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B. MENÉNDEZ
Jueves, 23 de febrero 2017, 08:56
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El grupo de trastornos del espectro autista de la Unidad de coordinación del programa marco de Salud Mental presentó ayer en el Hospital Universitario San Agustín el documento en el que llevan cerca de dos años trabajando y que ya se ha expuesto en los otros dos principales núcleos de población asturianos, Gijón y Oviedo. «En estas tres áreas hay equipos específicos para tratar estos trastornos», explica Juan José Martínez Jambrina, director de la Unidad de Gestión Clínica de Salud Mental.
La presentación estaba especialmente destinada a los pediatras, aunque Jambrina recordaba que el objetivo es «coordinar esta realidad desde todos los ámbitos y áreas, desde educación hasta salud mental, pasando también por Atención Primaria». Por su parte, José Ángel Arbesú, de Salud Mental del Sespa, aseguró que «estos actos ante la comunidad sanitaria también forman parte de nuestro plan de coordinación integral, una asignatura pendiente hasta ahora».
No obstante, Arbesú añadió tajantemente que «no tienen cabida los experimentos con gaseosa», poniendo así de manifiesto la necesidad de este tipo de documentos de actuación estudiados y consensuados entre diversos profesionales para optimizar la atención al paciente, niños en este caso. Aurelio José Álvarez Fernández, psiquiatra del Centro de Salud Mental Infanto-Juvenil del San Agustín y miembro de este colectivo, explicaba ayer que el principal objetivo es mejorar los mecanismos para la detección precoz de los trastornos del espectro autista.
«Las primeras señales del autismo, por ejemplo, se suelen detectar a los doce meses y los signos de alarma se desarrollan hasta los tres años», resumió el experto para demostrar la importancia de la pronta intervención. A pesar de que sí existe un conjunto de criterios comúnmente aceptado, Álvarez señala que «cada vez hay más trastornos que se mueven en el límite y por eso son difíciles de diagnosticar».
Tanto él como su compañera María Eugenia Vigil Gutiérrez, psicóloga clínica del mismo centro, recalcan que ante estos casos, los médicos deben «cuidar mucho lo que se trasmite a los padres, ya que una valoración equivocada sólo valdría para aumentar su sufrimiento». Los expertos tampoco creen que elaborar estudios generales de población sea la solución, ya que «podrían conducir a falsos positivos».
Así, los doctores se pueden encontrar ante pacientes que no hablen nada en los casos más graves, hasta otros que usen perfectamente el lenguaje, aunque sin intención comunicativa. Lo poco que parecen tener más claro es que este conjunto de trastornos afectan más a los niños que a las niñas: hay cerca de ocho varones afectados por cada mujer que sufre alguno de estos trastornos.
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