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C. DEL RÍO
AVILÉS.
Martes, 21 de noviembre 2017, 00:42
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El teatro de ayer poco tenía que ver con el de hoy y es fácil que los espectadores del Teatro Palacio Valdés no lo supieran hasta ayer porque su renovación comenzó hace veinticinco años, en coincidencia con la reapertura del Palacio Valdés. Sobre el antes y el ahora del sector reflexionaron el actor Carlos Hipólito y Ana Jelín en el segundo de los 'Diálogos desde la escena', que celebran el aniversario de la rehabilitación del coliseo avilesino.
La productora argentina rememoró su llegada a España hace 31 años y su encuentro con un teatro en el que se declamaba en vez de interpretar. Se propuso modernizarlo trayendo obras y directores argentinos como 'La omisión de la familia Coleman', de Claudio Tolcachir. Fueron sus primeras producciones en un país en el que ha contribuido, en palabras de Carlos Hipólito, a humanizar el teatro. «Es verdad que ellos nos recordaron o nos enseñaron que esa era la manera de hacer teatro. Conseguir que el público se olvide de que está sobre una butaca».
En un diálogo moderado por el crítico de este periódico Chema Caso, se reflexionó sobre la transformación vivida sin olvidar la sempiterna crisis del teatro, ilustrada con algunas anécdotas más que descriptivas. Si después de producir su primera obra de teatro, el padre de Ana Jelín le preguntó si no pensaba volver a trabajar en alusión a su anterior pasado profesional como directora de marketing para América Latina de L'oreal Paris, a los actores del Teatre Nacional de Catalunya, el mismo Jordi Pujol les preguntó en qué trabajaban tras asistir a la primera representación.
La anécdota vivida por quien fuera su director, Josep María Flotats, y referida ayer por Carlos Hipólito sirvió para reflejar los esfuerzos del arte escénica por ser tomada en serio sin otro amparo por parte de la administración pública que la rehabilitación de teatros en pequeñas y medianas ciudades españolas. Que no fue poco, por otra parte. «Una labor importantísima», en palabras de Ana Jelín, «porque el teatro es parte de la cultura de los pueblos y enseña cantidad de cosas que no se pueden recibir por otro lado. No es lo mismo leer una novela que ver a cinco personas sobre escenario». Lo avaló Carlos Hipólito, que destacó la importante influencia del público de la sala en cada función. «Hay sutiles diferencias en cada representación por esa energía que manda el público», explicó.
Ambos destacaron la importancia de que el texto te toque o sorprenda antes de producir o interpretar un papel. «La importancia del mensaje», según Jelín. O por el subtexto, en el caso del actor. «Los personajes, igual que personas, se definen más por lo que callamos que por lo que decimos. Si la obra está bien escrita, hay implícitos unos silencios, lo que llamamos el subtexto. Cuando tiene buenos silencios, la obra me atrae mucho más», confesó.
Alabaron, también, la diversificación de géneros y autores y la buena cosecha de directores españoles gracias a los circuitos denominados off. «Ahora no es raro ver a un actor consagrado como José Sacristán en una sala alternativa», apuntó Hipólito.
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