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Álvaro Fraga, rodeado de libros en Clarín.
El lector profesional

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Fraga es la cara más conocida de la Librería Clarín

POR C. DEL RÍO

Domingo, 30 de abril 2017, 00:43

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Si como dijo la escritora Siri Hustvedt el jueves en el Ciclo Palabra del Centro Niemeyer «la lectura es como si entraran en nosotros otras personas», Álvaro Fraga (A Golada, 1961) está invadido, que no colonizado, por todos esos hombres y mujeres, niños y mayores que protagonizan y se pasean por las páginas de los libros que devora desde que era un crío. No solo lee compulsivamente (ahora menos de lo que le gustaría), sino que se encarga de promocionar y divulgar esos títulos que le causan una particular emoción entre amigos y clientes que confían en su afinado criterio tras 37 años detrás de un mostrador.

Fraga es la cara más conocida de la Librería Clarín. No es su propietario, pero como encargado de la sección de libros ha logrado convertir la parta alta del establecimiento original en una referencia en Avilés para los amantes de la lectura y aquellos que sin serlo saben que podrán encontrar el título adecuado para regalar.

Recién concluida aquí una tibia celebración del Día del Libro que le gustaría importar desde Cataluña, se lamenta del poco apoyo institucional que percibe hacia la lectura. Él, que desde hace años ha convertido en tradición llamar a esta casa y pedir un espacio para su artículo de opinión con motivo del 23 de abril, cree que el trabajo que se hace en los colegios no tiene continuidad luego en otras esferas públicas y considera que es una pena no por el sector en sí, que también, sino por el sano disfrute que se están perdiendo tantas personas. Si el deporte alimenta el alma, la lectura hace lo propio con el espíritu.

Desde que llegó a Avilés siendo un bebé, ha estado rodeado de libros. No acierta a explicar muy bien por qué. Simplemente estaban y él se entregaba a sus lecturas. Fueron clásicos como Julio Verne o Dickens, sin olvidar cómics de todo tipo, los que sembraron en él un gusanillo que alimenta a diario. Por semana, con relatos cortos y, los fines de semana, con lecturas más extensas o que requieren mayor concentración.

Tras estudiar en el instituto Carreño Miranda, se presentó a las pruebas de acceso en la Escuela de Aprendices de Ensidesa, que era la empresa anhelada por la mayoría de los padres inmigrantes para sus hijos, la entrada en aquella fábrica que daba de comer a toda una ciudad. Pero él era un poco diferente. Sus años en la escuela coincidieron con la apertura de la Librería Clarín, propiedad del padre de un amigo al que preguntó si podía echar una mano haciendo las fichas de libros.

Compaginó estudios y 'voluntariado' en la librería y cuando tocó entrar en Ensidesa, renunció. Una decisión que no sorprendió demasiado a quienes le conocían, pero que tampoco gustó a sus padres. Él, sin embargo, nunca se ha arrepentido.

Es feliz y lo ha sido ayudando al crecimiento de un establecimiento que ha diversificado para poder sobreponerse a la merma de influencia del libro en la sociedad. Sigue teniendo apasionados amantes, cómo no, defensores del placer de pasar una página, de tocarla y percibir el aroma de un papel que ahora también tiene que competir con una pantalla. Álvaro cree que ambos soportes convivirán de manera pacífica porque, frente a los beneficios del formato electrónico, se yergue el atractivo del papel. Porque como regalo sigue siendo un clásico en Navidad y porque percibe en las generaciones más jóvenes una querencia por las letras que ensalza y le llena de optimismo.

En estas casi cuatro décadas al frente del mostrador, Fraga ha visto de todo. Fenómenos editoriales sin parangón y grandes títulos que sin el apoyo editorial no han visto reconocido su mérito, sin olvidar el auge de la autoedición, la vía que tienen los escritores noveles para estrenarse en el mercado. Pero si algo le ha sorprendido no han sido las ventas de 'Harry Potter' o de la saga 'Crepúsculo', sino la del libro de Karlos Arguiñano. Poco después de debutar en televisión, el cocinero vasco se estrenó en el mundo editorial con un éxito que Álvaro Fraga recuerda como uno de los más impresionantes de la librería junto con el de 'La sombra del viento', el primer libro de Carlos Ruiz Zafón. Si ahora los pedidos que llegan a Clarín son de doscientos libros al día, cuando Zafón irrumpió solo él acumulaba ese volumen de encargos.

Al día de las novedades

Eso es parte de su trabajo: estar al día de los lanzamientos y proveer sus estanterías con aquellos títulos que se esperan entren en la lista de los más vendidos, por cierto uno de sus pasatiempos favoritos. Ni quiniela de fútbol ni crucigramas, a Álvaro lo que le gusta es saber cuáles son los libros más vendidos en Reino Unido, Francia y Estados Unidos porque en dos meses llegarán a España. Procura leerlos antes, junto con una diversa amalgama en la que filtra más bien poco. La lectura es igualmente trabajo y lee también para orientar a otros.

Después de tantos años, conoce bien los perfiles de algunos clientes que piden asesoramiento. Por eso, no solo consulta el ranking de ventas, devora los suplementos semanales con críticas y artículos sobre las novedades editoriales y él mismo hace alguna de las que le proveen las propias editorial. Son en formato oral, a sus amigos, entre los que es inevitable que el tema se cuele en la conversación. Y él, que sabe lo que le toca, se lanza como toro al ruedo, hablando alto, rápido y con un aplomo que transmite doctorado en la materia.

Por eso confiesa que algo que le agrada enormemente es cuando uno de esos libros que podrían haber pasado desapercibidos y que él se ha encargado de recomendar a los clientes se convierten en uno de los cinco más vendidos de su librería. Se llama orgullo de profesional, de alguien que se toma muy en serio su trabajo, que quiere que la gente entre en un librería igual que lo hace en una galería de arte, o mejor dicho en Zara, y que mire por el placer de mirar, de estar al día, de ir haciendo anotaciones mentales. Leer es sano. Leer enriquece.

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