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El locutor deportivo, ya jubilado, frente a su plantación de almendros de su pueblo, Los Cerralbos (Toledo).
«Yo tengo párkinson»

«Yo tengo párkinson»

El periodista José Ángel de la Casa es uno de los 100.000 españoles diagnosticados. «¡Ojalá viva otros diez años igual!». Robin Williams no pudo ganar la batalla. Se suicidó

PPLL

Miércoles, 3 de septiembre 2014, 08:48

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Cuando Juan Señor enganchó la pelota al borde del área de Malta y marcó el glorioso 12-1 que acabó clasificando a España para la Eurocopa del 84, el periodista José Ángel de la Casa entró junto al centrocampista del Zaragoza en los anales del deporte. Fue a cantar el gol con toda su alma y le salió aquel mítico gallo que concentraba el sentimiento de millones de hinchas. Por aquel entonces, el padre del periodista ya sufría los rigores del párkinson, pero José Ángel de la Casa no podía ni sospechar que, veinte años después y con cientos de partidos en sus cuerdas vocales, esa misma enfermedad acabaría por atraparle. Un buen día, durante una retransmisión deportiva, notó unos temblores en la mano derecha al agarrar el micrófono. «Aquello me obligó a cambiarme el micro de mano y, después, a utilizar micrófonos de corbata para que no se notara el temblor. A mí no me importaba, pero al espectador le podía distraer aquel movimiento que me delataba», reconoce De la Casa desde el pueblo que le vio nacer, Los Cerralbos, en Toledo.

Ahora, con 64 años y jubilado de las tensiones del balompié, ha cambiado definitivamente el micrófono de las cabinas de comentarista por el del karaoke que ha instalado en casa. Y ya no canta goles, sino pop, rock y lo que le pongan por delante: «Me viene muy bien para no perder capacidad en el habla ni en la forma de expresarme». Nada de gallos. «¡Se me da bien cantar!», admite con humor. «Ya cantaba de pequeño y ahora me lo canto todo: Sabina, Los Secretos, La quinta estación, Fito y Los Fitipaldis, Maná...». También se mete en la piel de artistas más románticos, como Adamo.

El concierto se celebra cuatro días a la semana, la misma frecuencia con la que juega al golf, su otra gran ayuda (y afición) para luchar contra los síntomas del mal. «El párkinson te recuerda de vez en cuando que está ahí. En mi caso, cuando se presenta algún problema o me pongo nervioso y el temblor es mayor; cuando alguna mañana me levanto más tenso o más rígido y no puedo abrir la mano, por ejemplo. Entonces, me marcho al campo de golf, cojo el palo y la mano vuelve a responder. Es un deporte que requiere precisión, fuerza, resistencia... Es perfecto. Solo hay que tener las herramientas y las fórmulas necesarias para combatir la enfermedad y ganar la batalla día a día».

Justo lo que no hizo el actor Robin Williams (Oscar por El indomable Will Hunting), que apareció muerto en su casa de Cayo Paraíso (California) el pasado día 11 de agosto. El capitán de los poetas muertos se suicidó sumido en una larga y profunda depresión, poco tiempo después de conocer que sufría la dolencia en fase temprana. No quiso hacerlo público, pero el diagnóstico fue un puyazo para un actor «que solo quería ayudar, entretener y hacernos reír», recordó su viuda, Susan Schneider. La puntilla para un hombre que ya sabía lo que era batallar contra el alcohol y la cocaína. La noticia de que Williams, uno de los tipos más queridos de Hollywood, padecía esta dolencia neurodegenerativa, hizo que Helen Mirren, de 69 años, ganadora de otra estatuilla por su interpretación de la reina Isabel II, decidiera sincerarse para hacer frente al estigma social que conlleva esta patología: «Lo más importante es que las personas con párkinson tengan la oportunidad de dar a conocer cómo es esta dolencia, para que la sociedad pueda entenderla mejor, como ha ocurrido con otros trastornos como el autismo».

