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Prada, junto a Iñaki Malda, Félix González y Avelino Martínez, ayer en el Campus de Avilés de la Universidad ArcelorMittal.
Poesía y música en el Campus de Arcelor

Poesía y música en el Campus de Arcelor

Amancio Prada recita y canta en la antigua escuela de aprendices de La Toba ante un grupo de trabajadores de la multinacional

J. F. G.

Sábado, 19 de noviembre 2016, 04:30

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Amancio Prada actuó ayer en Avilés. Lo hizo en una escenario cuando menos diferente al habitual, la antigua escuela de aprendices de Ensidesa, ahora Campus de Avilés de la Universidad ArcelorMittal, en Llaranes, centro de formación de todas las plantas del país de la multinacional del acero, y ante un público restringido, trabajadores de la empresa. «Para mí estas paredes son sagradas. El futuro de un país depende de la educación, de la formación», dijo antes de coger su guitarra y cantar algunos de sus poemas musicados. Para empezar, el 'Romance del Conde Arnaldos'. Tan curiosa iniciativa se enmarca en 'De los libros a las fábricas', una iniciativa de la Fundación Anastasio de Gracia-Fitel cuyo fin es acercar la lectura a los centros de trabajo y fomentar el compromiso social de la empresas con la cultura de sus trabajadores. En esta edición, la tercera y bajo el título 'De la música a la poesía', nueve cantautores y poetas llevan la lírica a los empleados de nueve empresas. Tras OHL, en Madrid, y la planta de General Motors de Figueruelas, el de Avilés fue el tercer encuentro.

El centro de Arcelor también acoge actividad sindical, connotación que según subrayó Prada «implica una conciencia añadida para mejorar las condiciones laborales y mejorar así los resultados, de los que todos los trabajadores, con independencia de su cargo o nivel responsabilidad, han de sentirse igualmente protagonistas. Hay que cuidar todos los eslabones de la cadena».

Prada evocó su juventud. «Recuerdo que ya entonces los asturianos veníais a El Bierzo a secaros. Mi padre tenía vacas, una de ellas tiraba del arado y yo iba delante, cantando. Todavía hoy me encanta coger la guadaña. A la gente que necesita pastillas para dormir le aconsejo que vaya al campo. Allí, tras el duro trabajo, se duerme de maravilla».

A los 17 años «me marché a estudiar a Valladolid. Antes había estado en un colegio Salesiano de Cambados, y tenía cierta conciencia religiosa, vocación que fui perdiendo con los ardores de la juventud». Fue allí, en Valladolid, «donde se despertó mi conciencia social. Una vez nos refugiamos en la iglesia de San Pablo y al salir los grises nos estaban esperando». El devenir del tiempo hizo que «fuera dejando atrás las canciones de Antonio Molina para acercarme a Paco Ibáñez y a la poesía. Como dice una de sus canciones, la poesía es un arma cargada de futuro, como la formación. Para mí la poesía es semilla antes que fruto. Nace y renace en cada lector y en cada lectura. Si no fuera así solo quedaría en la boca de quien la canta».

Antes de volver a coger la guitarra Amancio Prada incidió en que «el trabajo dignifica. Un pan horneado con el sudor de tu frente, esas patatas con tanto esfuerzo arrancadas a la tierra, esa leche recién ordeñada tienen un sabor que ahora no está idealizado». Después, Amancio Prada recitó algunas de sus canciones más conocidas.

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