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Una mujer ora ante el altar del templo, con el retablo ensalzado por la nueva iluminación.
La Iglesia de San Antonio se renueva

La Iglesia de San Antonio se renueva

El histórico templo revive con unas obras que realzan sus puntos de interés

JESÚS GONZÁLEZ

Domingo, 21 de septiembre 2014, 01:35

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La iglesia de San Antonio, o de los Padres Franciscanos pese a que la orden ha interrumpido su secular presencia en la ciudad, se ha renovado. La propia comunidad de fieles, tanto de la parroquia de San Nicolás de Bari a la que está adscrito el templo, como de los asiduos del histórico edificio, ha sufragado unas obras acometidas en los últimos meses y que han venido no sólo a mejorar la funcionalidad de algunas dependencias, sino a ensalzar el interés artístico de uno de los atractivos culturales más visitados por los turistas que llegan a la ciudad.

Las intervenciones han ido desde la mejora de la instalación eléctrica a la recuperación del acceso al coro del templo, que había quedado condenado desde la demolición del antiguo convento franciscano, hace cuatro años.

Con las obras, la iglesia de los Padres no sólo ha recuperado ese espacio, sino que ahora luce en todo su esplendor rincones que hasta ahora permanecían escondidos a la vista de quienes se adentraban en ella.Los cambios que han supuesto las obras realizadas a lo largo de los últimos nueve meses -la cuestación de los fondos necesarios se inició poco después de la marcha de los dos últimos Padres Franciscanos-, se hacen notar nada más entrar en el templo. El primer cambio evidente es el realce que se ha dado al retablo con la nueva iluminación que se ha dispuesto por todo el templo.

«En realidad se han repuesto las lámparas que no funcionaban y se ha sustituido parte de la instalación», indica el sacerdote Ángel Fernández Llano, que tras su paso por la parroquia de Santo Tomás de Cantorbery fue destinado por el Arzobipado de Oviedo a mantener la actividad religiosa en la iglesia de San Antonio. Pero, aunque menores, esos cambios en el sistema eléctrico permiten ahora contemplar en todo su esplendor el presbiterio y el retablo que lo corona.

Además, junto a la entrada, a mano izquierda, ya se hace notar uno de los cambios más evidentes: la capilla de Pedro Solís es ahora de libre acceso, sin puertas acristaladas que impidan la entrada para contemplar los diversos elementos arquitectónicos y escultóricos que hay en su interior. Hasta la marcha de los Padres Franciscanos, esa estancia «hacía las veces de sacristía», recuerda Fernández Llano. Si bien no había grandes impedimentos para acceder a su interior, el hecho de que estuviera cerrado por una mampara de cristal y ocupado por diversos muebles, impedía que la capilla luciera como podrían esperar los cientos de turistas que cada año se adentran en el edificio más antiguo de la ciudad que aún se conserva.

Pero el mantenimiento de la actividad religiosa en el interior del templo requería, aún así, de un espacio suficiente para hacer las veces de sacristía, y ello se ha hecho en una pequeña estancia a la que se accede desde la nave izquierda del templo, que hasta hace unos meses hizo las veces de trastero.

Allí se ha instalado, en madera, una nueva puerta, una tarima y una serie de muebles en las que el sacerdote que está al cargo de la iglesia pueda desempeñar su labor. Toda la instalación, recalca Ángel Fernández Llano, se ha hecho además de modo que se cuidara escrupulosamente la integridad del templo. «No se puede quitar ni poner nada de lo que es la estructura del edificio, no se puede tocar una piedra», asevera acerca del modo en el que se han diseñado los trabajos para respetar la importancia de un edificio cuyo origen está datado en el siglo XII.

Ese respeto ha propiciado, de hecho, que la sacristía sea un tesoro en sí misma, con uno de los vanos cerrado con un cristal traslúcido en el que destaca un capitel que maravilla a Fernández Llano por la calidad del trabajo de cantería. «Todo este arco, y el capitel, estaba tapado por un tablón cuando esto hacía las veces de trastero», explica el sacerdote antes de mostrar que, desde la sacristía, también se accede a un pequeño aseo habilitado en otro de los huecos del antiguo trastero del convento.

Hornacinas

Una vez fuera de la sacristía, se observa otro de los cambios introducidos en la iglesia. El paso de 'La Borriquilla', que preside la procesión de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús de la Esperanza cada Domingo de Ramos, ha sido trasladado a la nave opuesta, ocupando un espacio junto al sepulcro de Pedro Menéndez de Avilés. Ese traslado, ha permitido abrir a la vista del visitante tres hornacinas de piedra en las que, tiempo atrás, «tuvo que haber otras tantas imágenes en piedra tallada, que desaparecieron, posiblemente durante la Guerra Civil», apunta el sacerdote en alusión al notable saqueo que sufrió la histórica iglesia avilesina durante dicha contienda.

Pero una de las actuaciones más destacadas de las emprendidas en el templo por la propia comunidad de feligreses ha sido la instalación de unas escaleras de acceso al inutilizado coro, condenado desde la demolición del convento de los Padres Franciscanos.

Coro cerrado

Desde dicho edificio, que se levantó anejo al templo en la década de 1950, es desde donde se había habilitado la entrada al coro de la iglesia. Al desaparecer el adosado, la puerta quedó condenada «y durante cuatro años no se pudo subir», indica Fernández Llano acerca de un espacio en el que ha reposado en ese tiempo el órgano y varias imágenes.

«Estuvimos buscando documentación acerca de cómo se accedía originalmente al coro, y nos encontramos con que había una escalera en la parte derecha de la entrada principal», explica el sacerdote. Ante eso, la decisión fue recuperar ese acceso, y así se optó por instalar una escalera de caracol, construida en forja, que permita ascender hasta el coro. Se trata, pues, de un elemento funcional que, al tiempo, recupera en gran medida la configuración original de espacios del histórico edificio.

Todas las mejoras, recuerda el sacerdote, han sido posibles gracias a los donativos de los propios feligreses, tanto en las cuestaciones realizadas en la parroquia de San Nicolás de Bari, como en las aportaciones que los asiduos de la iglesia de los Padres Franciscanos han ido realizando en este tiempo. Al final, de ese modo se reunieron los miles de euros que costaron todas las mejoras -«solo la escalera ha costado más de 15.000 euros», apunta el sacerdote-, a las que podrán sumarse otras a lo largo de los próximos años.

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