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Imagen que presentaba el pasado viernes por la noche la confluencia de las calles San Francisco, Calleja de los Cuernos y Álvarez Acebal.
La noche avilesina se apaga

La noche avilesina se apaga

Empresarios del ocio y taxistas coinciden en señalar la falta de actividad los fines de semana

Ruth Arias

Domingo, 10 de abril 2016, 01:56

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Algunas generaciones de avilesinos recordarán la calle Galiana atestada por las noches, otras aún conservarán en la retina esa misma imagen en Rivero, La Ferrería o, si son algo más jóvenes, en el barrio de Sabugo. Muchos de los actuales veinteañeros, sin embargo, no habrán visto jamás algo parecido. La noche en la ciudad ha ido decayendo de forma gradual en los últimos años, y el diagnóstico de la situación es compartido por jóvenes, hosteleros e incluso los taxistas: «Avilés está muerto».

Los restaurantes tienen actividad, y hay algo de movimiento a primera hora de la noche pero, tras la primera copa, es difícil distinguir un viernes o un sábado de, por ejemplo, un martes. «La cosa está fastidiada, empezó a decaer hace unos cinco años o más», asegura Marcos Rodríguez, al frente del Cliché, en el barrio de Sabugo. Coincide con la crisis, pero este vacío no se atribuye únicamente a este motivo. Suman la ley antitabaco, la prohibición del consumo de alcohol a menores de 16 y 17 años, la implantación del servicio de búhos a Oviedo y a Gijón o un cambio en las costumbres de ocio.

El resultado son bares semivacíos a partir de las dos de la madrugada, una escasa afluencia en las calles y una notable disminución de la recaudación que ha ido provocando el cierre de locales y, con ello, una merma de la oferta que acaba provocando el éxodo nocturno de muchos jóvenes a otras localidades. «Pretender viví aquí hoy en día de las copas es un suicidio», considera Pablo Vega, propietario del bar La Llosa, en la plaza de Carlos Lobo.

Tomarse una copa es ahora cosa de fechas señaladas, cuando «antes era todo el año». Ahora la noche solo aguanta en fiestas: Carnavales, San Agustín... y nada más. «A la una y media Avilés es un desierto», cuenta este hostelero. Todos coinciden con él. «La gente sale a tomar una y marcha para casa», asegura Pablo San Juan, del Bitácora. Quienes quieren quedarse algo más allá de eso, se quedan sin opciones. La mayoría de los locales que continúan abiertos optan por bajar la persiana con el ojo puesto en la rentabilidad y otro en la vigilancia municipal, porque los horarios de cierre están mucho más controlados de lo que lo estaban hace unos años.

«Deberían ser un poco más permisivos, porque al final esto repercute en la economía de la ciudad», señala Miguel Ángel Fernández, cliente de Bitácora, consciente de que, a pesar de la crisis, esta situación no se repite en otras ciudades. «Gijón y Oviedo se han comido la tostada, incluso en fiestas de aquí como el Carnaval», relata.

Avilés tiene que luchar con la competencia directa de Gijón y de Oviedo, que la superan con creces en oferta de ocio para todos los públicos y edades. «Siempre hubo gente que marchaba, y esto estaba lleno», recuerda José Ramón Fernández, antiguo propietario de la Cantina de la Ría. Pero, como dice San Juan, «antes vendíamos todos, pero ahora hay menos dinero».

Ocio diurno

La crisis ha influido de forma significativa en una nueva concepción del ocio, que se ha convertido en diurno. «Ahora hay mucha más gente por el día», manifiesta Pablo García, propietario de El Cabanón, en la calle de La Estación. «Los vermús se alargan y las tardes también», cuenta, y lo demuestra su bar, a un aforo bastante considerable a las diez de la noche. Su local es uno de los que ha logrado resistir en el barrio a base de especializarse y ganarse un público fiel que acude a tomarse unas cervezas y a escuchar música rock.

Funcionan las enotecas, las cervecerías... El ritmo poco tiene que ver con el de hace una década. «Antes abrías y se te llenaba el bar, ahora tienes que estar todo el día pensando en formas de atraer a la gente», explica Agustín Gutiérrez, 'Guti', del Lord Byron. Su negocio nunca cerró tarde, pero ya ha renunciado del todo a la noche. Allí, como en otros bares, se organizan pequeños conciertos y espectáculos que funcionan, y han multiplicado la oferta cultural en la ciudad, pero a primera hora y a un ritmo más pausado.

Subsisten locales salpicados por Sabugo, El Carbayedo, Carlos Lobo, Galiana... pero todo parecido con una gran zona de marcha es ya una cosa del pasado. El público más joven brilla por su ausencia, y las barras y mesas están pobladas de gente en la treintena y la cuarentena. Hay toda una generación ausente de la noche avilesina.

Esta nueva realidad no solo hace mella en los bolsillos de los hosteleros, sino también de otro sector: el del taxi. «Esto empezó cambiando por la crisis, pero sobre todo por los búhos, que nos hicieron mucho daño», asegura Francisco Bayona, de Teletaxi. «En Avilés ahora mismo no hay ningún atractivo, y si los jóvenes tienen la opción de coger un autobús, se van», cuenta.

Los trabajadores del gremio recuerdan como «de cuatro a siete de la mañana se trabajaba sin parar», como recuerda Juan Carlos Álvarez. Ahora las carreras a esas horas son cada vez más escasas y, de hecho, son varios los conductores que han dejado de trabajar la noche. «Es que no merece la pena, ya no hay gente ni en el bingo», cuenta Luis Álvarez.

La misma decisión ha tomado, por ejemplo, Carlos Ordóñez, que «tenía chóferes para hacer las noches y en los últimos cuatro años ni siquiera me lo he planteado». Él achaca este declive a la falta de empleo pero, sobre todo, a la pérdida de pulso de la ciudad. «No es cuestión de precio, porque Gijón y Oviedo son más caros, es que en Avilés se están haciendo las cosas muy mal», considera.

No taxistas ni hosteleros tienen esperanzas en que Avilés logre recuperar ese ritmo nocturno que tuvo en décadas pasadas. «Eso ya no vuelve», lamenta Pablo Vega. «Esto ya no va a volver a ser lo mismo», asegura Pablo García. Si la noche avilesina puede resurgir, solo el tiempo lo dirá, pero la realidad solo muestra discotecas cerradas y bares con el cartel de «Se alquila».

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