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ENRIQUE CARBALLEIRA
Sábado, 25 de marzo 2017, 00:16
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Con lágrimas en los ojos. Así recibían hace unos días en la asociación Animales del Oriente, las fotografías que les llegaban desde Holanda. En ellas se confirmaba el final feliz de una aventura que daba comienzo a finales del mes de diciembre, cuando tres voluntarios del colectivo emprendían un viaje tratando de buscar adopción para cuatro de sus perros.
Cubrieron una distancia total de 3.400 kilómetros con la esperanza de que estos animales, que hasta la fecha no habían encontrado acogida en hogares asturianos, pudiesen vivir al calor de una familia.
La fotografía que ahora han recibido en Animales del Oriente es la de 'Bailey', un animal muy apreciado por todos los voluntarios. En ella, el perro posa con su nuevo dueño en el momento en el que era adoptado en la protectora holandesa en la que se encontraba. «Nos ha emocionado, porque era el último de los cuatro perros que trasladamos que aún no había sido adoptado», explica Marcial González, uno de los voluntarios, lamentando la tristeza de tener que ver cómo algunos de estos animales, la mayor parte abandonados, pasan años en instalaciones de entidades como la suya. «Nosotros tratamos de darles unas buenas condiciones y están atendidos y cuidados, saliendo a pasear, pero una jaula no es su destino final, necesitan estar en una casa, con personas», añade.
Demasiados abandonos
En los últimos años han sido muchos los animales abandonados en la comarca y las jaulas del colectivo animalista suelen estar saturadas. Próximamente contarán con unas nuevas instalaciones en el entorno de Cayón, que ahora están siendo finalizadas, pero las tasas de abandono siguen siendo muy altas.
Además de Bailey, también Dopi, Once y Niki viajaron a Holanda, concretamente a Balkbrug. La colaboración establecida desde hace años, por la protectora asturiana con entidades de aquel país hicieron posible este traslado y que rápidamente se encontrara hogar para los cuatro perros.
«La labor que hicieron los tres voluntarios que viajaron a Holanda fue muy destacable y de agradecer, porque no fue tarea fácil», señaló Pedro Valle, presidente del colectivo, que se muestra optimista ante los avances de las nuevas instalaciones de la protectora. «El Ayuntamiento se está portando muy bien, con su alcalde a la cabeza, pero también vemos mucho interés y dedicación en los propios trabajadores que están realizando los trabajos, así que soy optimista en que pronto los perros puedan estar allí», añade.
Colaboración de particulares
Pese a estos avances, los voluntarios siguen preocupados por la falta de educación en el respeto hacia los animales, a los que se trata como objetos y son continuamente abandonados. Una situación muy diferente a la que pudieron vivir en Holanda, «donde el nivel de abandonos, el respeto por los animales y las condiciones de los albergues nada tienen que ver con España. Estamos hablando de que cada animal cuenta con 50 metros cuadrados de terreno, numerosos voluntarios ayudando y una importante difusión para buscar nuevas familias adoptivas». Marcial insiste en la obligatoriedad de que las mascotas lleven un chip identificativo, algo que debe ser controlado por los Ayuntamientos, «pero muy pocos lo hacen».
La labor de los voluntarios resulta algo más fácil gracias al apoyo de muchas personas anónimas que aportan recursos económicos o alimentación para los animales. «La respuesta suele ser masiva, por ejemplo, cuando hacemos un llamamiento a la donación de pienso», comenta Pedro. El mayor problema, sin embargo, lo representan los gastos veterinarios, que ascienden anualmente a miles de euros, por lo que las donaciones económicas también son fundamentales.
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