José Ángel de la Casa lo hace desde hace tiempo. Es uno de los 100.000 españoles afectados y uno de los rostros más conocidos de la enfermedad en nuestro país. «Ya tenía claro el diagnóstico cuando el médico me lo confirmó, hace ahora diez años». Y en este tiempo, el periodista ha podido hacer una vida normal, prácticamente igual a la que hacía antes de la noticia, pero con un horario estricto para tomar su medicación: «Eso es fundamental para estar bien, ¡y ojalá pueda estar otros diez años igual!», se anima. Los abdominales y los estiramientos diarios «sin machacarme demasiado» además de su irrenunciable swing y la música, le ayudarán a mantener a raya la enfermedad si el cuerpo aguanta. Porque el párkinson «no reduce la esperanza de vida, y los tratamientos y terapias que tenemos en la actualidad permiten a los pacientes tener una calidad de vida muy alta», recuerda Gurutz Linazasoro, neurólogo y responsable de investigación sobre párkinson de la Policlínica Gipuzkoa y miembro del Comité Científico de la Federación Española de Párkinson.

Con Lute en el tractor

El avance del párkinson depende en gran medida de cada paciente, de su actitud. «Es fundamental. Hay tantas enfermedades como personas», coinciden Linazasoro y De la Casa. «Si no sales del sofá o de la cama y te abandonas, probablemente el párkinson te generará muchos problemas. Seguir vivo, hacer ejercicio, obligarte a mantener una actividad intelectual y profesional es muy importante», recomienda el locutor «por experiencia». Él, que no ha dejado de escribir, también le da a las labores del campo. No hace mucho plantó (y podó y fumigó...) mil almendros junto a sus amigos de Los Cerralbos y ahora Lute, otro colega, le está enseñando a hacer cabriolas con el tractor, con el que dan largos paseos por las eras manchegas. «La hija de Mohamed Ali, que también padece párkinson como el boxeador, me dijo en un congreso que su opción había sido adaptarse a la enfermedad, poner todo de su parte para combatirla. Esa es la actitud», ilustra Gurutz Linazasoro.

«La enfermedad no es hereditaria, pero puede tener algún condicionante genético», recuerda José Ángel de la Casa, convencido de que está siguiendo el mismo proceso que su padre.

Mario Riverol, neurólogo de la Clínica Universitaria de Navarra, confirma que, por lo general, ese componente genético suele aparecer sobre todo en los pacientes jóvenes: «Sí, también hay enfermos de párkinson con 18 y 20 años, aunque son minoría, menos de un 10%».

Lo que sí suele llegar, hasta en la mitad de los enfermos, es la temida depresión. «No aparece en el momento del diagnóstico, aunque siempre influye el tipo de información que se recibe y cómo se recibe; el médico debe tener mano izquierda. La depresión, en el párkinson, tiene una base orgánica por la alteración de los niveles de dopamina y serotonina. Sin embargo, en mis años de experiencia no he visto casos extremos como el de Robin Williams, en los que la depresión desembocara en un suicidio», observa Gurutz Linazasoro. De todas formas, «en pacientes más jóvenes o más expuestos al público o a la vida social por su profesión, el impacto emocional de la enfermedad puede ser mucho mayor», revela el doctor Mario Riverol.

El párkinson no tiene cura, pero los últimos avances médicos han permitido que los pacientes alberguen esperanzas. «En medicina no existe la palabra imposible», sentencia Gurutz Linazasoro. Eso sí, los tratamientos con células madre o las terapias génicas, que podrían revolucionar el panorama en los próximos años, «están aún en fase experimental y ¡ojo!, porque en internet hay mucho fraude». En la actualidad, una de las técnicas más recurrentes (y eficaces) para mitigar sus efectos es la cirugía. Aunque José Ángel de la Casa no se ha planteado esta posibilidad desde aquel día de 2004, cuando tuvo que hacer «nuevos planes para una nueva forma de vida». La cirugía «está ahí y es una alternativa, pero no la necesito. Cada paciente es el que marca su ritmo. Y yo estoy bien, haciendo mi vida normal, con mis preocupaciones, mis emociones...». Como la que le proporcionó algo tan sencillo como recoger el fruto de un árbol, el fruto del esfuerzo. «El otro día nos comimos la primera almendra de la plantación... ¡Y qué alegría más grande!».

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