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fernando del busto
Domingo, 22 de enero 2017, 01:13
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Puede una invitación cambiar toda una vida, una sugerencia marcar la existencia de una persona? Luis Antonio Rodríguez Baudot (Tordesillas, Valladolid, 1952) es de los que responde afirmativamente con la autoridad que le concede poner su propia biografía como ejemplo. A su hermana, María José, le debe la idea de abandonar su trabajo en Iberduero, en el mantenimiento de una subestación de Majadahonda, para trasladarse a trabajar como eléctrico en el Hospital Central de Asturias.
Fue al terminar la mili y lo aceptó porque el trabajo de Majadahonda era más duro y peligroso. En Oviedo trabajó durante un semestre en Lavandería, encargándose del arreglo y mantenimiento de todos los equipos. Hablamos del año 1975 y, poco después, el entonces Ministerio de Sanidad convocó unas oposiciones para dotar a los nuevos hospitales. Se presenta y logra el puesto de electricista en la entonces llamada Residencia San Agustín. Llegaba a Avilés en 1976, con el centro aún sin abrir y formando parte de un equipo joven y con toda la ilusión necesaria para arrancar un nuevo hospital.
Al principio en el servicio de mantenimiento eran unas 35 personas. Con el tiempo fue cambiado mucho y la tecnología cada vez pasó a tener más peso en los hospitales. Luis Antonio Rodríguez Baudot estrena ahora jubilación sin nostalgia del trabajo a tres turnos y guardias localizadas.
Nunca dejó de formarse y llegó a ser maestro industrial. Formó parte de la última promoción que salió de Maestría, estudiaba en horario nocturno y terminó justo antes de que el título se convirtiese en una Formación Profesional. Su carrera profesional la terminó como responsable de electromedicina en el Hospital San Agustín. Cuarenta años de trabajo en un centro que forma parte de su vida.
No en vano, en el hospital su vida se cruzó con la de Pilar Palacio Gorgujo, auxiliar clínica en Prematuros, y con la que comenzó a cortejar nada más conocerla. Fue un noviazgo corto y se casaron en 1977 y se mudaron a Piedras Blancas, donde aún viven. El matrimonio tuvo dos hijos, Luis Alberto, químico, y Mercedes, auxiliar de vuelo. Ambos viven fuera de Asturias, él en Berlín y ella en Valencia, por lo que el nuevo tiempo de jubilación lo ocupará en visitarlos y también en mantener su afición a la radioafición, que empezó en los años 80. Es socio de la URE y su indicativo es EA 1 BWU.
Una gran familia
Pero regresemos a sus cuatro décadas en el hospital, donde hizo grandes amigos como su compañero Santiago Amor Rivas, como él maestro industrial, aunque encargado de Obras e Instalaciones. Al principio en el hospital trabajaban unas quinientas personas y se sentían como una gran familia. Ahora son unos 2.200 con lo que Baudot cree que es más complicado mantener esa relación. En estos años, se está retirando toda la generación que puso en marcha el centro.
De sus años de trabajo recuerda momentos complicados, como el proceso de digitalización de rayos X que vivió en primera persona y que se alargó durante seis meses para compatibilizar la llegada de los nuevos equipos con el mantenimiento de la actividad asistencial.
O las obras de ampliación, donde tenían que aprovechar el turno de noche para renovar los equipos de las diferentes plantas. Confiesa que le dolían las averías de los aparatos porque son máquinas, pero había personas que esperaban una prueba y se veía retrasada por esa avería.
Pero, sin dudarlo, la palma de los peores momentos recae en la tormenta que, en 1992, fundió el grupo electrógeno del San Agustín. Sólo quedaron con electricidad los servicios críticos (la UVI) gracias a los equipos autónomos. Recuerda que salieron airosos, pero estuvieron sin electricidad desde las nueve de la noche hasta que lograron arreglarlo. No hubo ningún problema médico, aunque las Urgencias se derivaban a Oviedo. Los equipos de emergencia se iban agotando y las luces de señalización de emergencia se iban apagando. Recuerda a la jefa de la guardia, la doctora Kopp, preocupada y presionando. Hidrocantábrico reaccionó rápidamente y también la gente de Saborit, empresa de Avilés que había sido contratada para mantenimiento eléctrico. Así lograron superarlo.
Aunque también recuerda anécdotas como los 'efectos para subnormales'. Sucedió cuando en Mantenimiento recibieron una alerta de una planta del hospital hablando de efectos 'paranormales' en una habitación. Allí fueron corriendo los técnicos y encontraron a todo el servicio, al paciente y a un auxiliar que sacaba la cabeza por la ventana para decir «ahora no» y «ahora sí» al meterla dentro. El misterio era una vibración que Luis descubrió: era la máquina de afeitar del peluquero funcionando en el maletín. «Dije que era un efecto para subnormales porque conocía al servicio, de lo contrario hubiese callado», asegura.
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