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Juan Pablo II frente a la imagen de la Vigen de Covadonga, rodeada de flores y numerosos fieles.
Juan Pablo II, perpetuo en Covadonga

Juan Pablo II, perpetuo en Covadonga

Algunos protagonistas de la visita recuerdan cómo el Papa, «cercano y entregado», llenó de orgullo el concejo de Cangas de Onís

SHEILA VACA

Jueves, 14 de junio 2018, 11:06

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Hace 25 años Covadonga era el escenario de un momento histórico del que todos los periódicos regionales y nacionales se hacían eco. Juan Pablo II, el Papa, se reunía con La Santina y rezaba una oración que había compuesto expresamente para ella. De rodillas, en la gruta y frente a la imagen de la Virgen, vestida con un manto rojo. Su visita a Asturias duró una tarde, una noche y un día, algo más de 30 horas que quedan para la posteridad y en el recuerdo imborrable de todos aquellos fieles convocados por rigurosa invitación que protagonizaron el momento a los pies del Santuario.

Llegó a Asturias el 20 de agosto de 1989 acompañado por el arzobispo de Oviedo, Gabino Díaz Merchán. Recorrió la calles de Oviedo en el papamóvil, visitó la Catedral, por la tarde celebró una misa multitudinaria en Llanera, en La Morgal, y fue a dormir a Covadonga. Al día siguiente rezó ante la Santina, celebró misa y subió a los Lagos donde meditó y realizó una excursión.

Todo estaba medido al milímetro para que marchase como estaba planeado. Y es que, las cosas estaban más sensibles desde el atentado del 13 de mayo de 1981 cuando, en la plaza de San Pedro de Roma, el Sumo Pontífice fue herido gravemente por los disparos del terrorista turco Mehmet Ali Agca. Cangas de Onís llevaba preparándose meses para el ansiado momento, prácticamente desde que se dio la noticia de la visita. La seguridad se reforzó hasta el extremo. El camino que iba a realizar Juan Pablo estaba pensado estratégicamente para que no pudiese colarse ni un alfiler. La entonces alcaldesa del concejo, Pilar Díaz Junco, recuerda ese momento como si hubiese sido ayer. «Tenía que salir bien. La verdad es que costó mucho trabajo organizarlo todo, pero el resultado fue muy satisfactorio», explica. «Era algo complicado porque no es lo mismo cubrir un pabellón que Covadonga. El delegado del Gobierno llamaba cada cinco minutos para hacer comprobaciones», añade entre risas.

Pilar guarda como un tesoro un álbum lleno de fotografías que ilustran aquel momento. «Sin duda fue la mejor etapa de mi Alcaldía», dice orgullosa. «Era un encanto. Parecía alguien a quien conocías de toda la vida. Me cogía la mano, me abrazaba y yo no me lo podía creer», resalta Díaz. Sin duda esos han sido los rasgos que han definido siempre a Juan Pablo II.

Por aquel entonces el Príncipe y ahora Rey de España acudió a recibir al pontífice y pronunció unas palabras en las que agradeció al Papa la visita «que honra al Principado». Don Felipe de Borbón destacó en su discurso el «sentimiento de patriarcal orgullo» de los asturianos por tener en Covadonga el origen mismo de la nación española». Se intercambiaron unos regalos y departieron unos instantes antes de que Wojtyla se desplazara a la Santa Cueva, donde se postró ante la imagen para pedir ayuda para que la Iglesia viviese en comunión sincera. Le dio tiempo a recordar a los mineros «con su duro e inclemente trabajo» y a «todos los emigrantes de esta tierra».

Juan Pablo II, tras recitar su plegaria, permaneció catorce minutos con la cabeza inclinada y en profundo recogimiento. Fueron catorce minutos de oración en total y absoluto silencio. En Covadonga, durante la homilía de la misa, el Papa polaco afirmó que esta Virgen y este lugar constituyen «una de las primeras piedras de Europa, cuyas raíces cristianas ahondan en su historia y en su cultura», ya que, subrayó el Papa, «el reino cristiano nacido en estas montañas puso en movimiento una manera de vivir y de expresar la existencia bajo la inspiración del Evangelio».

«¡Tocome, tocome!»

Juan José Tuñón fue el primero en recibir a Juan Pablo II a su bajada del avión. El actual abad de Covadonga acudió al encuentro junto con algunos niños vestidos de asturianos. Nerviosos por el momento que se acercaba, hubo algunos que hasta tiraron al suelo la montera picona en una mezcla entre el calor y la emoción, porque sabían que eran unos afortunados. «Cuando el Papa bajó y se acercó a ellos hubo uno que se giró y me dijo '¡tocome, tocome!'», explica entre risas Tuñón. Ahora esos pequeños son ya hombres que pueden presumir de haber estado con uno de los pontífices más queridos de todos los tiempos.

«Fue un momento único. Imborrable. Me produjo una gran emoción. Llegó algo indispuesto, pero se fue fortaleciendo y se volcó con la gente durante toda la visita. Su huella es enorme», explica el abad, a quien le gustaría que el Papa Francisco siguiese la estela del pontífice polaco y visitase a la Santina. «Estaríamos encantados de recibirle, sería una gran oportunidad», subraya.

Anécdotas en la visita de Juan Pablo II hay varias. Un día como hoy hace 25 años, el Papa tuvo que cambiarse los zapatos que llevaba por unas deportivas para visitar los Lagos de Covadonga. Pero nadie sabía el número que calzaba y el encargado de comprarlas pidió un 43, y cuando el pontífice se bajo del helicóptero y se puso el nuevo calzado, resulta que le quedaban grandes. Algo que no le impidió hacer su visita. Cuando bajaba de Covadonga paró en la recta del Bosque, frente a la casa de Josefa Miyares, para subirse al papamóvil. Allí, incluso le dio tiempo a charlar con algunos vecinos. «Se mostró cercano en todo momento, saludando a la gente, sobre todo a los niños. Yo le acerqué a mi sobrino y fue encantador», explica Isabel Miyares, hija de Josefa.

Para el actual alcalde de Cangas de Onís, José Manuel González, la visita de Juan Pablo II «marcó un antes y un después en el concejo». «Fue un referente para toda Asturias y toda España porque movió masas», resalta. Además, no descarta la posibilidad de recibir en un futuro a Francisco. «Sería muy emocionante», cierra.

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