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Desde la izquierda, Hilda y Clari, junto a su prima Suge, el miércoles ante la iglesia de Santo Tomás, donde se celebró el funeral de Daniel. MARIETA
«La tierra no se traga a un asesino en dos meses»

«La tierra no se traga a un asesino en dos meses»

Las hermanas de Daniel Capellán cuestionan la «lentitud» de la investigación y no entienden que el agresor pudiera huir de Avilés caminando con un cuchillo, sin documentación ni dinero | La Policía les asegura que sigue varias líneas de trabajo, pero la familia quiere resultados y cree que Eduard González recibe ayuda «desde el principio»

ALBERTO SANTOS

AVILÉS.

Domingo, 4 de febrero 2018, 02:25

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La vida no se detuvo solo para Daniel Capellán el pasado 25 de noviembre tras recibir varias puñaladas con un cuchillo en El Cruce de Llaranes. Su familia sigue en vilo, angustiada ante la falta de avances en la investigación para localizar al presunto culpable, Eduard González, sin poder cerrar el duelo y pasar página de un episodio trágico que sus hermanas aún no acaban de creerse.

Nadie les aporta luz ni tiene respuestas a un sinfín de preguntas. ¿Cómo pudo huir del lugar de los hechos Eduard González caminando con un cuchillo en la mano, sin documentación ni tarjetas bancarias? ¿Quién lo ayudó en una ciudad desconocida para él? ¿Qué medio de transporte utilizó en su fuga? ¿Dónde está ahora y quién o quiénes lo encubren? Las informaciones oficiales que reciben de la Policía Nacional son a cuentagotas -el comisario les atiende cada quince días- y están muy filtradas para que no haya fuga de datos que pueda dar pistas al agresor. Apenas saben que «hay varias líneas de investigación» y que Eduard González puede estar en cualquier sitio, si bien las indagaciones siguen poniendo el foco en Bélgica, donde residía junto a Clari, su novia y hermana de Capellán. Lo demás son bulos, rumores más o menos interesados, y redes sociales que no hacen sino angustiar aún más a la familia del fallecido.

Clari y Hilda han decidido romper por primera vez su silencio y relatar a LA VOZ DE AVILÉS el calvario que están viviendo. «Va todo muy lento, la tierra no se traga a un asesino en dos meses», lamenta Clari. Ella y su hermana Hilda -Daniel tenía una tercera hermana que reside en el extranjero- no dejan de darle vueltas a lo que pasó. Tienen muchas incógnitas, pero también la certeza de que Eduard González tuvo ayuda «desde el primer momento».

Ambas no se explican «cómo una persona puede salir de ahí a las ocho de la mañana con un cuchillo en la mano, con la ropa ensangrentada, sin documentación ni dinero... y nadie sabe nada. ¿Dónde estuvo guardado?», señala Hilda.

González abandonó El Cruce en dirección a Trasona tras, según a investigación, herir de muerte a Daniel Capellán con un cuchillo a las puertas de un bar de El Cruce de Llaranes. A partir de ese momento se pierde su pista. La Policía Nacional asegura que se rastreó la zona y comprobó con las cooperativas de taxistas que no había utilizado sus servicios en la huida.

Otra certeza es que llamó desde su teléfono móvil a su novia Clari tras la agresión. «Intentó llamarme, pero no me di cuenta de la llamada hasta horas después. Tenía una llamada perdida de las 8.29», asegura la hermana de Daniel. Cuando informó a la Policía, dos horas después de la agresión, pudieron comprobar que el 'whatsapp' estaba en línea, aunque posteriormente cerró su Facebook y desapareció. A día de hoy solo tiene abierto su perfil de Instagram, pero sin actualizaciones.

Clari prefiere no recordar lo que sucedió aquella madrugada a caballo entre Gijón y Avilés -rompe varias veces a llorar durante la conversación con LA VOZ-, pero quiere matizar, y sobre todo desmentir, informaciones que para ella «son falsas». En primer lugar, el motivo de la pelea que acabó con la muerte de su hermano. Niega que su novio la hubiese pegado y atribuye a una tercera persona, «un conocido de Dani», la versión distorsionada que le dio a Capellán de una discusión que había mantenido con Eduard en el concierto de Gijón. «Le dijo a Dani que lo vio pegándome y, cuando estábamos ya en Avilés, mi hermano me preguntó que si era verdad. Yo le dije que no, que había sido un tirón de pelo. Entonces fue a reclamarle a mi novio, pero Eduard no discutió con mi hermano, sino con el otro chico», matiza.

Clari se quedó en un principio en el coche en El Cruce y no sabe «por qué la discusión fue a peor». Lo que tiene claro es que ese tercer hombre «fue el instigador, está todo grabado en las cámaras del bar, lo único que no se ve es lo que pasó fuera». Cuando decidió abandonar el vehículo para ver qué pasaba dentro, asegura que Eduard González recibió un puñetazo. «Cuando vio que sangraba por la nariz, preguntó que quién había sido, si había sido Dani. A partir de ahí voló la barra y empezó a tirar todo, encontró el cuchillo y salió corriendo detrás de mi hermano», recuerda. Su noviazgo había cumplido apenas dos meses y asegura que Eduard «no parecía violento. No conocía a esa persona».

Todo son dudas sobre el operativo posterior de búsqueda, y también reproches de las hermanas de la víctima hacia quienes acompañaban a Capellán en el bar. «Mi hermano ayudó a todo el mundo y nadie lo ayudó a él. ¿Cómo es posible que nadie del bar lo pudiera ayudar? No entiendo su pasividad», lamenta Hilda. Clari añade que «me dejaron sola, la gente se quedó fuera del bar mirando».

Tampoco quieren hacer caso a los rumores que les llegan sobre el posible paradero del presunto asesino. Hay quienes lo vinculan con Madrid, donde Eduard González vivió de joven junto a su madre, otros apuntan a Holanda, donde vive una hermana, también a Bruselas... Clari y Hilda no se hacen demasiadas ilusiones a pesar de que se ha dictado una orden de búsqueda internacional. Solo tienen claro que alguien lo está ayudando en su fuga, entre otras cosas porque no se ha registrado ningún movimiento en sus cuentas bancarias. Y no quieren que la investigación caiga en el olvido.

Clari ha dejado atrás su vida en Amberes y se ha instalado en Avilés en casa de sus tías y su prima Suge, «que es como una hermana». Su estado de ánimo pasa por «altibajos» y asegura que con la detención del culpable de la muerte de su hermano «descansaríamos un poco, es un sinvivir, una angustia diaria». Su familia también arropa a los seis hijos de Daniel Capellán, que echan mucho de menos a un padre que era «muy protector» y estaba muy unido ellos.

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