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Las andas con la imagen de San Antonio a punto de llegar a la ermita que le sirve de cobijo a lo largo del año, tras su paseo multitudinario por las calles de Cangas de Onís.
San Antonio colapsa Cangas de Onís

San Antonio colapsa Cangas de Onís

A la procesión salieron tres ramos repletos de pan, cientos de mozas ataviadas con el traje de llanisca y decenas de mozos de porruano

GUILLERMO F. BUERGO

Sábado, 14 de junio 2014, 00:40

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Con brillantez y presencia multitudinaria en las calles de vecinos, visitantes y turistas, la ciudad de Cangas de Onís celebró ayer su día grande en honor a San Antonio , el patrón de la localidad. No hubo un momento de respiro entre las once de la mañana y las cuatro de la tarde. A primeras horas llegaba a la iglesia parroquial la imagen del santo y tres ramos repletos de pan artesanal emprendían el mismo camino desde diferentes barrios. Las tres naves del amplio templo estuvieron abarrotadas durante la eucaristía y los jardines del exterior eran un hervidero humano. La procesión posterior a la misa parecía interminable y a la llegada de la imagen de San Antonio a su humilde capilla se celebró la subasta de los panes y ofrendas, un festival folclórico y la quema del xigante.

El monumental ramo de la calle San Pelayo recibía la visita matinal de una multitud de devotos que entre los panes insertaban hojas de papel, escritas a mano, con peticiones al santo. Explicaba Celso Fernández que se trata «de una tradición por medio de la cual los vecinos dan las gracias a San Antonio por los favores recibidos o expresan sus deseos y súplicas de cara al futuro».

A mediodía daba comienzo la misa solemne, oficiada por los sacerdotes José Manuel Fueyo y Luis Suárez. La función religiosa contó con el acompañamiento vocal del coro Peñasanta, que bajo la batuta de Ramón Prada, y con Jesús Gómez Pellico en la función de organista, interpretó la misa pontifical de Lorenzo Perosi. En su homilía, José Manuel Fueyo destacó que «la austeridad y la lucha por la justicia» habían presidido la vida de San Antonio y por ese camino recomendó a los feligreses «ser fieles a Dios los 365 días del año» y que recuperaran «el sacramento de la confesión y la obediencia a Dios». Concluyó diciendo que «sacar al santo por las calles en procesión es una proclama de intenciones por tratar de imitarle. No es un pretexto para tirar voladores o lucir vestidos de asturiana».

Tras escuchar las recomendaciones del sacerdote, los cangueses daban comienzo a una procesión que parecía infinita. Por delante marchaba Claudia Fernández de Diego enarbolando el estandarte de la banda de gaitas Ciudad de Cangas de Onís, de la que formaban parte once gaiteros, cuatro percusionistas y un acordeón. Seguía el entusiasta Jaime Fernández, quien ya perdió la cuenta de los años que lleva trasladando una valiosa cruz de plata. Un nutrido grupo de cangueses ataviados con el traje de porruano abría paso a los tres gigantescos ramos repletos de pan artesanal, que marchaban intercalados entre interminables filas de mozas enfundadas en el traje de llanisca.

Los ramos habían partido de tres lugares de la ciudad. El de la calle San Pelayo lo llevaban Celso Fernández, José Luis García, Luis Miguel Toranzo e Isaac García, mientras que el de Cangas de Arriba era una ofrenda del clan Mori, por la salud de Fran, y de su traslado se encargaban Iker García Mori, Antonio Muñoz Mori, José Manuel Fierros Mori y Armando Mori. De desplazar el del barrio de La Concepción se ocupaban Pablo Martínez, Pablo Castro, Izan Mori y Carlos García.

Por delante de las andas de San Antonio aparecían la reina de las fiestas, Andrea Fernández, y sus dos damas de honor, Emma Gallego y Marta Pérez. Y de oficiar por turnos como voluntarios costaleros en los varales que servían de soporte a la plataforma sobre la que se asentaba la hornacina con la imagen del santo, se encargaba un nutrido grupo de once devotos: Enrique Valdés, Enrique Nachón, José Carlos Nachón, Favila Quintana, Casto Carracedo, Baudilio Pérez, Francisco Martín, José Manuel Fonseca, Juan Luis Chaso, Luis Huerta y Quique Calo.

Con la llegada de San Antonio a la capilla que le sirve de morada a lo largo de todo el año, Jaime Fernández e Iván Ania daban comienzo a la subasta de los panes del ramo y variedad de ofrendas: quesos, harina de maíz, nueces, pollos, manteca, fresas y arándanos de Corao.

Y a la vera de la ermita, la Asociación Folclórica Picos de Europa, dirigida ayer por Raquel Muñoz, ponía en escena un selecto festival de bailes regionales con la interpretación de la Jota de Cadavedo, la Muñeira de Tormaleo, el Quirosanu, el Xinringüelu y la Jota de las Tabiernas. De acompañar a la gaita y el tambor se encargaron, respectivamente, Aitor García y Ana María Morán.

Las manecillas del reloj superaban las tres de la tarde de una jornada soleada, cuando Manolín el de Virgilio prendía la mecha que desencadenaba la quema del Xigante, un muñeco que representaba a Pipi Calzaslargas y que estaba equipado con seis giratorios y quince petardos, preparados por el pirotécnico Juan Carlos Devita, quien a lo largo de la mañana disparó 80 docenas de cohetes.

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