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Carlos Nores, zoólogo y profesor en la Universidad de Oviedo.
La curiosa historia de la garduña

La curiosa historia de la garduña

El zoólogo destaca en una conferencia del Aula de Cultura de LA VOZ la recuperación de la marta en Asturias, frente a lo que ocurre en el Mediterráneo

Cristina Del Río

Martes, 27 de enero 2015, 00:19

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En la Península Ibérica mediterránea sí parece claro que la garduña es una especie invasora, no así en Asturias donde la marta ha protagonizado una sorprendente recuperación asociada seguramente a la reforestación y al progresivo abandono de las tareas del campo. Fue la respuesta a la pregunta inicial que planteaba la conferencia '¿Es la garduña una especie invasora?', organizada por el Aula de Cultura de LA VOZ DE AVILÉS y la colaboración de Mavea, y pronunciada ayer por el zoólogo Carlos Noresen el Centro de Servicios Universitarios. El profesor de la Universidad de Oviedo no quiso destripar el contenido de la conferencia y reservó hasta el final la respuesta la pregunta de la que partía la charla tras definir tipología, condiciones de vida y expansión de marta y garduña desde las primeras evidencias de su aparición.

A priori, y a ojos de un naturalista, la garduña podría ser considerada 'la mala' de la película, el título que a un Nores con grandes dotes de narrador le habría gustado titular su conferencia. «Una especie que todos consideran típica de Europa y de Asturias pero con una historia oscura detrás». Son ambas, la garduña y la marta, «dos actrices muy parecidas». La primera más mediterránea, antropólifa y nocturna; la segunda, boreoatlántica, diurna y nemorosa, que le gusta vivir en los bosques. Físicamente similares, aunque con algunas diferencias de color y pelaje en pies y manos.

Actualmente, la garduña se extiende por toda la Península Ibérica y la marta se concentra en la Cornisa Cantábrica y en los Pirineos. Curiosamente, también en Mallorca y Menorca.

Carlos Nores explicó que todo el subgénero 'martes', nombre científico de garduña ('martes foina') y marta ('martes martes' ), se considera forestal con la salvedad del componente de independencia que manifiesta la garduña. «Quizás porque se extendió cuando ocurrió la primera deforestación y los que más posibilidades de vivir eran los que se adaptaban a un entorno sin árboles». La garduña se expandió, por tanto, desde Oriente Medio a Este y Oeste con los hombres del Neolítico, asociada a sus formas de vida, a la deforestación del bosque por las nuevas prácticas de agricultura y ganadería. En menos de mil años, entre el Paleolítico Superior y el primer Neolítico, los restos arqueológicos de la garduña demuestran una expansión no conocida hasta entonces.

Los restos estratigráficos hallados en Cova Fossa, en Castellón, en 2003 permitieron certificar la reducción de frecuencia de la marta frente al incremento de la garduña a partir del Neolítico, en paralelo a la ganadería menor, mientras que la primera era claramente superior en la época Epipaleolítica y Mesolítica. Lo curioso, según apuntó Nores, sería saber por qué cuando el modo de vida de los hombres neolíticos estaba cambiando, sustituyendo pieles de animales por otro tipo de tejidos para vestirse, comenzaron a desaparecer las martas que hasta entonces eran cazadas para alimentarse y protegerse con su piel. «Parece ilógico» y parece asimismo apuntalar la tesis de que la garduña va asociada a la transformación del hábitat del hombre neolítico.

Llegados a España, el experto llamó la atención sobre la ocupación territorial de la marta en Galicia, en la zona de bosques oriental, frente a la garduña, que se encuentra en todas partes. No se da la misma segregación espacial en Asturias, que atiende más a la altitud que a otro parámetro. Así, la garduña es más abundante a menos de 200 metros, aunque se ha encontrado alguna evidencia a 2.400, mientras que la marta muestra una clara «disponibilidad territorial». A la garduña le gusta el eucaliptal y la zona urbana, «o sea, los medios muy alterados» y la marta prefiere los bosques caducifolios. Y si en el Mediterráneo la marta está en retroceso frente a la garduña, en Asturias los datos hablan de la tendencia contraria, con casi tres martas por cada garduña.

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