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C. DEL RÍO
Martes, 10 de enero 2017, 04:26
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El biólogo Daniel García emplazó ayer a preservar la biodiversidad en los ecosistemas si no por el valor intrínseco de las especies, al menos por el servicio que prestan a la sociedad. El catedrático de Biología de la Universidad de Oviedo optó por ofrecer también ayer, en la charla organizada por el Aula de Cultura de LA VOZ DE AVILÉS y la organización ornitológica Mavea, la versión utilitaria de la naturaleza para incidir sobre la importancia de conservar los hábitats naturales en aras de promover en ellos el mayor número posible de especies.
En la primera de las charlas del ciclo sobre Ciencia y Naturaleza del Aula de Cultura, coordinada por Armando Arias y con el patrocinio de Cafés Toscaf, García explicó que la biodiversidad, es decir, toda la variedad de vida que hay en el planeta, asciende a casi ocho millones de especies, principalmente artrópodos, ya que el grupo de los vertebrados, solo representa un 0,64% del total. Esa biodiversidad se encuentra amenazada por alta tasa de extinción de especies «por el uso de los recursos naturales del hombre en su actividad diaria».
Esa «huella humana planetaria» se caracteriza por cuatro factores: la sobre explotación de especies, la introducción de especies invasoras en otros hábitats, por la pérdida y fragmentación de los hábitats y por alteraciones ambientales como la contaminación. La extinción de las moas en Nueva Zelanda en apenas trescientos años desde que los maoríes se instalaron en las sus islas fue uno de los ejemplos más drásticos que presentó sobre el primero de los factores. Más próximo a la actualidad, se fijó en la pesquería del bacalao y la crisis en las décadas 50 y sesenta.
La introducción del conejo por los británicos en Australia provocó la devastación de grandes áreas de vegetación natural en un país en el que dos tercios de su extensión son desierto, acelerando el proceso.
Sin embargo, señaló a la pérdida y fragmentación de hábitats naturales como el factor más relevante en esta amenaza cuadrúpeda. Aunque es un proceso «muy a largo plazo en áreas como nuestra región y el sur de Europa», en otras como Norteamérica se ha dado en épocas relativamente recientes. Del bosque que se encontraron los británicos cuando llegaron a los actuales Estados Unidos queda más bien poco, si bien «en los últimos cincuenta años se ha revertido un poco este proceso por los cambios en la agricultura». Por último, resumió los efectos de la contaminación en la vida animal con la extinción del halcón peregrino en las Islas Británicas por el uso del DDT, un pesticida agrícola.
Daniel García explicó que esta «crisis» de la biodiversidad es relativamente reciente y está directamente relacionada con el aumento de la población humana que fijó en la Revolución Industrial. «De un crecimiento lineal se pasó a uno exponencial en el uso de los recursos naturales», remarcó. El panorama es tal que se considera que en la actualidad se experimenta un «proceso equivalente al de las cinco grandes extinciones masivas datadas por el registro fósil». Estaríamos ahora, por tanto, en la sexta, el Antropoceno, en la que «la huella geológica está provocada por el hombre».
En el Antropoceno
«No quiero ser catastrofista, pero el problema es serio», advirtió García antes de afrontar una explicación con marcado perfil economicista para concienciar sobre los peligros de esta situación. Recordó que la biodiversidad procura tanto bienes de forma directa, caso de la comida, como servicios. «El mercado farmacéutico, por ejemplo, se basa en compuestos químicos que se extraen directamente de la naturaleza, básicamente de las plantas», citó. O los animales polinizadores, cuyas funciones están cuantificadas en 170 mil millones de dólares. «Eso es lo que perderíamos si los borráramos de la faz de la tierra», teniendo en cuenta que gran parte de nuestro sistema de alimentación se basa en sus funciones.
Esa pérdida de biodiversidad que fue desgranando a lo largo de su intervención tiene «una relación directa y positiva en los servicios ecosistémicos» o, dicho de otra manera, la función ecosistémica disminuye conforme se produce una alteración ambiental. Pero, «en cierto modo podemos esperar que la diversidad de especies amortigüe ese efecto». Son «mecanismos de complementariedad, por los que lo que tú no usas, lo uso yo». Trasladado al ámbito más próximo, lo pudieron comprobar en el experimento llevado a cabo en veinticinco pumaradas asturianas por el que se concluyó que cuanto mayor número y variedad de especies, en este caso de aves, mejor respuesta a las plagas.
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