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Urgente «Cuando llegué abajo y vi las llamas, se me vino el mundo encima»
El informe del centro.
«El acoso cambió a nuestro hijo»

«El acoso cambió a nuestro hijo»

Los padres del menor agradecen la actuación del centro y a la vez critican la del club deportivo donde jugaba la víctima, quien fue apartado de su equipo

L. RAMOS

Miércoles, 10 de mayo 2017, 00:05

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«Mi hijo era un niño como otro cualquiera: revoltoso, alegre y buen estudiante. Ahora es completamente diferente, mucho más retraído, apenas nos cuenta cosas, vuelve de clase de mal humor... La verdad es que sentimos que el acoso lo cambió». Así de franca se muestra V. M., una llanisca que en los últimos meses ha pasado por uno de los tragos más difíciles de su vida, tras descubrir que su hijo pequeño, de trece años, estaba siendo acosado por dos compañeros de instituto.

Todo comenzó, rememoran V. M. y R. B., su marido y padre del chaval, a mediados del pasado curso. «Poco después de las vacaciones de Navidad el niño comenzó a quejarse de fuertes dolores de barriga. Iba a clase, pero a media mañana nos llamaban para que fuésemos a buscarlo. Lo encontrábamos completamente pálido», relatan. Preocupados, decidieron llevar a su hijo al pediatra para tratar de dar con la causa de sus dolores. «Le hicieron dos endoscopias, pero no encontraron nada, así que nos dijeron que podía tratarse de migrañas estomacales y le pusieron un tratamiento que, en principio, pareció funcionar», indican.

Con el final del curso a la vuelta de la esquina y las buenas calificaciones que obtuvo el chaval, V. M. y R. B. pensaron que el problema estaba solucionado. Sin embargo, cuando tras pasar un verano «estupendo» los dolores regresaron con el comienzo del curso, ambos sospecharon que «el problema tenía que estar relacionado con las clases». Sin embargo, y pese a su insistencia, el joven era como una tumba. «Nunca contaba nada, por mucho que le preguntásemos», recuerdan.

Así fueron pasando los días hasta que llegaron, de nuevo, las vacaciones de Navidad. Las malas notas que su hijo llevo a casa y la llamada de un profesor terminaron por confirmar sus peores sospechas. «Nos dijo que había dos compañeros que se metían demasiado con él, que le insultaban todo el rato», recuerda la madre. Tras poner la situación en conocimiento de la dirección del centro y después de que ésta apercibiese a los acosadores, quienes «prometieron no volver a hacerlo», todo pareció volver a su cauce.

Sin embargo, la tranquilidad duró poco tiempo, pues a mediados de trimestre el comportamiento extraño del niño regresó. «Comenzó a utilizar siempre sudaderas de manga larga, cuando lo normal es que por casa anduviese en manga corta. Un día que llegaba tarde a entrenar se descuidó y salió de la habitación en camiseta y entonces los vi: tenía los brazos llenos de moratones», relata V. M.

A la mañana siguiente llevó a su hijo al pediatra para que elaborase un informe con las lesiones y procedió a informar de lo acontecido a la dirección del centro. «Se portaron estupendamente. Recabaron información mediante test y charlas con los alumnos y, al considerar que existían pruebas de acoso, iniciaron el protocolo pertinente», que concluyó con la expulsión, durante cinco días, de los acosadores, según acordó el consejo escolar.

En un informe al que tuvo acceso EL COMERCIO, la Jefatura de Estudios del centro indica que «a finales del mes de marzo y comienzos de abril se detectó un caso de acoso», tras lo cual «fueron entrevistados diez alumnos para esclarecer los hechos». Finalmente, continúa el documento, «se concluyó como suficientemente probado que el alumno ha sufrido una situación calificable como de acoso escolar que comienza en el mes de enero y que es detectada y finaliza a finales de marzo. Dicha situación viene agravada por estar en inferioridad numérica ante los acosadores y por no contar con suficientes amigos o apoyos dentro del aula en ausencia del profesor».

El informe habla también de «un trato desconsiderado desde varios compañeros hacia él (insultos, desprecios, bromas pesadas...) y de manera continuada». Respecto a los moratones, al parecer fueron resultado de un juego de moda entre los adolescentes llamado 'achanta', durante el cual el joven «era objeto con mayor insistencia y fuerza que con los demás».

El informe indica, asimismo, que los alumnos entrevistados también señalaron que la víctima «mostraba una actitud activa ante las situaciones inadecuadas: también insulta, pegaba y/o se defendía, 'pinchaba' a los compañeros intentando molestarlos. Alguno incluso señala que, después de los hechos, el alumno lo amenazó diciendo 'voy a decir que me pegas para que también te expulsen'». Algo que sus padres ven como «un método de autodefensa para conseguir que dejen de meterse con él».

«No sin mis compañeros»

Mientras el centro ponía en marcha el protocolo antiacoso, los padres de la víctima informaban al Urraca C. F., club en el que jugaba, de la situación, ya que el pequeño compartía equipo con uno de sus acosadores. «El entrenador fue sumamente comprensivo y prometió estar pendiente en todo momento de los chicos, aunque ya dejamos claro desde el primer momento que los problemas se daban en el instituto, no en el fútbol», explica R. B.

De ahí la enorme sorpresa que se llevó la familia cuando les informaron de que el club había decidido cambiar al joven de equipo, pasándolo a uno de categoría superior. «Al parecer, la madre del acosador fue a hablar con la directiva del Urraca y les dijo que no quería que los dos niños jugasen juntos, tras lo que decidieron trasladar a mi hijo a otro equipo», explica el padre. En ese momento el niño se negó a seguir jugando en el club. «Dijo que si no era con su equipo, que es donde están sus amigos, no quería seguir jugando y nosotros respetamos su decisión», indica R. B., para quien «la decisión se tomó desde arriba y anteponiendo los intereses del equipo al bienestar y la ilusión de mi hijo».

Un extremo que ayer negaba tajantemente el presidente de la entidad, Juan José González, quien apuntó al «fichaje de un nuevo jugador» para el equipo al que pertenecía el menor como causa de que éste fuese trasladado a una nueva categoría. «En el Urraca disponemos de entrenadores y de un coordinador deportivo, que son quienes deciden dónde juega cada chaval, no tiene que venir la madre de nadie a indicárnoslo», aseveró, y agregó que en el club «no se vio ningún tipo de abuso. Si lo hubiera habido se habría actuado de forma contundente».

Explicación que no convence a los progenitores del niño, quienes aseveran que «el nuevo jugador llevaba fichado aproximadamente un mes» cuando tuvieron lugar los hechos referidos.

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