Pimiango y Carlos V, 498 años después
El pueblo ribadedense recreó ayer la visita que el monarca realizó a la localidad el 28 de septiembre de 1517, donde pernoctó
GUILLERMO FERNÁNDEZ
Domingo, 9 de agosto 2015, 00:35
La localidad ribadedense de Pimiango vivía en la tarde de ayer una multitudinaria recreación histórica de la visita que el 28 de septiembre de 1517 realizaba al pueblo el monarca Carlos V, tras su desembarco en Tazones y posteriores estancias en Villaviciosa, Colunga, Ribadesella y Llanes. La comitiva de Carlos V que ayer desfiló por las principales calles de Pimiango estaba formada por más de un centenar de figurantes, desde una banda de cornetas y tambores hasta una amplia representación de la corte real de la que formaban parte cardenales, guardias, alabarderos, damas y pajes. De encarnar al futuro rey de España se encargó el lugareño Marcos Laso, a lomos de un corcel de cuyas bridas ramaleaba el audaz Manuel Roiz Junco 'Manolito'.
Carlos V, un chaval de 17 años por aquellas fechas y acompañado por su hermana Leonor, realizó su primera parada en la Casa Fuerte de la familia Colombres, tal como sucedió hace 498 años. Allí fue recibido por el actual alcalde Jesús Bordás, caracterizado para la ocasión. En nombre de la población de Ribadedeva, el regidor le daba la bienvenida al municipio y expresaba la «satisfacción y alegría de los vecinos al recibir a una persona de tan alta cuna y futuro gran rey». «Atendámoslo como se merece, dentro de nuestras posibilidades», recomendaba Bordás a sus vecinos.
El rey respondió en castellano, con fuerte acento germánico, para contar a los lugareños todo su perfil biográfico y concluir explicando que venía de «una travesía larga e incómoda hasta llegar a unas tierras desconocidas para mí».
Los asistentes a la representación superaban el medio millar de personas y el siguiente paso trasladó a todos hasta la plaza de Las Encinas, anexa a la iglesia parroquial, donde los vecinos realizaban las ofrendas al monarca: flores, pan, torrijas, un cesto con patatas, un puchero con leche y un botijo con agua fresca.
El siguiente viaje terminaba en otra amplia glorieta para mostrar al rey la riqueza folclórica del concejo y para ello nada mejor que la puesta en escena de jotas, fandangos y pericotes. La densa visita real se deba por concluida a primeras horas de la noche con una cena en la que se sirvió marmita de bonito y arroz con leche para más de 500 personas en aquel momento.