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José Manuel Reguero fue maestro y es 'El Maestru'.
Un maestro del monólogo

Un maestro del monólogo

José Manuel Reguero, y que también atiende por Manuel, Manolo o Manolín, es 'El Maestru', nombre artístico que le acompaña desde que en Cabañaquinta actuó en un bar con un texto de Anxelu, para él uno de los mejores monologuistas asturianos

POR C. DEL RÍO

Domingo, 17 de julio 2016, 01:20

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Un aplauso, una risa, una lágrima, el gesto adusto del que espera sin saber qué va a recibir o el despiste del que está allí sin saber muy bien por qué. Desde el escenario se ve todo esto y mucho más. Se ve y se siente en una sucesión de imágenes que nutren al que las recopila y selecciona. Abunda lo bueno, la generosidad, la entrega y el agradecimiento pero quien brega frente a la platea sabe que nadie regala nada y que cada espectáculo exige lo mejor de uno mismo. Con ese concepto claro, uno puede guardar experiencias en su mochila sin temor a quedar a la intemperie. Manolo las conserva por decenas, casi tantas como espectáculos en cuarenta años de monologuista. Ha sido una afición que ha cultivado en paralelo a su labor docente en colegios públicos y a la que se entrega en exclusiva una vez jubilado.

José Manuel Reguero, y que también atiende por Manuel, Manolo o Manolín, es 'El Maestru', nombre artístico que le acompaña desde que en Cabañaquinta actuó en un bar con un texto de Anxelu, para él uno de los mejores monologuistas asturianos. Él fue sin saberlo quien le puso en un camino que ahora abona con una escuela en Illas que recoge sus primeros frutos en forma de premios en concurso regionales.

Los alumnos, alumnas en su mayoría, aprenden de su vecino, nacido en Callezuela en 1950 y que tras vivir en San Juan de Nieva, Avilés y en la falda del puerto de San Isidro, regresó al oasis rural en el que reside feliz. Hombre de verbo fácil, disfruta de la tranquilidad de estar en el pueblo con la ciudad a tiro de piedra. Y en verano nada le gusta más que retirarse al área recreativa de Sollovio, a la piscina, tumbarse en la toalla y descansar. Pensar, reflexionar o simplemente desconectar. Estar sin estar que para algo vive en un concejo donde todos se conocen y se tratan y en el que es difícil pasar más de media hora sin saludar o conversar con un vecino.

Con un estilo propio y muy reconocible, El Maestru sigue defendiendo cuatro décadas después un puesto en el monólogo asturiano que nadie le discute pero que se empeña en ampliar. Ahora lo hace mano a mano con 'El Pravianu' en Folixa Astur, el nombre de un dúo artístico que forma con el que además de compañero es amigo. Juntos han editado cuatro discos que, en el caso de Reguero, se suman a otros cuatro anteriores en solitario. Con él ha tratado de dar un giro a los espectáculos, de enriquecerlos y aunar fuerzas en unas representaciones en las que Vicente Prado toca la gaita y canta y Manuel lleva el peso del humor, de la historia narrada. De completar una escena que Reguero nunca tuvo problema en llenar él solo.

Caracterizado como el personaje principal de sus textos, el guiño al argumento conecta desde el principio con un público al que comenzó mostrando textos de otros y al que, conforme fue ganando confianza y reconocimiento, pasó a presentarle los suyos. Fue un proceso progresivo que desde pequeños locales y audiencias reducidas llegó a escenarios de teatros con el patio de butacas repleto. Por el camino quedan los viajes a los centros asturianos de Berna, Bruselas o Caracas, donde es imposible no sentir el cariño de una generación de asturianos que se siente un poco más cerca de la tierra de su niñez viendo a un aldeano de esos que encajan en el tópico, un ciclista, un piragüista vencedor en el Sella, un boxeador, un torero con su traje de luces y madreñas o un esquiador con boina, bigote y gafas de hueso. Cada tema lleva un atrezo que a él también le ayuda a meterse en el personaje. Su favorito es el de médico, la profesión que de verdad le hubiera gustado ejercer, y a la que rinde un tributo a través del humor. ¡Anda que no dan juego esas conversaciones entre paciente y doctor! Es la magia de la escena. La de jugar, acercar y también desmitificar, por qué no, la profesión. Situaciones y diálogos casi esperpénticos y cercanos a un público que los ve plausibles.

Aunque profesional del monólogo, Reguero se ha ganado la vida como profesor. Unos estudios que eligió por comenzar a trabajar cuanto antes pero que en principio no fueron vocacionales. La pasión de la enseñanza la descubrió en El Reblinco, su primer centro tras las prácticas en San Pedro de los Arcos (Oviedo). A sus alumnos del barrio avilesino, gitanos principalmente, los educó en el más amplio significado del término. Su horario excedía más de los reglamentado, con el fomento de un equipo de fútbol que llegó a ser federado y la misa voluntaria de domingo. No era una entrega unidireccional. A un Reguero al que le sigue yendo la marcha disfrutaba como el que más con aquellas lecciones improvisadas de guitarra, palmas y cante.

Docente

Después pasó un curso en Bello (Aller) y seis más en Cabañaquinta. Trabajando aquí fue cuando surgió la posibilidad de dar rienda suelta a aquella afición descubierta en la niñez, cuando comediantes ambulantes cruzaban por Illas y entretenían a los vecinos. Por un momento, Manolo se olvidaba de las trastadas que le hacía al cura don Maximiliano y seguía con ojos como platos las andanzas de aquellos grupos. Sus chavales de este pueblo de Aller estaban buscando financiación para el viaje de estudios y a él se le ocurrió actuar en 'El Parador' con los monólogos de Anxelu. El precio: un donativo.

Fue el principio de un camino que su madre temía que le restara seriedad como profesor. No solo no lo hizo sino que le granjeó hasta las simpatías y reconocimientos de la comunidad educativa del Marcelo Gago, en Avilés, el último centro en el que trabajó y del que fue director. En su haber tiene el Premio Anxelu, el Joaquín Llorís, el Asturias a la difusión y promoción del folclore 2016 y el Urogallo del Centro Asturiano de Madrid. Y sus alumnos de Illas, con el reconocimiento de la joven Andrea y de Marisa, con sus más de setenta, en la pasada Muestra de Folclore Ciudad de Oviedo, parecen seguir su camino.

La buena recepción y la sintonía que teje con sus alumnos se consolidará en breve en la Escuela de Teatro Ponticiella -el nombre de la fuente que hay junto a la iglesia en Illas-, que con seis inscritos, ya trabaja en dos montajes. Animador cultural en Callezuela, confiere seriedad y disciplina a sus enseñanzas, las que logran mantener viva una tradición escénica, la del monólogo, que vive años dorados.

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