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ISMAEL JUÁREZ
Sábado, 22 de noviembre 2014, 12:43
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Una de las grandes historias de Avilés acontecidas durante el siglo XX ha permanecido semioculta, apenas contada, casi parece que deliberadamente, favoreciendo así el mantenimiento de una leyenda que habla de cientos de muertos, frente a la versión oficial que niega que estos fueran más de una docena.
La utilización de campanas de aire comprimido para construir los cimientos de lo que llegaría a ser 'La Fabricona', con la llegada de miles de hombres para trabajar en ellas en las condiciones más penosas, ha sido objeto de escaso estudio por los historiadores, hasta el punto de que de momento no hay ningún libro que haya analizado pormenorizadamente lo que durante la década de los cincuenta, especialmente en su primera mitad, sucedió realmente en la ría de Avilés y en la marisma próxima, en relación a la cimentación.
Un documental realizado por el director de cine avilesino Isaac Bazán Escobar, y que se estrenará en el Centro Niemeyer durante el primer trimestre de 2015, tras una investigación de varios años llevada a cabo por el propio director, muestra datos y manifestaciones de personas que vivieron aquellos acontecimientos señalando la utilización de personal no cualificado de la más diversa procedencia, que sufrieron terribles accidentes laborales, secuelas físicas y psíquicas no siempre analizadas, e incluso fallecimientos no reconocidos oficialmente. Todo ello dentro de un contexto, el de Avilés, que llegó a ser comparado con «una de esas ciudades del Oeste americano» por el gobernador de Asturias de aquellos años, cuando en 1953 pidió por escrito más policía para garantizar la seguridad de una villa que todos los días recibía trenes repletos de foráneos venidos de la miseria de la posguerra española.
Hay autores, como Jorge Bogaerts en su obra 'El mundo social de Ensidesa', que afirman que entre 1950 y 1955 pudieron llegar a Avilés para trabajar alrededor de 50.000 hombres. Personas de la más diversa procedencia que se hacinaban por las calles y para quienes no había suficiente número de barracones para ser acogidos. Por ello aquellos hombres acababan durmiendo en portales, bajo los hórreos, o incluso dentro de los tubos de las obras.
Esa situación hizo que aquellas personas fueran apodadas por los avilesinos de entonces como 'los coreanos', al comparar aquellas imágenes en sus calles con las que el NODO ofrecía a propósito de la guerra de Corea. Prueba de ello es una novela corta publicada en LA VOZ, a través de cuatro entregas, en mayo de 1954. La obra en cuestión se titula 'Barro' y fue escrita por Nicanor García Iglesias, un avilesino contemporáneo de aquellos acontecimientos. En esta novela corta, el autor describe una villa en plena transformación donde trabajan 'coreanos', en las condiciones más míseras y donde la muerte parece estar muy presente en la vida cotidiana de todos aquellos trabajadores.
Lo cierto es que la historia de los campaneros arranca en 1951. Aún eran pocos los trabajadores de ENSIDESA y las obras de cimentación sobre las que se asentaría la fábrica siderúrgica habían sido encargadas a distintas empresas, como Entrecanales o Huarte. El problema que se planteaba era el terreno, en su mayoría esteros, ya que a poco que se excavara, afloraba el agua. Para resolverlo se pensó en la utilización de los llamados 'cajones indios' a los que se les incrustaba las 'campanas' en la parte superior. En estos cajones se utilizaba aire comprimido para poder trabajar en seco. Y es que la presión del aire conseguía mantener el agua fuera de la zona de trabajo, y de esta forma permitía a los campaneros cavar en seco. Así, esta misma presión mantenía las campanas literalmente suspendidas sobre los operarios.
1.200 cajones
Aceptado este método como el más idóneo para realizar las obras de cimentación, con la teoría de que no era peligroso, entre 1951 y 1959 se llegaron a hincar más de 1.200 cajones. Nunca antes se había utilizado tal cantidad de 'campanas'. De hecho hay autores que afirman que en aquellos años se utilizaron más 'campanas' en Avilés de las que se había utilizado en toda España desde su invención a mediados del siglo XIX.
El documental de Isaac Bazán, y por lo que sin duda resultará tan revelador como polémico, en primer lugar ahonda en las condiciones de trabajo de 'los campaneros'. Manuel Martínez Velasco, Alfonso Lareu Ouzandi, Jesús Rodríguez Abades, Antonio Medina Joyera y José Vines son hombres que aparecen en el documental relatando sus vivencias como campaneros en el Avilés de los años cincuenta. La presión a la que se veían sometidos dentro de las campanas durante unas pocas horas cada día, hacía que estos trabajadores sufrieran mareos, roturas de tímpanos, hemorragias y tremendos dolores en los huesos. «Tras un trabajo de varias horas, muchos permanecían tumbados en los barracones hasta el día siguiente sufriendo dolores», nos cuenta M. V. P., vecino de Avilés, que trabajó en el exterior de las campanas y convivió con los 'campaneros' en los barracones. Su deseo de ocultar la identidad bajo unas iniciales refleja la inquietud con la que aún a día de hoy se recuerdan aquellos episodios. «Todos tenían un color de piel blanquecino, enfermizo, que les duraba años, incluso mucho después de haber dejado de trabajar en las 'campanas'. Era un trabajo duro y muy peligroso aunque cobraban más que el resto».
