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«Que los colores se vayan es parte de una obra pública»

A. INGUANZO

Domingo, 24 de julio 2016, 00:42

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Luces y sombras. Es el resumen más claro del artista local Kiko Miyares, uno de los jóvenes que ayudó con sus conocimientos a dar forma a la primera fase de este proyecto. Luces porque, bajo su punto de vista, «pensar en obra pública para generar un desarrollo del concejo tuvo un efecto muy positivo», valora. Y es que, como pieza visualmente llamativa que, desde su inauguración «estuvo en portadas y en medios de todo el mundo», los 'Cubos de la Memoria' «sí consiguieron su objetivo». Pero Miyares va más allá.

El llanisco, licenciado en Bellas Artes, lamenta desde el principio de su creación que «el verdadero mensaje del artista no haya llegado al público». «Los 'cubos de la memoria' no son solo manzanas, gaviotas y la maleta del indiano, van más allá», advierte. Y por ello precisamente piensa que quizá, desde su apertura al público, «se podía haber hecho un trabajo más exhaustivo de explicación».

Agustín Ibarrola formó parte del conocido 'Equipo 57', un grupo de artistas cuyas obras, a grandes rasgos, destacaron por su gran cantidad de colores y el contraste que los mismos producían. «Para él primaba la densidad de los colores en contraposición con la forma donde los mismos se situaron», detalla Miyares. Lo que Ibarrola creó fue «un juego de cantidad, equilibrio y peso del color y de las formas» y el llanisco lamenta que sean pocas las personas que vayan tan lejos en la interpretación de su obra.

De su participación en el proyecto que califica como «una propuesta arriesgada» destaca, sobre todo, «el valor del trabajo de Ibarrola». «Estaba al pie del cañón, pintaba todos los días. Su manera de funcionar y trabajar decían mucho de su honestidad». Pero en lo arriesgado estaba, bajo, su punto de vista, uno de sus pilares. «Las pirámides de Egipto eran blancas y lisas, hoy las admiramos de otra forma; algunos templos o iglesias se convirtieron en ruinas y seguimos visitándolas. Que los colores de los cubos se vayan es parte de una obra pública en un lugar como es un puerto», evidencia mientras rechaza la necesidad de acometer una restauración a corto plazo. «La última fase tiene diez años, pienso que es demasiado pronto para volver a utilizar pinturas que, en contacto con el mar, no dejan de ser un elemento contaminante».

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