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Ana Mónica Ibáñez junto a una de las piezas de cerámica de la colección.
Cerámica hecha en Trasona

Cerámica hecha en Trasona

La muestra recoge una colección de piezas de loza enrejadas y otra de azulejos de cerámica pintados con óxido

SHEYLA GONZÁLEZ

Lunes, 16 de enero 2017, 01:45

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La relación de Ana Mónica Ibáñez con el arte se afianzó desde que se fue a vivir a Trasona, a una casa en la que pudo crear su propio taller. La artista corverana empezó su periplo en la Escuela de Cerámica, donde adquirió los conocimientos básicos para desenvolverse en el arte. El pasado jueves dio un paso más inaugurando su primera exposición en solitario, 'Antología personal', en el Centro Sociocultural de Las Vegas.

La muestra está compuesta por dos colecciones, que poco a poco fue haciendo en sus ratos libres. Por un lado se pueden ver sus obras de loza enrejadas, posadas sobre madera o barro. «La idea me la ensañaron en la Escuela de Cerámica, me marcó y decidí hacer unas cuantas piezas con ese estilo», explica Ana Mónica Ibáñez, que completó sus creaciones en loza con raíces y troncos de árboles recogidos por ella misma en las playas.

«La mayor dificultad es darles la forma para que luego encajen con el soporte», confiesa la artista, que tarda varios días en realizar cada una de las piezas, debido al largo proceso que llevan, sobre todo a las horas de secado. «Intento hacer varias a la vez porque encender el horno para una sola no merece la pena», apunta. La segunda parte de su exposición en Las Vegas está formada también por cerámicas.

En las paredes de la sala de arte del Centro Sociocultural lucen varios cuadros hechos con azulejos de gres pintados con óxido de cobre y de cobalto, que dejan su rastro en tonos azules y verdes. «En un primer momento los creé para hacer un mural grande, pero luego, una vez que los tenía, me paré a pensar y no tenía un sitio donde poner ese mural por lo que decidí buscarles otra vida», explica Ibáñez.

La segunda vida de estos azulejos de gres ha sido formar parte de pequeños cuadros. «Empecé a unir las piezas y ellas solas fueron surgiendo», confiesa la artista. El camino hasta exponer fue más complicado y no tan fructífero. Su marido se ha convertido en su mecenas y fue él quien le propuso mostrar al resto del mundo sus creaciones, que hasta ahora se apilaban dentro de su taller o en casa.

«Me daba miedo porque no sabía con lo que me iba a encontrar. Fue muy difícil encontrar un sitio donde exponer. Me llevé más de un no, en otros sitios me pedían un currículum que no podía aportar porque era mi primera exposición», explica Ibáñez, que sin embargo encontró hueco dentro de su propio concejo. «Vine a Las Vegas, lo propuse y enseguida me dijeron que sí. Tenía seis meses por delante para montarla y así fue como llegué al Centro Sociocultural», señala.

A pesar de que el camino no fue fácil, ya se encuentra preparando otras obras que no dudará en volver a intentar colar en alguna sala de arte para que todo el mundo pueda disfrutar igual que ella de la cerámica.

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