó malestar alguno por la actuación. En cuanto al vecino demandante, «está empadronado en Salinas, pero no vive aquí. Solo se les ve muy de vez en cuando. Desconozco que les ha llevado a interponer esta denuncia».

Rivero (Oviedo, 1955) defendió la camiseta rojiblanca desde la temporada 1973-774 hasta la 84-85. Fueron los años dorados del Sporting, los tiempos de Redondo, Rezza, Doria, Cundi, Ciriaco, Joaquín, Uría, Maceda, Morán, Quini, Ferrero, Mesa, Abel o Castro, el guardameta titular, los años del ascenso a Primera, del subcampeonato en Liga y del 'Eurosporting'.

Lleva treinta y seis años viviendo en Salinas, quince en su actual vivienda, y los últimos cuatro «están siendo una tortura». Ahora, él y su esposa, Elena García Hevia, están a la espera de un nuevo pronunciamiento judicial que podría resultar fatal para sus intereses. «Yo no voy a desistir. Lucharé hasta el final».

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