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El actor Carlos Hipólito. EFE
«El Palacio Valdés es muy especial para todos los que nos dedicamos al teatro»

«El Palacio Valdés es muy especial para todos los que nos dedicamos al teatro»

Carlos Hipólito Actor ·

El intérprete conversará hoy lunes con la productora Ana Jelín, en uno de los 'Diálogos sobre la escena' que celebran los 25 años de reapertura del coliseo

C. DEL RÍO

AVILÉS.

Lunes, 20 de noviembre 2017, 01:23

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El actor Carlos Hipólito visitará hoy lunes (20.15 horas) el Teatro Palacio Valdés, pero en esta ocasión no vendrá con uno de sus aclamados personajes, sino como él mismo. Sobre unas tablas más que conocidas, conversará con la productora Ana Jelín sobre el teatro y las anécdotas vividas en un Palacio Valdés que, asegura, es uno de los más apreciados por la gente del oficio. En esta entrevista telefónica, Hipólito es locuaz desde la primera pregunta y mete la quinta marcha cuando habla de su espectáculo actual, el musical 'Billy Elliot', que no podrá salir de Madrid por cuestiones técnicas. Si como presagia Jelín, Hipólito se adueña de la conversación hoy lunes, es fácil que medio auditorio se ponga a preparar ya un viaje a Madrid para verlo. Pura convicción. Tanto como sobre la escena.

-Esta vez pisará el escenario del Palacio Valdés para hablar. ¿O un actor siempre actúa cuando está en escena?

-No o, de alguna manera, sí. Cuando sales sin un personaje hay más nervios porque estás más expuesto. El personaje es el burladero o el disfraz que te permite estar más tranquilo. Pero tengo que decir que estoy muy contento de que me hayan elegido como uno de los personajes del aniversario. Me hace una ilusión especial porque el Palacio Valdés es un teatro muy especial para todos los que nos dedicamos a esto.

-Muchos actores siempre alaban este teatro y, a veces, nos da por pensar que quizás solo nos están regalando los oídos.

-No, para nada. He pasado muchas veces por él y es un lugar referente en todas mis giras. Visitarlo en numerosas ocasiones crea un vínculo con ese lugar. Es, además, un teatro que tiene unas características un poco especiales. Es grande, con bastante capacidad, pero la estructura de la sala hace que relación del escenario y la sala sea muy cercana. Aparte de ser muy bonito, tiene un equipo muy hospitalario y amable, primero con Antonio Ripoll y ahora con Julia. Siempre ha existido una gran complicidad. Esa atención personal te hace sentir como en casa. Y eso no pasa en todos los lugares.

-¿Qué relación ha tenido con Ana Jelín?

-Importante. He hecho varios espectáculos con ella y alguno de los títulos que más alegrías me han dado en este oficio. El primero fue de Jordi Galcerán, 'Dakota' y, poco tiempo después, 'El método Gronhölm', que se estrenó en Avilés y nos sirvió de amuleto. Fue un gran despegue. Estuvimos tres años en cartel llenando en Madrid e hicimos una gira muy grande. Después nos embarcamos en 'Todos eran mis hijos', de Arthur Miller. También en 'La mentira'. En definitiva, una larga relación de respeto, cariño y admiración. Es una de las más importantes y comprometidas productoras de teatro, que afortunadamente para nosotros decidió irse de Argentina.

-Hablarán de teatro en un teatro. ¿Hay mejor lugar para hacerlo?

-Yo creo que no. Un teatro siempre es inspirador y estar allí sentado seguro que evocará momentos mágicos. Es un público aficionado que nos va a escuchar y nos conoce porque ya nos ha visto. Eso creará buena energía. Será un placer para todos.

-Y casi con seguridad se hablará del compromiso social del teatro. ¿No se puede concebir como mero entretenimiento?

-El entretenimiento es fundamental y para nada es sinónimo de algo ligero y banal. El teatro no puede ser aburrido, es uno de sus mandamientos. Esa diversión que debe provocar no tiene por qué ir unida a la carcajada y a la risa, sino que puede ser intelectual. Cuando ves algo que te descubre una nueva manera de entender la realidad o te ayuda a reflexionar sobre un tema. Tiene que ser un espejo. Y aunque este trabajo es de equipo, eso es una labor más del director porque el actor trabaja para que su personaje sea creíble. Cuando solo hay entretenimiento no es teatro es un monólogo de humor, que es muy respetable y muy divertido, pero otro género. El teatro necesita de historia, de una arquitectura escénica. Nosotros vamos al teatro, porque yo también soy espectador, a que nos cuenten un cuento.

-Dice que le vendrán muchos recuerdos de su paso por este teatro, ¿alguno del que se acuerde ahora?

-Tengo recuerdos muy concretos. La primera vez que lo visité fue con 'La estación', una comedia muy bonita dirigida por Jaime Chávarri. Fue un estreno, por lo que estuvimos una semana antes ensayando y dando últimos toques al montaje. Eso te vincula mucho con el teatro. Recuerdo la noche del estreno, que fue mágica, y allí me di cuenta de la calidez del público. Espectadores que esperan a que salgas por la puerta de actores para felicitarte, algo que no pasa en todos los lugares.

-¿Podría hacer un ranking de teatros?

-Hay teatros que siempre te apetece pisar. Uno sería el Palacio Valdés, sin duda. De verdad que en las conversaciones de la gente del oficio siempre sale Avilés, porque además es una ciudad bonita, muy agradable y en la que se come muy bien. Luego estaría el Teatro Español, en Madrid, donde he trabajado un montón de veces y donde me pasé cinco años con Miguel Narros en una etapa muy importante para mí porque empezaba a hacer papeles protagonistas. Está también el Circo, en Albacete, una belleza de lugar; el Lope de Vega, en Sevilla, el Arriaga, en Bilbao... La lista sería larguísima.

-¿Conoce el Centro Niemeyer? ¿Qué prefiere un teatro histórico o un auditorio moderno?

-No, nunca he estado en el Niemeyer y me encantaría ir. Me gustan más los antiguos (a la italiana, isabelinos...), hay algo romántico en ellos. Con la caja escénica envuelta en los palcos y esa sala que te arropa. Los auditorios son más modernos, pero la sala está más dispersa y no forma esa herradura de los antiguos.

-No sé si conoce la historia del Palacio Valdés. Su construcción se quedó a medias por falta de fondos. Fue terminado más tarde, llegando a funcionar, pero cayó en el olvido hasta 1992. ¿Su historia no está muy relacionada con la del teatro en sí?

-(Risas). Pues sí. Cuando yo empecé a hacer teatro hace cuarenta años ya escuchaba decir que el teatro se acababa, que había mucha crisis. Y aquí seguimos. Dicen que es un enfermo terminal con salud de hierro y yo creo que así es. Sobrevive porque es la única de las disciplinas interpretativas con presencia en directo de los intérpretes. El espectador se siente en él parte fundamental porque sin él no se produciría. Pasa lo mismo con la música, que en un concierto la emoción se multiplica.

-Está en Madrid con el musical 'Billy Elliot'. ¿Lo podremos ver aquí?

-¡Me encanta a dar saltos de un lado de otro! Es un gran musical, muy complicado técnicamente, con cien personas trabajando. Represemos en el Nuevo Alcalá y no nos vamos a mover de allí porque es imposible. El teatro ha tenido que hacer obras para unos motores hidráulicos porque hay 37 cambios de escena. La gente se queda con la boca abierta.

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