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Las andas con la imagen de María Magdalena a su paso por la calle Mercaderes y en dirección a la capilla del siglo XIII que le sirve de morada a lo largo del año.
Llanes estremece con la Magdalena

Llanes estremece con la Magdalena

La mañana se iniciaba con un pasacalles y se daba por concluida con un selecto y aplaudido festival folclórico en la plaza del Muelle

GUILLERMO FERNÁNDEZ

Sábado, 23 de julio 2016, 00:45

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Los simpatizantes llaniscos de la Magdalena, y centenares de turistas que llegaron a Llanes atraídos por la fiesta, celebraban ayer de forma multitudinaria el día grande en honor a la perla de Betania. El programa matinal se alargó por espacio de más de seis horas ininterrumpidas de actos, con pasacalles a cargo de la banda de música de San Martín del Rey Aurelio, a los acordes del pasodoble 'El Magdaleno'; traslado de la imagen de la santa desde su capilla a la basílica; misa solemne; procesión; ofrecimiento del ramo y bailes regionales a cargo del grupo folclórico del bando.

A las diez de la mañana la banda de San Martín del Rey Aurelio, formada por 36 intérpretes bajo la batuta de su director José Félix Ordiz Montañés, recorría las principales arterias de la villa escoltada por decenas de simpatizantes, ataviados ya con los trajes de llanisca y porruano. Una hora más tarde los madalenudos se apiñaban a la puerta de la capilla del siglo XIII para trasladar a la santa de sus desvelos hasta la iglesia parroquial. Allí se celebró una misa solemne, acompañada por las voces del coro parroquial y oficiada por los sacerdotes Florentino Hoyos, Rodobaldo Ruisánchez y José Ramón García de la Riva. Las tres naves del templo llanisco resultaban insuficientes para acoger a tantos devotos.

Tras la función religiosa se formó una procesión que parecía interminable en su recorrido desde la plaza de Cristo Rey hasta la capilla de la Magdalena, pasando por las calles de Posada Argüelles, Santa Ana, Mayor, Manuel Cue, El Muelle y Mercaderes, para regresar a la calle Mayor, el pulmón de los madalenudos.

Abrían la marcha el gaitero Yago Bugallo y su tamboritero Paco Cue. Tras ellos aparecían seis ramos repletos de pan artesanal. El de los más pequeños a hombros, por turnos, de los niños Javier Cedeño, Mauro Marín, Pelayo De Villa, Javier Fernández, Mateo Amieva, Juan Miguel Blanco, Enol Fernández y Nicolás Amieva, la savia nueva del bando, el relevo generacional que llama a la puerta. Del traslado de la pirámide de pan de los veteranos se encargaban Iván Román, Rodrigo Sánchez, Álvaro Díez y Fernando Rodríguez.

Tras los ramos aparecían más de dos centenares de niñas y mozas ataviadas con vistosos trajes de aldeana llanisca, que batían sus panderetas al contrapunto de un tambor en manos de Sara Quintana. A continuación se presentaba un compacto grupo de simpatizantes enfundados en el traje de porruano.

El cortejo sacro se iniciaba con la presencia del estandarte de la Magdalena, una bien trabajada tela en manos del entusiasta Fernando Armas Gago. Tras la enseña del bando se presentaban dos niñas sosteniendo un remo en la mano, una alegoría para poner en valor la vinculación de la fiesta del clavel con los hombres que tradicionalmente se dedicaron a la marinería.

Seguían las andas con la imagen de Santa María Magdalena, rodeada por seis centros florales de claveles rojos y con doce voluntarios costaleros oficiando en los varales para su traslado. Los tres sacerdotes; el presidente del bando, Rafael Romero Pedregal; la banda de música y un elevado número de fieles cerraban el cortejo.

El viaje de la comitiva por las calles centrales de la villa se alargaba más de una hora y de regreso a la capilla se vivían los momentos más emotivos del día. Las aldeanas saludaban con las panderetas en alto la vuelta de la imagen a la ermita que le sirve de morada a lo largo del año, las campanas de la capilla volteaban a ritmo acompasado, la banda de música interpretaba la Marcha Real y las primeras lágrimas surcaban las mejillas de los simpatizantes por el recuerdo, en la mayoría de los casos, de los familiares ausentes, aquellos que ya pasaron a otra dimensión. Las ovaciones fueron estruendosas y se lanzaron repetidos vivas a la Magdalena.

Un corto paseo sirvió para trasladar a la multitud hasta la plaza del Muelle, donde las mozas entonaban los cánticos del ofrecimiento del ramo, la antesala de un selecto festival folclórico. La mañana se remataba con la danza de San Joaquín y la tarde comenzaba con un concierto de la banda de música en la zona del Muelle.

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