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Los alumnos del Santo Ángel, aprendiendo mecanografía con el programa 'Fasttyping' en el aula de TIC del centro.
A toda máquina con el teclado

A toda máquina con el teclado

Los alumnos de dos colegios avilesinos aprenden mecanografía en el ordenador

M. PICHEL

Lunes, 22 de mayo 2017, 01:38

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Una de las obras cumbre de la literatura infantil y juvenil universal es 'Cuentos escritos a máquina', de Gianni Rodari. A un lector menudo, podría sonarle a chino el titulo del cuento, o a cuento chino, si no conoce qué es eso de una máquina que escribe. ¿Un ordenador?, preguntaría. Y habría que responder: una máquina de escribir, una herramienta de la prehistoria, esa que se encuentra a la vuelta de la esquina, si miran tan solo a sus padres; quizás sus abuelos la guarden en un arcón. Pues hubo un tiempo en el que niños como ellos llevaban a cuestas una, casi siempre una Olivetti, e iban a academias para aprender a teclear con rapidez. Sus padres entendían que era una destreza con futuro, de una época en la que preguntar, ¿tú cuántas pulsaciones tienes?, encerraba un doble significado. Con la era digital, y pese a multiplicarse en todos los ámbitos de la vida el uso de teclados, esta vez asociados a un PC, su aprendizaje declinó, y desapareció de los entornos de las escuelas... Hasta ahora. Trece colegios asturianos, públicos, concertados y privados, han recuperado la enseñanza de la mecanografía. Dos son avilesinos, el Santo Ángel y el Luisa de Marillac, y se aprende ante un ordenador.

La mecanografía retorna gracias al programa 'Fasttyping', de la empresa MAE, que empezó a implantarse hace nueve años. En Asturias lo coordina Belén Ovana. Ella recuerda que tuvo que aprenderla a los 15, «después, llegaron los ordenadores y se perdió».

Primero se hizo eco de su resurgimiento y decidió traerlo a la comunidad. «Conocí a la directora del proyecto -explica-. Es una empresa que se dedica a la informática desde hace 30 años. Hace diez vieron la necesidad de recuperar la enseñanza de la mecanografía, porque no hay ámbito de la vida en el que no se necesite un ordenador. Así, diseñaron un programa informático, y empezaron a extenderse por el País Vasco, Cantabria... En Madrid lo presentaron en el prestigioso colegio del Pilar, y a las dos horas ya les habían respondido que sí». Este curso se implantó en Asturias, y en Avilés, con 25 niños en el Marillac, y 16 en los Salesianos, como una actividad extraescolar que coordina el departamento de TIC. Belén confía que el próximo se extienda en la comarca.

Aprendizaje lúdico

La ventaja que ofrece la informática con respecto a la máquina tipográfica, es la capacidad de convertir la enseñanza en un juego. Como dice Belén Ovana, «es una hora semanal, una actividad muy lúdica. Los últimos diez minutos juegan, con diferentes juegos, siempre con letras».

La recomendación es comenzar con niños de tercer curso de Primaria, y de ahí en adelante. En los colegios que también ofertan Secundaria, sus alumnos también se apuntan. El proceso de aprendizaje es gradual. «Primero empiezan con la posición de las letras, después palabras solas, y finalmente con textos», resume, que confirma que tanto los niños como los padres de ambos centros avilesinos están muy contentos, y los colegios la felicitan (ella misma estuvo en el Santo Ángel), pues al frente de las clases hay profesores con experiencia.

Convencerlos para apuntarse fue sencillo, y la mayor parte de las veces el impulso salió de los niños. Comenta Belén que primero hacen una presentación en el colegio en el salón de actos o en las aulas, enseñan juegos en la pantalla, y los alumnos «ven que no es aburrido». «Los juegos los ponemos a una velocidad grande, y al principio creen que no van a poder con ellos, pero después los dominan rápido», cuenta. El programa se basa en pulsos, tonos y destellos de colores, con un teclado cegado en variedad cromática.

Lo habitual al finalizar el curso es que tecleen con unas 200 pulsaciones por minuto. Con el segundo curso, que también lo hay y aumenta el nivel, se llega a las 300; incluso se puede aprender en inglés. «Una niña me contó que le pasa los trabajos a su madre, que está estudiando Derecho», desvela Belén Ovana.

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