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Motos de carbón

ANTONIO OCHOA

Lunes, 9 de noviembre 2015, 00:39

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Hay cosas difíciles de explicar. Imaginen que compran un coche a buen precio, levantan el capó y no hay motor. Seguramente pondrían el grito en el cielo. Ahora imaginen que, al cabo de un año o dos, intentan colarles de nuevo el mismo coche. ¿Lo comprarían? ¿No? Pues nuestros partidos gobernantes nos han estado vendiendo una y otra vez la misma moto falsa y una y otra vez la hemos comprado.

Con las elecciones vuelven los vendedores de motos y la del carbón estará en todos los catálogos, porque la situación del sector es ahora mismo terminal. Aquellos que temían por su futuro más allá del 2018 han pecado de optimistas. Probablemente desaparecerá mucho antes. Demasiadas promesas olvidadas y demasiados acuerdos incumplido. Muchos de los que se comprometieron a trabajar por el futuro del carbón y terminaron trabajando por el suyo propio volverán ahora a pedirnos el voto. ¿Les compraremos otra vez la moto?

El problema no es ecológico. ¿Que ecologista honesto puede sostener que es menos dañino para el medio ambiente el carbón importado, extraído sin ningún control, que el nacional, cuyas empresas han de respetar las normas de protección de la naturaleza? Tampoco es económico. ¿Que economista honesto puede sostener que es más rentable para el país darles el dinero a los tratantes de esclavos extranjeros que a los trabajadores nacionales? ¿Existe acaso algún sector que, respetando las leyes españolas, pueda competir con lugares donde las empresas explotan a sus obreros y producen sin ningún control? ¿Hemos de resignarnos y volvernos como ellos o cerrar todo para ser «competitivos»?

El problema es la especulación de las empresas eléctricas tolerada por este gobierno y los anteriores. Son esos vasos comunicantes que llevan a los políticos desde los ministerios a los consejos de administración y viceversa. Son los intereses espurios de aquellos a los que no les importa que España se vaya al garete con tal de hacerse ricos. Y, por supuesto, somos nosotros que se lo permitimos.

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