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Mano a mano con el paciente

Mano a mano con el paciente

Los auxiliares de Enfermería creen que son los 'grandes desconocidos'

Cristina Del Río

Lunes, 15 de diciembre 2014, 00:49

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Son quienes más trato directo tienen con el paciente, pero a menudo su labor se diluye entre el resto de actividad asistencial en un centro sanitario. Hacen camas, asean a los enfermos, reparten comida, alimentan a quien no puede hacerlo por si mismo, recogen y distribuyen material y, en general, prestan todo tipo de apoyo a los enfermeros. Son sus auxiliares, los auxiliares de enfermería. 278 en todo el Área Sanitaria III, de los que 258 trabajan en el Hospital San Agustín. Toda una disciplinada legión, parte fundamental de un ejército en el que todas las divisiones han de estar perfectamente coordinadas para avanzar.

Su labor pasa por ser la «gran desconocida» de un complejo hospitalario como el San Agustín, a pesar de que están omnipresentes en todas las plantas y habitaciones, y a casi todas las horas del día. Es, al menos, la sensación que tienen sus integrantes, que incluso atribuyen a la auxiliar que superó el ébola en Madrid, Teresa Romero, la reciente puesta en valor de un trabajo que por cotidiano y habitual pasa desapercibido.

«Los pacientes conocen el trabajo de las enfermeras y de los médicos, pero del nuestro o no saben nada o no se dan ni cuenta; para ellos, todas somos enfermeras», reflexionan. Aunque, todo sea dicho, esto no les afecta en absoluto. Ellas aseguran sentirse muy satisfechas con su labor.

«Pude haber estudiado Enfermería, pero no lo hice porque me gusta mucho mi profesión y me siento realizada». Mar Vega, auxiliar desde 1976, es contundente. Forma parte del equipo de cinco personas que trabaja en Rayos. Un servicio que considera «amable», con la asistencia en pruebas de digestivo, urología, rayos X o en ecografías. Su trabajo está «en el pasillo», explica con humor, porque aquí es donde tiene la mesa de trabajo desde la que se desplaza a una u otra sala con total «autonomía». Una independencia que se presupone en un engranaje en el que cada pieza tiene su misión, pero que las jerarquías laborales no siempre facilitan.

«Resolvemos cuando podemos y trabajamos con cierta independencia». Maribel Rábago -cuarenta años en la profesión- corrobora las impresiones de su compañera. Ella trabaja en consultas de Cirugía. Son dos enfermeras que citan y curan y dos auxiliares que tienen que disponer de la información necesaria para que nunca falte material en esas curas. «Es un trabajo en común de gestión de consulta», resume.

En una profesión dominada por las mujeres, son ellas las que reivindican la importancia de su trabajo en todas y cada una de las especialidades de su profesión. De las 278 auxiliares del Área Sanitaria III, 271 son mujeres y sólo ocho son hombres. Los varones se concentran en el Hospital San Agustín, confundiéndose entre las 250 auxiliares mujeres.

Covadonga González es de las más veteranas. Y también de las más tajantes. Tantos años a pie de pasillo le hacen aseverar que «no se nos valora», por eso bromea al pedir que se les denomine «técnicos sanitarios». Anteriormente, había trabajado en el Tribunal Tutelar de Menores, pero espoleada por su hermana estudió nueve meses en Santander y regresó a Asturias con un trabajo. Pasó por toda Asturias hasta que, por fin, consiguió plaza en el San Agustín. Aquí ejerce en Cirugía, en la planta quinta centro.

Es la más escéptica de sus compañeras, quizás porque la jubilación está a la vuelta de la esquina, y discrepa del resto al afirmar que el trabajo no ha cambiado mucho en estas últimas décadas. «Sí, he hecho muchos cursillos, pero lo sustancial (hacer camas, limpiar a los enfermos, repartir comidas, acostar a los pacientes, reponer sueros, suministrar suplementos) sigue siendo lo mismo».

No opinan así Maribel Rábago o Mª Ángeles Fernández, quienes admiten que posiblemente en las plantas las labores hayan seguido siendo las mismas, pero apuntan al componente técnico de algunas especialidades. «Reconozco que desconozco el trabajo en planta porque llevo veintipico años en el quirófano», explica Rábago, «pero sólo por el instrumental que se utiliza, y que el auxiliar debe conocer, así como por los protocolos, es necesario la formación». En su trabajo diario, ellas asisten desde el exterior cuando médicos y enfermeras operan de puertas para adentro.

Buen carácter

En lo que sí están de acuerdo todas es en que hay que tener «buen carácter» para ser eficaz y disfrutar del trabajo. «Si no te gusta, no puedes hacer esto. Eso seguro», explica con rotundidad Mª Ángeles Fernández. El trato con el paciente, que todas señalan como lo más gratificante de su tarea, requiere también de cierta intuición y algo de temple con los familiares que, todo sea dicho, a veces, obstaculizan pasillos, incluso la entrada a las habitaciones. «Hay enfermos que se quejan después de que se han ido de dolor de cabeza, pero a ellos nunca se lo dicen», señalan a modo anécdota.

Las plantas y servicios también marcan diferencias. No es lo mismo Cardiología o Endocrinología, por citar dos, que a pesar de registrar mucho movimiento no cuentan con pacientes dependientes como Maternidad, donde se respira una alegría permanente. Y confiesan: «sí, cuesta mucho controlar los sentimientos», por eso apuntan como requisito imprescindible «no ser hipocondriaco».

En este trabajo en el que la experiencia es un grado y en el que las enfermeras delegan en ellas algunas de sus funciones -salvo coger vías, aplicar curas y medicación intravenosa-, están convencidas que «sin auxiliares las plantas no marcharían». «Eso seguro».

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