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Coralia Pose y su hija Alicia junto a Ana Menéndez y Marcos, Sonia García y Adara, Artemisa Fernández y Paula, Laura Hevia y Jaime y Andrea Osendi con Manuela posan en la zona de Poniente. FOTOGRAFÍAS: DAMIÁN ARIENZA
«Las medidas del plan demográfico son necesarias ya»

«Las medidas del plan demográfico son necesarias ya»

Seis mujeres que han sido madres en 2017 piden «tener el derecho a decidir si quedarnos el primer año en casa, sin merma económica, o incorporarnos a trabajar»

ELENA RODRÍGUEZ | EUGENIA GARCÍA

GIJÓN.

Miércoles, 3 de enero 2018, 01:02

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Adara, Jaime, Alicia, Marcos, Manuela, Paula y Lucas tienen entre seis y once meses y son algunos de los bebés gijoneses que nacieron en 2017. Un año en el que el permiso por paternidad se amplió de dos a cuatro semanas y el Gobierno del Principado presentó un ambicioso plan demográfico a diez años vista que incluye numerosas medidas para aumentar la natalidad en una región en la que desciende de forma crónica.

EL COMERCIO contactó con sus madres en diciembre de 2016, cuando estaban embarazadas. En aquel momento, hablaron de la importancia de lograr una cierta estabilidad económica antes de tomar la decisión de tener hijos y criticaron las condiciones laborales en el Principado –«Asturias no es una comunidad atractiva para formar una familia», decían–, pero, sobre todo, coincidían en un punto común: para revertir el declive demográfico (entre enero y junio se registraron en la región 2.938 alumbramientos, frente a los 3.172 del mismo periodo de 2016) hace falta conciliar. Y para ello han de eliminarse las trabas. Un año después, este periódico ha vuelto a interesarse sobre cómo ven la maternidad después de haber dado a luz.

Artemisa Fernández.
Artemisa Fernández.

«¿Y las familias sin riesgo de exclusión?»

«Mi niña, Paula, tiene seis meses y decidí no trabajar para cuidarla. Tengo suerte y podemos permitirnos ese lujo», expone esta enfermera de 35 años. Sobre las medidas del plan demográfico, opina que «son buenas, pero no veo cómo las pueden llevar a la práctica» y echa en falta más iniciativas para las familias sin riesgo de exclusión social.

«Ha sido un año muy feliz» es la respuesta de Ana Menéndez (32 años), Andrea Osendi (32), Artemisa Fernández (35), Laura Hevia (35), Sonia García (37), Coralia Pose (37) y también de Rosa del Valle (35), que aunque por motivos personales no pudo acudir a la cita también quiso dar su opinión. Todas valoran «muy positivamente» la maternidad, pero coinciden en que aún queda mucho por hacer en cuanto a conciliación. «Seguimos estando a años luz de países como Noruega, Islandia, Finlandia o Suecia», insiste Coralia.

Después del parto y una vez finalizados sus permisos por maternidad, Andrea, Rosa y Laura se reincorporaron a sus puestos. Sonia, mecánica industrial, realiza trabajos temporales mientras encuentra un empleo relacionado con su formación. «Quiero trabajar y estoy dispuesta a cualquier horario, pero necesito estabilidad y facilidades para poder llevar a Adara a una guardería», explica. Laura, eventual en el Área Sanitaria V, también agradecería mayor estabilidad, en su caso, horaria: «Estoy en una bolsa de trabajo y me van llamando. He perdido oportunidades laborales por cuidar de mi hijo, Jaime, porque tengo que buscar la conveniencia de horarios. Además, he optado por la lactancia materna y trabajar en turnos distintos la desestabiliza».

Coralia Pose Fernández.
Coralia Pose Fernández.

«Parar por estar con mi hija es un lujo»

Tras dar a luz a Alicia (11 meses), esta traductora de 36 años decidió hacer un parón laboral para centrarse en el cuidado de la niña y dice ser consciente de que «es un auténtico lujo poder estar con ella». «Me molesta que cuando se habla de conciliación nadie piense que no queremos más guarderías, sino pasar tiempo con nuestros hijos», defiende.

Tres de ellas han hecho, «temporalmente», una pausa en su vida laboral. Ana, enfermera, cogió una excedencia; Coralia, traductora, ha hecho un parón laboral que aprovecha para seguir formándose; y Artemisa, eventual en Cabueñes, decidió dejar de trabajar durante unos meses más porque aún cobra el paro. Las tres consideran «un auténtico lujo» poder hacerlo para centrarse en el cuidado de sus hijos y aprovechar el tiempo con ellos. «Disfrutar de los niños forma parte de la maternidad», considera Ana. Y Coralia apostilla que «lo fundamental es tener el derecho a decidir». Y es que, añade, «muchas optamos por quedarnos en casa el primer año, pero a costa de renunciar a cobrar un sueldo o tirar del paro si lo hemos generado». De esta forma, «se aminoran los ingresos de la familia, lo que repercute en la futura educación de los niños».

«Un equipo» con sus parejas

Varias están de acuerdo en que para ellas sería suficiente con tener la opción de reducir la jornada laboral manteniendo un sueldo mínimo. Las guarderías, que son una buena opción para la mayoría, resultan «muy caras». «Hay que tener recursos», confirma Ana. Las públicas, paradójicamente, no son más baratas que las privadas. «Pensábamos que la privada iba a ser mucho más cara –comenta Andrea – y vimos que costaba 50 euros menos que la pública y tiene, además, horarios bastante más flexibles. Otras eran incluso más baratas». Lo mismo le ocurrió a Rosa, que cree que «si la red fuera gratuita se favorecería la inserción laboral de la mujer después de dar a luz».

