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Los asistentes a la inauguración en el CMAE reciben explicaciones sobre un grupo de tinajas expuestas.
Gigantes de barro de  los siglos XVIII y XIX

Gigantes de barro de los siglos XVIII y XIX

El CMAE inaugura las Jornadas de Alfarería con una exposición de tinajas de gran tamaño y otra fotográfica

Cristina Del Río

Jueves, 30 de abril 2015, 00:37

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Tinajas de gran tamaño, gigantes de barro en algunas ocasiones, hablan sin traductor de la economía y modos de producciones que durante varios siglos, entre el XVIII y el XIX, caracterizaron numerosas zonas rurales del centro de España. Convertidas hoy en piezas de colección por su singularidad y características etnográficas, fueron útiles indispensables para salvaguardar aceite y vino cuando España era la indiscutible bodega de Europa.

Medio centenar de ellas, realizadas en Castilla y León, Castilla-La Mancha, La Rioja, Aragón, Madrid, Andalucía y Galicia, han viajado desde colecciones particulares para su exposición en la exposición 'Alfarería tradicional de España: grandes contenedores', una de las dos muestras que este año conforman las séptimas Jornadas de Alfarería, inauguradas ayer en el CMAE de Avilés, con el partrocinio del Ayuntamiento de Avilés y el apoyo de la concejalía de Cultura.

El coleccionista Ignacio-Martín Salas Valladares, el fotógrafo Severiano Delgado y el equipo Adobe se fueron pasando el testigo en una visita guiada por la exposición que recayó en el comisario de la misma, Ricardo Fernández, en la parte fotográfica. 'Tinajas, tinajeros y bodegas (1871-2015)' son medio centenar de instantáneas, la mayoría de gran valor documental, que explican gráficamente el proceso de elaboración de estos grandes contenedores, desde cómo se mueve el barro hasta su destino final en bodegas, muchas de ellas en funcionamiento en la actualidad.

Son las tinajas de tamaño más modesto las que adentran al visitante en un recorrido por una forma de trabajar el barro desconocida en Asturias. Debido a su gran tamaño, es el alfarero el que se mueve alrededor de la pieza que, asentada sobre un bolo, va tomando forma conforme el artesano va añadiendo churros de barro en una pared que, inevitablemente, va quedando irregular. A los 30 o 35 centímetros de altura se para, se humedece y con sendas paletas, una convexa para al interior y otra plana para el exterior, se va mejorando la forma cilíndrica. El trabajo continúa hasta la altura deseada. Ochenta centímetros, dos metros o hasta los 5,5, y 700 arrobas de capacidad (una arroba de vino supone algo más de 16 litros), que se alcanzaron en una ocasión en Villarrobledo (Albacete). Aunque por su dimensión no pudo ser introducida en el horno, esas medidas sí le valieron su entrada en el Libro Guinness de los Récords.

Sin más rastro de ella en Avilés más que la anécdota narrada, la más alta de las que se muestran en el CMAE es una pieza de gran valor por su antigüedad. Datada en el siglo XVII, es una tinaja de El Toboso (Toledo), de 185 centrímetros de altura. Propiedad del Ricardo Fernández, comisario de la exposición, es la mayor pieza de barro que se ha visto hasta el momento en Avilés del medio millar que han pasado a lo largo de estas siete jornadas.

Si esta pieza rezuma historia cervantina por cada una de sus partículas de polvo y arcilla, otras hablan sin mostrar nada más que su ejemplar resistencia al paso de los siglos. Sin apenas muescas, algunas roturas se salvan con apósitos que llevan el nombre de 'lañas'. Alambres que cual grapa cicatrizan heridas que en el caso de las expuestas en Avilés las convierten en auténticas curiosidades.

La deformidad se anota como signo diferencial y de valor añadido. Por ello destaca y sobresale una de las de Sierra del Maestrazgo, en Teruel, que comparten espacio en el CMAE con otras de la misma zona.

La peculiar decoración y color de las gallegas, ámboas en las que se aplicó la técnica del 'empegado', o los barreños de lavar y cocios, prototipo artesanal de la actual lavadora, integran una muestra que cede la explicación más detallada sobre todo el proceso a las fotografías que se disponen a continuación.

Integran 'Tinajas, tinajeros y bodegas (1871-2015)' instantáneas cedidas por diversas instituciones y de autores como Severiano Delgado, Premio nacional de Fotografía en el apartado de Artes Populares, en 1985 y 1987.

Narran toda la vida de la tinaja desde que se muele el barro seco tras haber oreado al sol y, una vez molido, se echa en la base de decantación con agua para que se humedezca. Instrumentos, alfareros en plena faena y la sucesión de las imágenes más impresionantes, las de cocción y transporte de las tinajas de gran tamaño que requerían cuadrillas de más de veinte personas para su traslado que, en ocasiones, constituía una auténtica fiesta.

Cada uno de los integrantes, protegido por una piel de cabrito, tiraba de un ramal al grito del capataz, que iba marcando el ritmo en un giro que exigía atención y coordinación para preservar la integridad de la tinaja. Los mayores hornos tinajeros alcanzaban una temperatura de 1.000º C tras veinticuatro horas de cocción.

Bodegas de Valencia, Villarrobledo (Albacete), Bullas (Murcia) y Valdepeñas (Ciudad Real) siguen usando hoy en día estas piezas de alfarería para conservar el vino lo que, a su vez, conserva el oficio en Villarrobledo, donde Tomás Orozco y Juan Padilla continúan trabajando el barro y exportando incluso piezas a Japón y Estados Unidos.

La fiesta de la alfarería que durante un mes se vivirá en el CMAE.

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