Baile de cifras de muertos
El peligro al que se refiere M. V. P. tiene que ver con otro de los aspectos polémicos del documental. Aunque oficialmente están reconocidos tan solo una docena de muertos, lo cierto es que distintas manifestaciones indican que su cifra pudo ser más elevada. Y el número de accidentes también. Así lo cuentan algunos campaneros en el documental. A pesar de que la prensa de la época sólo llegó a relatar un accidente ocurrido en las campanas, hay distintas declaraciones de personas que estuvieron trabajando en aquellas obras antes de la puesta en marcha de la fábrica siderúrgica que afirman que hubo más accidentes y muchos más muertos. Incluso, hace unos pocos años, un antiguo sanitario de Entrecanales, en una entrevista reconocía que, además de un gran número diario de accidentados en las campanas, él tuvo conocimiento de la muerte de 96 campaneros en aquella década, incluyendo a siete que él mismo había tenido que sacar del agua.
Había dos tipos principales de accidentes, debidos ambos a fallos por fuga de aire de la boquilla, rotura del cajón o por fallo de los compresores que suministraban el aire. Por un lado, aquellos en que los campaneros salían reventados por una boquilla situada en la parte superior de la campana. «Yo entré a trabajar en las obras en 1955 y me constan varios accidentes de este tipo», relata M. V. P.
Otro tipo de accidente sucedía cuando las campanas perdían presión, caían y acababan enterrando en vida a los campaneros. El único accidente de estas características con muertos que ha sido reconocido ocurrió el 3 de diciembre de 1954, del que en unos días se cumplirán sesenta años. En él murieron seis personas. Se trataba de una de las campanas más grandes y se llegó a especular con la posibilidad de que los materiales de construcción no fueran los más adecuados. Tanto es así, que el libro de Jorge Bogaerts recoge el relato de Juan Manuel Cárdenas, uno de los arquitectos de Llaranes, afirmando que la empresa de Entrecanales intentó comprar todos los periódicos del ABC en Madrid, que se había hecho eco de la noticia del accidente, para evitar su difusión por toda España.
Otro testigo, J. A. A., que también quiere ocultar su identidad, tiene claro que hubo más muertos, aunque en su mayoría no fueran debidos a los accidentes. «Mi padre era capataz en las obras de cimentación. Yo entonces era un niño, pero recuerdo que llegaba apesadumbrado a casa diciendo que los hombres se le estaban muriendo reventados en los barracones o camino de ellos, antes que en las campanas». Esto era porque el proceso de descompresión no se hacía de modo adecuado. En el libro 'Catedrales de Acero', escrito por Javier Gancedo, director del Archivo Histórico de Ensidesa, y que es una de las personas que aparecen en el documental 'Campaneros', se pone de manifiesto que los trabajadores no estaban formados suficientemente, no respetándose los tiempos de descompresión. Esto hacía que muchos de ellos, como apunta J. A. A. pudieran morir minutos u horas más tarde sin que el fallecimiento fuese registrado como accidente laboral.
Utilización de presos comunes y presos 'políticos'
«Posiblemente nunca se llegue a saber la cifra real de campaneros muertos, sin embargo, existen indicios que indican que la cifra podría alcanzar, al menos, la de varios cientos. Lo que me extraña es que ningún historiador se haya ocupado en estos sesenta años de aclarar esto», afirma Isaac Bazán.
La declaración de un antiguo campanero sosteniendo en el documental que en los trabajos de cimentación se utilizaron presos, es sin duda otro de los puntos polémicos del documental. En realidad los pocos autores que se han acercado al tema de las 'campanas' confirman su uso en las obras. Lo que quedaría pendiente de ser estudiado es el número exacto.
Dentro de este apartado, existe un punto aún más delicado: la utilización de presos políticos. Aunque el documental no aborda esta parte de la rumorología popular que alimenta la leyenda, lo cierto es que existen algunos libros publicados que no descartan la hipótesis. En este sentido, Manuel Hernández Barrios en su estudio 'La evolución de la siniestralidad laboral en la factoría de Ensidesa en Avilés' afirma que en aquellas obras se utilizaron «represaliados» por la dictadura.
De igual forma, en un libro publicado por el investigador José Luis Gutiérrez Molina, titulado 'Franquismo y trabajo esclavo, una deuda pendiente', se expone una relación de 90 empresas españolas que utilizaron penados como mano de obra forzada entre 1939 y 1956. Una de las empresas que figura en este listado es Entrecanales. «Yo no sé si eran presos políticos o comunes, pero sí tengo el recuerdo claro de ir a ver a mi padre a las obras y haber siempre guardias civiles con el 'chopo' al hombro custodiando a los trabajadores. No era ningún secreto que se había sacado gente de las cárceles para trabajar aquí al principio», relata J. A. A.
Isaac Bazán Escobar, al igual que la mayor parte de los historiadores que se han acercado a este tema, cree que en su momento se ocultaron datos y situaciones y esto ha alimentado la leyenda.
Más allá de conjeturas, para el director avilesino la leyenda tiene una base. Una base que merece ser estudiada con detenimiento. Aunque al final de todo, con este documental «mi intención es rendir homenaje a aquellos hombres. Los que aún viven son ya muy mayores y merecen un reconocimiento por parte de la ciudad de Avilés», concluye.
Sin duda, el documental puede abrir un debate histórico sobre un asunto del que circulan muchas versiones orales pero poca documentación escrita. 'Las campanas' de Avilés y sus 'campaneros' volverán a estar en las conversaciones de los avilesinos muy pronto. Aunque esta vez, con un documental que ofrece datos y entrevistas que hacen que la leyenda sea menos leyenda y la historia real posiblemente un asunto aún por investigar.
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