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Casi todas las empresas asentadas en el PEPA padecen los efectos de la actividad de baterías de cok.
«Es como una lija para los tejados»

«Es como una lija para los tejados»

Las empresas del PEPA sufren en silencio la cercanía de las baterías de cok

FERNANDO DEL BUSTO

Miércoles, 30 de septiembre 2015, 00:15

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La vecindad con ArcelorMittal tiene sus ventajas, pero también sus inconvenientes, especialmente si el vecino se llama baterías de cok. Al menos es la experiencia diaria de las empresas asentadas en el Parque Empresarial Principado de Asturias (PEPA) que sufren numerosas molestias. Buena parte de las empresas consultadas prefieren el anonimato ya que, en mayor o menor medida, mantienen relaciones comerciales con ArcelorMittal. Pero todas concluyen con un relato parecido.

Lo de menos es el mal olor, la pestilencia a huevos podridos característica del dióxido de azufre. «Te llegas a acostumbrar, algunos días sólo te das cuenta porque los clientes te comentan que huele menos que otros días», aseguran en una empresa del entorno de las baterías.

El principal problema es el generado por el carboncillo que sale despedido con el vapor de agua al enfriar el cok. Es el culpable del deterioro de las cubiertas y los canalones en la práctica totalidad de las naves. «Es como una lija para los tejados, termina lloviendo dentro», explican los empresarios.

Inversión constante

No es de extrañar que en instalaciones con diez años o menos aseguren que ya han renovado su cubierta una o un par de veces. Las diferentes empresas con las que habló este diario ofrecen un relato similar: un tejado prácticamente destrozado por la corrosión, comido por los miles de partículas incandescentes con azufre y carbón que van destrozando la superficie. La reparación del tejado viene a suponer una inversión de miles de euros, entre 10.000 y 15.000 euros, según el tamaño de la nave.

Para tratar de distanciar esa inversión en el tiempo, las diferentes empresas asentadas en el PEPA se ven obligadas a un esfuerzo extra en el mantenimiento de las instalaciones. Algunas compañías aseguran que se ven obligadas a realizar, al menos, cuatro limpiezas anuales de las cubiertas y canalones para frenar su deterioro. De media, cada una viene a costar unos mil euros. «Si juntásemos todo el carboncillo que sale de ahí, tendríamos toneladas», comentan.

El depósito del polvillo también afecta a los vehículos estacionados en las inmediaciones de las baterías. Especialmente, en el turno de noche. «Puedes llegar a escribir sobre el capó», comentan. La chapa de los vehículos sufre y termina deteriorándose.

Los diferentes concesionarios de automóviles también son conscientes de esa situación y hace que estén especialmente vigilantes de sus vehículos, reduciendo exposiciones innecesario en el exterior.

Pero el carboncillo no sólo afecta a las cubiertas y a las chapas de los vehículos. Aparece en el interior de las naves, se cuela por las rendijas de ventilación de ordenadores y máquinas de precisión que terminan averiándose con más frecuencia de lo habitual. «Vienen los técnicos, pero al final nos dicen que no hay arreglo y hay que comprar una máquina nueva», aseveran.

Una polución que también afecta a otros aspectos. «Me gustaría que los clientes se marchasen con la camisa igual de blanca que cuando llegan a nuestra empresa», comenta más de uno.

Con todo, la suma de despropósitos no termina con un rechazo a la empresa: «No queremos que se cierren las baterías, pero que pongan los filtros y medidas necesarias para evitar la actual situación». Es una frase que repiten los diferentes interlocutores de este diario.

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