Andrea Osendi.
Andrea Osendi.

«Hacen falta más parques infantiles»

Enfermera en una clínica geriátrica, se reincorporó al finalizar su baja. «Queríamos llevar a Manuela (11 meses) a una guardería pública, pero la privada cuesta algo menos y tiene horarios flexibles que se adaptan a los nuestros». Asimismo, echa de menos parques infantiles en barrios de nueva construcción: «Son insuficientes para los niños que hay».

Aunque todas coinciden en este punto, Laura y Coralia estiman que es prioritario enfocar la estrategia política hacia la conciliación laboral para asegurar que las madres puedan pasar más tiempo con sus bebés. «Lo de las guarderías está muy bien, pero un bebé de meses quiere a su madre», afirma con rotundidad Laura. Y Coralia se pregunta por qué «cuando se habla de conciliación no piensan que lo que realmente queremos no son mayores horarios en escuelas infantiles ni que se desgrave por la contratación de canguros, sino tener un horario laboral más afín a los ritmos de una familia».

Laura Hevia.
Laura Hevia.

«He perdido trabajos por cuidar de mi hijo»

Es eventual en el Área Sanitaria V y reconoce que, desde que se le acabó el permiso de maternidad tras tener a Jaime (11 meses), ha «perdido oportunidades laborales». Opina que las bajas deberían ser más largas y que las políticas demográficas «tendrían que enfocarse más hacia la conciliación laboral que hacia las guarderías».

Con respecto al permiso por paternidad, agradecen que haya aumentado a un mes, pero, a la espera de que se pueda ampliar a cinco semanas, consideran que «se queda corto». «Debería equipararse al de la madre porque los niños necesitan a los dos. Además, serviría para acabar con la discriminación de la mujer a la hora de buscar trabajo», sostiene Sonia. «Los maridos son necesarios. Al final, somos un equipo, sobre todo si has tenido un parto por cesárea, que implica dolores y cansancio», opinan. Y Laura apunta: «La lactancia es cosa de tres: tienes que tener a alguien que se ocupe de las otras cosas, mientras tú das el pecho».

«Muy bonito sobre el papel»

A falta de cheque bebé u otros apoyos económicos, las madres trabajadoras de este reportaje se benefician de la ayuda de cien euros mensuales, que no se trata de una ayuda económica directa sino que consiste en una deducción en el IRPF de hasta 1.200 euros anuales durante los tres primeros años de vida del niño. En el plan demográfico del Principado, que contiene 216 medidas y se propone movilizar 2.275,3 millones de euros en diez años, «hay muchas medidas económicas para familias monoparentales y en riesgo de exclusión social, que están muy bien y son necesarias, pero no fomentan la natalidad».

Ana Menéndez.
Ana Menéndez.

«Mi mundo laboral no me permite conciliar»

Tras dar a luz a Marcos (10 meses), cogió la baja maternal, el periodo de lactancia, sus vacaciones y una excedencia porque «quería disfrutar el tiempo con los niños. Mi mundo laboral no me permite conciliar fácilmente». Cuando se incorpore, se planteará una reducción de jornada. «Urgen medidas de conciliación ya», subraya.

«¿Qué pasa con las familias biparentales sin riesgo de exclusión social?», se pregunta Artemisa. Sonia, que no contó con ayudas económicas de ningún tipo –ni siquiera paro, a falta de 60 días– depende de su abuela, «que, de vez en cuando, nos hace alguna compra». Y es que para todas estas madres, los familiares resultan imprescindibles. «La principal ayuda en cuanto a conciliación han sido los abuelos, que afortunadamente ya están jubilados», dice Coralia. Y las demás asienten, aunque coinciden en que «no deberían llevar la carga de la crianza».

Sonia García.
Sonia García.

«La baja paternal se queda muy corta»

De 37 años, tiene un hijo, Ares (9) y una niña, Adara (11 meses). Con la pequeña, no tuvo «las mismas facilidades». Su marido, Jonathan Zoreda, y ella están «encantados con el mes de baja paternal, pero se queda corto». Pide que se aumente «para que no se discrimine a las mujeres a la hora de buscar trabajo» y dice que «tendría más hijos si pudiera».

Las madres encuentran «muy bonito sobre el papel» el plan demográfico, que incluye propuestas destinadas a incrementar la natalidad como son el aumento de escuelas de cero a tres años o la apertura de centros escolares en periodos vacacionales. Sin embargo, son escépticas sobre su aplicación. «Las medidas parecen buenas, pero no veo cómo las van a llevar a la práctica. Para empezar, hablan de crear espacios para alimentación y cuidado de niños, lo que me parece perfecto..., pero ¡ni aparece en el proyecto de ampliación de Cabueñes!», critica Artemisa. «¿Un plan demográfico a diez años? Esas medidas deberían estar en marcha, no ser novedad», añade Ana. La falta de voluntad no parece ser el problema de la baja natalidad: aunque las madres españolas tienen de media 1,3 hijos, las protagonistas del reportaje tendrían más, si pudiesen. Pero, reconocen, «es complicado».

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