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Román Canal y Chelo recogen avellanas de un ablanu. El 5 de octubre acudirán al Festival de Infiesto con cerca de 100 kilos de este fruto.
Tiempo de avellanas en Piloña

Tiempo de avellanas en Piloña

La producción sigue menguando y se encuentra a punto de convertirse en puntual dada la falta de apoyo y de relevo generacional

ENRIQUE CARBALLEIRA

Lunes, 22 de septiembre 2014, 00:42

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Como todos los años, cuando el otoño da sus primeros pasos, Piloña se prepara para celebrar el que se ha convertido en el evento más tradicional y apreciado no sólo en el concejo, sino en el resto de Asturias. Se trata, efectivamente, del Festival de la Avellana, cita que se vive desde hace muchos años con el pesar de que el fruto protagonista no pasa por sus mejores momentos.

Ciertamente esta preocupación no es nueva. En las últimas tres décadas se ha venido hablando y debatiendo sobre las mejores formas de revitalizar el cultivo de este fruto, cuya producción sigue menguando y se encuentra a punto de convertirse prácticamente en anecdótica y puntual, relacionada únicamente con la fecha de ese primer domingo de octubre.

En los últimos años se han multiplicado las voces que advierten del error que el concejo piloñés está cometiendo al dejar desaparecer una riqueza económica y también alimenticia. Sin embargo, el progresivo desmantelamiento del sector rural parece imparable y el fundido a negro puede estar más cercano de lo que se piensa.

Si nos atenemos a las opiniones y el sentir de los productores, parece que tampoco hay muchos elementos para ser optimistas. La situación de desarraigo hacia la producción agrícola y ganadera parece ser común a todas las zonas del concejo Piloñés.

«Este año tenemos una cosecha menor, aunque también es cierto que las avellanas son mejores, más grandes, más pesadas», nos comenta Román Canal, productor de El Texedal. Debido a este mayor tamaño, «es posible que consigamos reunir una cantidad similar en peso a la del pasado año».

Ramón tiene previsto llevar entre ochenta y cien kilogramos al Festival de la Avellana, del próximo día 5. El cosechero ya ha realizado casi todo el trabajo de recogida y «esbilla».

Sobre el futuro del fruto y el hecho de que se pierda sin que se llegue a recoger en muchos casos, Canal señala que «cada vez se pierde menos porque cada vez hay menos avellana; el ablanu es un árbol que hay que cuidar bien, pero en cuanto se deja, va perdiendo la capacidad de dar fruto».

Un auténtico veterano es Jaime Tomás Mateo, de 87 años de edad, y residente en la localidad de Priede. Dice sentirse ya cansado y no tiene decidido si este año va a acudir al festival, debido a su edad y a que «todo es muy complicado». Se muestra muy crítico con la falta de apoyo y ayuda para los agricultores y los ganaderos y lamenta la falta de iniciativa de los jóvenes.

«No se llegan a recoger ni la tercera parte de las avellanas, y tampoco se vende gran cosa, nos quedan de un año para otro; para dedicarse hoy al campo hay que tener mucha moral».

Critica el hecho de que los animales están más defendidos que los agricultores, «y una persona joven que se quisiera dedicar al campo tendría que hacer frente a muchos problemas y es muy fácil desmoralizarse, hay pocas salidas, se necesitaría un cambio agrario grande y profundo», explica, dejando claro que la revitalización del cultivo de la avellana debería ir ligado a un desarrollo general del campo piloñés.

A la espera del Festival

Laura Díaz González, de El Tozu, es una de las cosecheras que sigue luchando por mantener la tradición avellanera en el concejo. Aún no ha finalizado la labor de recogida, pero confirma que hay menos cantidad que el pasado año aunque, como apuntan todos los cosecheros, «son más grandes».

Espera poner a la venta unos cien kilogramos durante el próximo festival, y vender una buena parte, «porque dependemos casi exclusivamente de ese día, se pueden vender algunas después, pero no muchas, entorno a unos 10 ó 15 kilogramos, pero a mí tampoco me importa quedarme con el resto, porque las utilizo mucho en repostería, para hacer casadielles o tartas».

Señala que sería fundamental más ayuda institucional y buscar cauces comercializadores novedosos, «para evitar que se pierdan tantas, quizás habría que potenciar su venta para repostería entre los negocios de la zona, que deberían apostar más por el producto local».

Juan Luis Fernández, de La Matosa, también ha recogido menos fruto este año. «Calculo que pondré a la venta unos cuarenta kilogramos, mientras que el año pasado fueron unos 70; yo creo que si el festival cuenta con buena asistencia, se podrán vender», explica, guiándose por la experiencia del pasado año.

Las sobrantes tuvieron salida en el ámbito de la repostería, «ya que las vendí a unos chavales de Cabranes que las utilizan para elaborar nocilla».

Juan Luis no se muestra muy optimista, dado que la tendencia que se observa en las zonas rurales es de cierto abandono, «ya que no se cuidan las plantas y se van perdiendo, los prados también se desatienden, y es normal porque hay poca gente en los pueblos».

Esta falta de población es fundamental, según el cosechero, «porque antes una familia estaba formada por seis u ocho personas, y todos apañaban ablanes, ahora no hay tanta gente, las familias tienen pocos miembros y hay otras ocupaciones; además hay que tener en cuenta que ésta es una labor que pesa, lleva tiempo, muchas horas, no es tan sencillo como coger manzanas».

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